Se descubrió lo que muchísimos ya sabíamos sobre las maniobras de falsificar prueba por parte de los compañeros de izquierda, como dice Lucía Topolansky. Agrego que abogados también instruían sobre qué y cómo declarar. Y no, no tengo las pruebas, saben lo que hacen, son malos juristas, no buenos estúpidos.
Las respuestas que se ven a modo de contraataque son, por un lado, desacreditar a Topolansky, quien obviamente no tuvo un descuido, sino que tuvo intenciones. Primeramente, desmarcarse de esta maniobra echándole el fardo al Partido Comunista, viejo enemigo del MLN, y por otra parte congraciarse con un importante sector de las Fuerzas Armadas que está profundamente dolido con la inacción de este gobierno, que conociendo los hechos los ignoró o, peor aún, expresamente evitó las soluciones presentadas permitiendo que se encarcelaran militares y policías sin pruebas a modo de sacrificio para calmar a los dioses de la venganza. Eso no es tibieza ni coraje en el centro, es la peor de las cobardías. Topolansky nunca abandonó su viejo sueño de las Fuerzas Armadas “leales” a su proyecto político.
A su vez, se argumenta que son muy pocos casos, o si hubo algún caso… El objetivo era ostentar ante los colectivos y organismos internacionales el mayor número posible de capturas, pero estaba el problema de que quienes en efecto fueron culpables de terribles hechos (que nadie niega) ocurridos en dictadura, ya habían fallecido casi todos. No estaban dispuestos a que la muerte les arrebatara la revancha (y también tristemente el opulento negocio) y por tanto se cargó hacia los oficiales recién recibidos y subalternos más jóvenes que pudieran relacionar de alguna manera en tiempo y espacio. Establecida la conexión entre determinado lugar, fecha y hecho, solo restaba coordinar testimonios y con los humos de venganza más la posibilidad de recibir los beneficios económicos conocidos, esta sería la tarea más sencilla.
Yo lamento muchísimo todo el sufrimiento por el que atravesaron las víctimas. Soy incapaz de imaginar cómo se le puede hacer daño a personas que ya fueron encarceladas y están totalmente indefensas. Tampoco puedo imaginar cómo un grupo de personas puede asesinar con una inyección letal a un peón al que se le dijo que lo iban a dejar libre, y hacerlo desaparecer.
Pero mentir en tiempos de paz en nombre de la justicia para inculpar a otros por estos hechos es tanto o más grave aún. ¡No hay manera de justificarlo!
Condenar fraudulentamente a veteranos a morir en la cárcel será la vergüenza mayor que dejen estos tiempos estampados en los libros de historia.
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