En conversación con La Mañana, Juan Pablo Tosar, referente en biotecnología e investigación científica en Uruguay, ahondó en los aspectos filosóficos de la ciencia, explorando su conexión con la naturaleza y el progreso humano. Sus reflexiones nos invitan a pensar y entusiasman con los avances que están transformando el futuro de la medicina y de lo posible.
Juan Pablo Tosar es un destacado científico uruguayo, docente en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República e investigador en el Instituto Pasteur de Montevideo, donde forma parte del Laboratorio de Genómica Funcional. En 2020, revolucionó el campo de la biología celular al descubrir, a partir de una equivocación, que los ribosomas, encargados de sintetizar proteínas dentro de las células, también existen en el espacio extracelular. Este hallazgo, que ha tenido impacto global, abrió nuevas oportunidades para el diagnóstico temprano de enfermedades como el cáncer. Impulsado por esa posibilidad, fundó B4-RNA, una start-up biotecnológica enfocada en el desarrollo de metodologías para lograrlo. La empresa forma parte de LAB+ Company Builder, una iniciativa del Instituto Pasteur y Ficus Advisory.
San Agustín dijo: “Los milagros existen, no en oposición a la naturaleza, sino en oposición a lo que sabemos de ella”. ¿Qué piensa como científico sobre esta reflexión?
Me parece muy interesante. Lo que está claro es que sabemos que no sabemos, es decir, no conocemos lo suficiente sobre la naturaleza como para entender que aún hay muchísimo por descubrir. Existe, entonces, un vasto espacio de misterio al que dedicamos nuestra investigación científica. Hay muchos aspectos para los cuales quizás tengamos explicaciones, pero esas explicaciones no necesariamente representan la verdadera respuesta al asunto. También es frecuente encontrarse con temas que no tienen explicación, para los cuales la ciencia no puede afirmar ni un sí ni un no. En esos casos, lo que debemos decir es “no sabemos”, “esto no puede ser explicado con el conocimiento actual”, o “esto no tiene una explicación”.
¿Cree que en algún momento llegaremos a entender todo?
Lo primero es que la ciencia experimental se plantea preguntas sobre el mundo material, es decir, abarca todo lo que constituye el marco de las ciencias naturales y experimentales. Para mucha gente, esto es toda la realidad que existe, pero esa es una postura filosófica, no científica. Dentro de ese marco, uno podría decir que tal vez algún día lleguemos a comprender la naturaleza en toda su complejidad. Ahora bien, si la realidad va más allá del mundo natural, creo que las ciencias naturales siempre quedarán limitadas para explicar esos otros aspectos de la realidad, y la verdad es que no tengo una respuesta a eso. Lo que sí es cierto es que hay mucho terreno por explorar, y muchas oportunidades para avanzar y comprender más mediante las herramientas que nos ofrece el método científico. La investigación científica es, en mi opinión, una de las herramientas más poderosas y maravillosas que tenemos como humanidad, y bien utilizada, puede llevar al progreso de la humanidad, de lo que estoy plenamente convencido.
¿Cuál es su posición filosófica como científico?
La ciencia y el método científico son universales, deberían ser iguales en cualquier lugar del mundo. Esto significa que si realizo una investigación en Uruguay y publico los detalles del procedimiento, cualquier persona en China, Estados Unidos o Arabia Saudita podría replicar los experimentos en su laboratorio y obtener los mismos resultados, o no, lo que permite debatir sobre los resultados empíricos de manera independiente a las posiciones filosóficas, religiosas, políticas o culturales que nos caracterizan como humanos. La ciencia es un lenguaje común, ajeno a esas diferencias. En ese sentido, me considero un científico más, pero con motivaciones personales que me impulsan. Esa motivación es la búsqueda de la verdad y el deseo de entender las cosas tal como son. Esto está alineado con mi posición filosófica: considero que conocer la verdad es valioso. Aunque algunos puedan argumentar que lo importante es transmitir algo convincente, más allá de si es verdadero o no, para mí lo esencial es comprender si existe una realidad objetiva externa a nosotros y cuál es su naturaleza.
¿Qué opina del hecho de que, a lo largo de la historia, muchos fenómenos han sido explicados mediante el método científico, pero con el tiempo nuevas teorías han demostrado que esas explicaciones previas eran incorrectas? ¿Cómo cree que este proceso influye en nuestra percepción de la verdad y el progreso científico?
Lo que menciona está relacionado con las ideas de Karl Popper, un filósofo que sostenía que la ciencia no se basa en demostrar verdades absolutas, sino en el intento de falsar hipótesis. Una teoría científica no es una verdad definitiva, sino una verdad condicional, se acepta como válida mientras la evidencia la respalde y no surjan datos que la refuten. En otras palabras, lo que consideramos “verdad científica” es, en realidad, la mejor explicación disponible según la evidencia actual.
La ciencia debe mantenerse abierta a que cualquier explicación sea desafiada, pero siempre de manera rigurosa, basada en datos obtenidos siguiendo el método científico. Si un experimento demuestra de forma sólida que una teoría aceptada no es correcta, esa teoría pierde peso y surge una nueva interpretación respaldada por evidencia. Así, la ciencia no demuestra verdades absolutas, sino que las teorías sobreviven al paso del tiempo y a los intentos de refutarlas.
