En Uruguay desde ya hace muchos años se ha instalado en el imaginario colectivo una contraposición entre la actividad agropecuaria y la ciudad, y más particularmente con Montevideo y su área metropolitana. En economía hablamos habitualmente de la existencia de un “trade off” cuando se dan dos alternativas contrapuestas y hasta contradictorias, que implican que el avance en una significa sacrificar la otra. En muchas oportunidades nos planteamos como que cada vez que desde el Estado se decide apoyar a un sector productivo, el esfuerzo en recursos pareciera ir en contra de lo que se aporta en términos de gasto social, un dilema habitual de las política fiscal. Pero la realidad de nuestros sectores productivos nos marca claramente lo contrario, las implicancias y derrames de la mayor parte de los rubros agropecuarios y en particular los agroexportadores nos determinan que el crecimiento de la producción genera importantes círculos virtuosos a nivel de la economía y de la sociedad en su conjunto pero más aún en aquellos espacios territoriales que se desarrolla. La producción de arroz es uno de los mayores ejemplos de esta realidad.
En las regiones arroceras en general, esta producción es sumamente relevante tanto en la etapa del cultivo como en su etapa industrial, así como en las diferentes actividades y servicios vinculados. Encontramos varios ejemplos de poblaciones que dependen totalmente del cultivo y de la elaboración de arroz.
Departamentos como Treinta y Tres, Rocha, Cerro Largo, Artigas han sido de los más relegados en términos de desarrollo, creación de empleo, y mejora en el nivel de vida. Departamentos que por otra parte han estado históricamente asociados a los períodos de expansión y crecimiento de la actividad arrocera. Además de los impactos que tiene el cultivo en sí mismo, están las plantas industriales, los diferentes proveedores, el comercio local, las escuelas y liceos, UTU y hasta centros de investigación que interactúan y pueden desarrollarse a partir de la actividad agropecuaria. No podemos dejar de mencionar como otras instituciones académicas y laboratorios se han venido instalando y trabajando en conjunto con INIA, como es el caso de la UdelaR y la UTEC, que abren oportunidades a los jóvenes en su territorio, facilitándoles la posibilidad de acceder a estudios terciarios y por tanto a seguir radicados y trabajando en su localidad, con el mismo nivel de quienes vienen con estudios realizados en la capital e inclusive en el exterior. Pero todo esto es un círculo y por lo tanto también requiere de oportunidades laborales para que quienes se forman puedan aportar sus conocimientos y disponer de ofertas de trabajo a nivel del territorio.
Muy a nuestro pesar, luego de seis años de falta de rentabilidad en el sector se llegó a la mayor reducción de área alcanzando apenas unas 135.000 hectáreas cultivadas a nivel nacional y en consecuencia, se sufre una disminución en la cantidad de productores y en los puestos de trabajo directos e indirectos. Es de destacar que el arroz llego a ocupar más de 200.000 ha y que hoy existe a nivel país un 30% de la capacidad ociosa instalada lo que tiene como consecuencia menos producción, menos exportaciones, menos puestos de trabajo, menos ingresos para el sustento de las familias.
Además son menos las posibilidades para el comercio local, menos divisas fundamentales para la economía en su conjunto, menos posibilidades de seguir exportando y formando gente que puede insertarse en un ámbito que ha sabido ser de referencia en el mundo.
Como consecuencia de la baja en la superficie cultivada en el 2018 generó un proceso de reestructura de las plantas industriales. Algunas han cerrado, otras se han achicado, ha habido reducción de personal y ajustes en los puntos de recibo del grano, proceso que continua en el 2019 pero que además debemos destacar que ha empezado hace mucho más tiempo a nivel de las chacras donde se pierden puestos de trabajo y productores.
El Uruguay productivo es sinónimo del Uruguay social y la senda de crecimiento una mirada desde el hacer de las políticas públicas que nos permita continuar la actividad, equilibrar costos de producción a la realidad del negocio arrocero y a la de nuestros competidores. Se requieren políticas macroeconómicas y medidas de apoyo que se den la mano con los sectores productivos y promuevan y apoyen la incorporación de tecnología.
Debemos proyectarnos hacia el futuro como proveedores de alimentos de calidad y como amigos del medioambiente en el mundo.
A pesar de las dificultades hoy más que nunca se debe apostar a tener oportunidades y hoy estamos condicionados para ser un país más competitivo. Apelamos a que existan políticas públicas más de la mano de los sectores productivos, que sin lugar a dudas deben tener el nombre de “inteligentes”.
Se requiere una mejora de competitividad y de que queremos seguir aumentando la producción, con más eficientes y mejores cultivos y molinos, con más programas de investigación, con más tecnología, con más transferencia, con más productores y con más mano de obra e inversiones.
Quienes tienen en mano direccionar las políticas públicas deben estar empapados de esta realidad no para dar exclusividad en términos corporativistas sino que comprendiendo que muchos de los planteos desde los sectores productivos tienen que ver con la realidad de sector de oportunidades para muchas localidades que pocas oportunidades tienen dadas las características del territorio.
Las políticas de apoyo al sector productivo deben ser vistas y diseñadas en términos de inversión sabiendo que los buenos resultados son siempre aquellos que alcanzan ganar-ganar en las dimensiones económicas, sociales y ambientales con su correlato a nivel macroeconómico y a nivel local.
La posibilidad de más arroz implica que hay más empresas en actividad, más puestos de trabajo, inversiones, exportaciones, gente que se radica en el campo, en los pueblos y en las ciudades arroceras. Asimismo, son nuevos incentivos y negocios para otros sectores, por ejemplo el financiero ya que son más créditos y repagos, más comercios a nivel local, más familias con ingresos, más proyectos de investigación, más necesidad de transferencia, de generar capacidades y de capacitar personas…, Y a la vez, son más jóvenes que se quedan en localidades del interior a formar sus familias, más niños en las escuelas y más necesidades de cuidados porque madre y padre tienen opciones laborales fuera o dentro de la casa y más allá de la producción en sí.
Desde el sector y sus instituciones se viene defendiendo la relevancia de medidas concretas que nos ayuden a bajar los costos, faciliten y abaraten el financiamiento, la baja de las tarifas con alternativas de acuerdo al consumo, descuento en la tarifa industrial para todo el año, mejor precio del combustible, facilidades para la incorporación de tecnologías y mejoras en las condiciones de comercialización mediante acuerdos que optimicen nuestro acceso a socios comerciales claves.
Los productores arroceros ha hecho esfuerzo para compatibilizar objetivos productivos y ambientales, logrando que estos últimos sean un agregado de valor a la producción y al uso racional de los recursos. Se reconoce públicamente la importancia de cuidar el medioambiente tanto por el cuidado del planeta como para la producción en sí mismo.
Es un cultivo que se ha adelantado a la normativa misma, por ejemplo el uso de aplicaciones, los planes de uso y manejo de suelo, la guía de buenas prácticas.
*Economista, Gerente General de la Asociación Cultivadores de Arroz
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