Es importante entender que el cuestionamiento constante no implica que todo sea relativo o igual de válido. Hay teorías con un amplio apoyo experimental y otras que no lo tienen. Por eso, aunque todo está abierto al escrutinio, hay niveles de confianza basados en la cantidad y calidad de la evidencia acumulada. Esto es difícil de asimilar porque muchas veces buscamos certezas absolutas, pero en ciencia, las certezas son siempre provisionales y dependientes de la evidencia disponible.
¿Cree en la existencia de Dios o en una fuerza superior?
Personalmente, creo en Dios, pero esa es una postura estrictamente personal que, de hecho, no es inusual. Muchas personas dedicadas a la ciencia también tienen creencias religiosas. Sin embargo, como científico, mi desempeño no depende de mis creencias, soy igual de bueno o malo que cualquier otro científico, ya sea ateo, agnóstico o de otra religión. Esto es lo valioso de la ciencia: es transversal y, en principio, independiente de las posiciones filosóficas individuales. Desde mi perspectiva filosófica, considero que existe una realidad que trasciende el mundo natural, pero reconozco que el método científico no es adecuado para explorar esa dimensión. Ese ámbito pertenece a otra esfera que requiere herramientas diferentes. Para comprender la realidad material, el mundo que podemos observar y tocar, me apego estrictamente al método científico y al rigor de las ciencias, así mantengo una separación entre ambos enfoques.
¿Considera que pudo haber un componente místico en su descubrimiento?
Creo que Dios está detrás de todo lo que ocurre, incluyéndome a mí y a lo que me sucede. Puedo verlo en cualquier aspecto de la vida. Sin embargo, cuando analizo los hechos desde la perspectiva científica, lo hago dejando de lado esa interpretación. Desde un punto de vista objetivo, podría decirse que un descuido de alguien llevó a notar algo inesperado y, al prestar atención, esa observación condujo a un descubrimiento. La enseñanza aquí, independientemente de las creencias personales, ya sea en Dios o en realidades no materiales, es la importancia de estar atentos y abiertos a lo inesperado.
En ciencia, si uno realiza experimentos con un resultado predeterminado en mente, puede pasar por alto algo interesante al desechar lo que no encaja con su expectativa. Por ejemplo, Alexander Fleming descubrió los antibióticos porque notó que una placa de cultivo contaminada con un hongo tenía un área libre de bacterias alrededor de este. En lugar de descartarla, como sería habitual, investigó el fenómeno y descubrió que el hongo liberaba una sustancia que mataba bacterias, así nació la penicilina. Este hallazgo, fruto de la curiosidad y la apertura mental, marcó el inicio de la era de los antibióticos, salvando millones de vidas.
Independientemente de las interpretaciones personales sobre si estos hallazgos son fruto del azar o de algo superior, los hechos demuestran que mantener la mente abierta, observar con atención y disponer de libertad y tiempo para pensar son condiciones indispensables para el progreso y los descubrimientos. Sin ellas, el avance científico pierde su potencial transformador.
En cuanto a su trabajo en la startup B4-RNA ¿qué proyecciones tienen para el 2025?
En 2025 tenemos el desafío de aplicar nuestro método de secuenciación de un tipo específico de ARN que hemos descubierto, el cual no puede ser analizado con las técnicas convencionales. Este método se aplicará a una gran cantidad de muestras de sangre de pacientes con diferentes tipos de cáncer, incluyendo el cáncer de pulmón, vejiga y otras patologías. Nuestro objetivo es identificar qué tipo de cáncer responde mejor a este método y permite diferenciar a las personas enfermas de las sanas. Una vez que logremos esto, nos enfocaremos en esa patología para desarrollar un test de diagnóstico temprano, que sea aprobado por los ministerios de salud de varios países. Este proceso tomará al menos cinco años. Aunque el objetivo es claro, para validar un test de diagnóstico para el cáncer basado en el análisis de ARN en sangre, debemos continuar perfeccionando nuestro método para hacerlo cada vez más sensible y demostrar su efectividad.
¿Están utilizando inteligencia artificial o alguna otra herramienta tecnológica para apoyar y acelerar el proceso de validación de su metodología?
Sí, actualmente estamos desarrollando un método de secuenciación, y la principal problemática en el laboratorio de biología molecular es mejorar la secuenciación del ARN y extraerlo de manera más eficiente de la sangre. Sin embargo, a corto plazo, nuestro enfoque cambiará hacia la secuenciación de grandes cantidades de muestras de pacientes, lo que generará una enorme cantidad de datos. Este proceso se convertirá en un desafío de gestión de datos, donde la inteligencia artificial será clave para identificar patrones en las secuencias de ARN que distinguen a las personas con cáncer de las que no lo tienen. De hecho, estamos incorporando a nuestro equipo a un experto en inteligencia artificial, para reforzar la parte tecnológica.
¿Qué perspectivas hay para la implementación de estas pruebas de detección temprana en el sistema de salud?
Hay proyecciones, pero también depende de los datos. Soñamos con encontrar unas pocas moléculas que diferencien claramente a personas con cáncer de las no lo tienen. Si fuera así, se podría medir de manera económica, creando un test masivo y accesible. Sin embargo, esto es complicado, ya que, aunque se han buscado esas moléculas por mucho tiempo, es probable que el éxito venga del análisis de miles de secuencias de ARN a la vez. Ninguna secuencia por sí sola distingue de forma efectiva un cáncer temprano, pero al analizar todas las que circulan en la sangre, podemos identificar diferencias significativas. Eso es mucho más poderoso, aunque también más costoso para el paciente. Aquí entran distintas lógicas: si el objetivo es un test masivo y económico para toda la población, debe ser poco invasivo y asequible. Pero si se trata de personas con alto riesgo o aquellas que ya han sido operadas y requieren seguimiento para detectar recurrencias, el costo del test podría ser mayor, ya que el ahorro para el sistema de salud al prevenir metástasis sería significativo. En definitiva, la implementación dependerá de los datos y de cómo evolucionen los resultados.
¿Cree que será posible encontrar una cura utilizando ARN para enfermedades como el Alzheimer o las autoinmunes?
El ARN como molécula terapéutica está siendo ampliamente investigado, especialmente con las vacunas de ARN mensajero para el covid-19. Esta tecnología se aplica a un amplio rango de enfermedades, con ensayos clínicos en curso, y se espera que en los próximos cinco años veamos tratamientos basados en ARN mensajero para diversas patologías. Actualmente, existen cerca de 10 fármacos aprobados que utilizan ARN, aunque no necesariamente ARN mensajero, sino ARN corto. Desde 2016, la terapia con ARN ha crecido de manera significativa y continuará expandiéndose, seguramente veamos un aumento en los medicamentos basados en ARN debido a sus numerosas ventajas. Por ejemplo, en enfermedades que requieren proteínas que el paciente no produce, el ARN mensajero les indica a las células del cuerpo que fabriquen la proteína, lo que resulta más eficiente y económico que producir la proteína artificialmente y luego administrarla al paciente.
¿Es posible que la tecnología del ARN se esté utilizando en medicina estética, por ejemplo para estimular la producción de colágeno? Se habla mucho sobre personalidades del espectáculo que lucen más jóvenes que hace 20 años. ¿Puede estar allí la fuente de la juventud?
La investigación sobre el envejecimiento celular es un campo emergente que hace 15 años no existía. Hoy en día, es un área clave con importantes inversiones. El envejecimiento celular está relacionado con diversas enfermedades, y se investiga cómo evitarlo o retrasarlo para mejorar la calidad de vida de las personas. Aunque hay un envejecimiento cronológico, también existe lo que se llama “edad celular”, que indica cuán jóvenes son realmente nuestras células. Algunas personas envejecen más lentamente que otras, lo que ha impulsado la investigación para entender estos procesos.
En California, hay un gran interés en este campo, y es posible que algunos fármacos experimentales estén siendo distribuidos clandestinamente en ciertos círculos, aunque no tengo evidencia concreta de ello. La industria estética también ha crecido, especialmente entre aquellos que buscan mantener una apariencia joven como activo social. El gasto en productos y procedimientos estéticos ha aumentado, notoriamente, y seguramente haya más dinero invertido en investigación de aging que en la cura del cáncer o de enfermedades cardiovasculares, que siguen siendo la principal causa de muerte a nivel mundial, pero si se logran avances significativos en este ámbito, podría tener un impacto importante no solo estéticamente, sino también en la salud en general, ya que es claro que el envejecimiento se correlaciona con más enfermedades, eso es innegable.
¿Qué mensaje tiene para los jóvenes que buscan abrirse camino como científicos?
Creo que el requisito más importante para una carrera científica es la curiosidad. Aquellos que tienen la motivación de entender y descubrir lo que hay detrás de los fenómenos son los que mantienen el impulso, incluso cuando enfrentan dificultades. La curiosidad genera pasión, y esa pasión es un motor muy fuerte que compensa lo que uno no sabe o las materias que le cuestan.
Aunque puede haber otras motivaciones como la fama o el ego, la verdadera fuerza proviene de la curiosidad por entender el mundo. La historia de los avances científicos está llena de personas curiosas que, a través de su deseo de entender, han generado grandes descubrimientos. La curiosidad es algo que todos tenemos de forma natural cuando somos niños, sin embargo, a medida que crecemos, perdemos esa capacidad de asombro debido a los estímulos constantes que recibimos. Esto va en detrimento de la ciencia, ya que un resultado inesperado solo puede ser comprendido con una mente abierta. Mi consejo sería no perder de vista esa motivación inicial que nos lleva a la ciencia. A veces la presión del sistema académico, centrada en publicar o en avanzar rápidamente, puede ser desalentadora, así como la falta de financiamiento para llevar adelante proyectos. Sin embargo, lo realmente importante es recordar por qué comenzamos este camino y seguir conectando con esa curiosidad que tuvimos cuando éramos niños, porque es lo que realmente nos impulsa.
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