El director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), Ignacio Munyo, dijo que no espera una variación brusca en el tipo de cambio con la llegada del próximo gobierno. En diálogo con La Mañana, sostuvo también que sería “un error muy grande aumentar la carga tributaria para tener más recursos, también aumentar la deuda”.
¿Cómo estima que va a encontrar el nuevo gobierno la situación económica en general del país?
Si uno observa los números del crecimiento del PBI en la última década, el promedio en la economía uruguaya ha sido 1%, que es el mismo número desde 1985. En aquellos años, en los cuales el viento no sopló ni a favor ni en contra, se señala que esa era la “velocidad crucero” en la que crece la economía del país. Cuando Uruguay crece más, es porque hay un contexto internacional con demanda de alimentos o tasas de interés bajas, que favorecen el ingreso de inversiones y de capitales y, por lo tanto, de financiamiento del Estado. Cuando eso se va para el otro lado, o sea cuando suben las tasas y bajan los precios, Uruguay no crece, crece poco o cae, como ya ha pasado entre 1998 y 2002. De esta manera, se puede decir que cuando el mundo está tranquilo, Uruguay tiene una velocidad de crucero muy baja, que es su potencial propio de crecer con base en condiciones internas, o sea 1%. Esa es la realidad actual del país, dado su estructura de funcionamiento, la normativa, regulaciones y las condiciones de funcionamiento en los mercados que existen en Uruguay.
Frente a esta realidad, ¿qué se espera para este año en materia económica?
Se espera un crecimiento económico estimado por los mercados entre 2% y 3%, porque los precios internacionales no están mal. Argentina ha colaborado con el ajuste interno de precios para ser de nuevo competitivo y han llegado más turistas argentinos, para una temporada que ya es mejor que la del año pasado. La frontera del litoral se ha recuperado y por lo menos empezó a dejar de sufrir la sangría del año pasado de consumo de uruguayos en Argentina por la diferencia de precios.
Aparte de esto no hay ningún fundamento interno para crecer más de lo estimado. La rentabilidad de la inversión en Uruguay es baja por los altos costos de producir. Uruguay se ha vuelto un país estructuralmente caro. Llámese atraso cambiario o como se le quiera llamar, pero acá es caro producir. Cuando se habla de producir en Uruguay tiene que haber una comparación con el exterior. El mercado interno no es de una magnitud relevante como para olvidarse que todo el crecimiento de la economía uruguaya depende del mercado externo. Y, a su vez, la competencia de los productos importados es importante también en el mercado interno. Por lo tanto, el ser caro es un factor condicionante de la situación futura de Uruguay.
¿Considera que puede existir alguna modificación en el precio del dólar este año?
No vemos en el horizonte del nuevo gobierno un cambio sustancial en el tipo de cambio. No pensamos que esté en la agenda una devaluación o un cambio sustancial en el régimen de flotación que ha tenido el país desde el año 2004 hasta la fecha. Por lo tanto, para que exista rentabilidad para producir en el Uruguay, hay que hacer reformas internas que vuelvan más competitivo al país. Muchas de ellas vienen de la mano de cambios regulatorios y normativos, que hay que revisar, modernizar y simplificar para que esos sobrecostos que se generan se liberen y hagan viable la producción.
Esos cambios, ¿hacia dónde deberían apuntar?
Son muchos y cada sector tiene sus peculiaridades. Pensamos que se debe revisar la gestión del Estado. O sea, la eficacia y eficiencia del Estado, en su capacidad de regular y en su capacidad de efectuar servicios. El Estado tiene un tamaño ya demasiado elevado y no hay espacio para que siga creciendo. El Estado que tenemos, que funciona con un financiamiento tributario muy elevado para la población y para las empresas, tiene que ofrecer un mejor servicio al sector productivo y a la sociedad en general. A su vez, es necesario un marco regulatorio que simplifique y facilite el funcionamiento del Estado, cuidando los estándares ambientales y sociales, que han sido una tradición histórica de Uruguay. Pero ese marco regulatorio no puede ser una tranca excesiva y a veces inexplicable, como le está pasando desde hace tiempo a muchos sectores productivos.
Una de las propuestas que se ha mencionado en el entorno del futuro gobierno es una transformación del IVA hacia un IVA personalizado. ¿Considera que eso puede ayudar de alguna manera a la economía en general?
No creo que sea una de las reformas relevantes que Uruguay debería encarar. No tengo estudiado el impacto que puede tener desde el punto de vista recaudatorio, ni tampoco desde el punto de vista de la equidad. Habría que ver exactamente los detalles, que no se han establecido de forma oficial por parte de las autoridades electas. A priori, lo que uno puede decir es que enfrascar la discusión e ir hacia un debate sobre el IVA personalizado, cuando tenemos otros frentes para tratar, no creo que sea la mejor opción y que vaya a solucionar demasiado la situación en general. Hay que ver cuánta nueva recaudación implicaría y cuánto afectaría ese incentivo para producir y para vivir en el país. No está claro. No se ha presentado nada al respecto, entonces no podemos saberlo. Pero yo lo que sí puedo decir es que hay una agenda importante a nivel de simplificación regulatoria en materia productiva en la cual es necesario avanzar. Esto incluye un área clave que es la regulación laboral, sobre la cual no ha habido cambios sustanciales en los últimos años, más allá de lo contenido en la LUC con respecto a la regulación de las ocupaciones y los piquetes. Eso fue un avance importante para introducir en la normativa laboral. Después habría que examinar el funcionamiento de los Consejos de Salarios y, por ejemplo, cómo se determinan los aumentos salariales, las condiciones de trabajo y cómo se organizan las categorías de empresas por rubro. Ahí hay un frente gigantesco que tiene que ver con el futuro del trabajo y la productividad. Creo que eso es muchísimo más relevante que poner el foco de discusión en analizar un IVA personalizado.
¿Por dónde piensa que va a pasar la gestión de la administración Orsi en materia de gasto?
En los programas de todos los partidos había coincidencia en necesidades importantes del país de invertir en áreas claves, como seguridad, primera infancia, pobreza infantil, educación y salud. O sea, todo eso implica nuevos recursos que no existen. No hay capacidad de generar nuevos gastos, sin sacar recursos de otros sectores que están ya asignados en el gasto público. Por lo tanto, va a ser fundamental ver en detalle la Ley de Presupuesto que con plazo al 31 de agosto tiene que enviar el nuevo gobierno al Parlamento. Ese va a ser un hito relevante del gobierno que asume porque quedarán claras las prioridades, ante una realidad de recursos públicos escasa y, a nuestro entender, sin capacidad ninguna de que crezcan. Sería un error muy grande aumentar la carga tributaria para tener más recursos, también aumentar la deuda. Uruguay ya tiene un alto nivel de deuda pública y por más que tenga acceso al financiamiento, endeudarse más para generar más gasto sería contraproducente por varias razones. Primero, llegaríamos a niveles preocupantes de deuda (estamos en niveles elevados) y, a su vez, porque esto ha sido una de las causas de encarecimiento del país. En la apreciación del peso uruguayo ha contribuido el ingreso de financiamiento del exterior. Entonces, hay que ser muy cuidadoso en la asignación de los nuevos recursos, sabiendo que existen dentro del Estado enormes ineficiencias que hay que poder enfrentar con decisión política.
La devaluación de Brasil y Donald Trump
¿Cómo ve la situación de Brasil, que está pasando por un ajuste fiscal?
Brasil es un mercado tremendamente importante para Uruguay. Por momentos es nuestro principal destino de exportación. Está viviendo una coyuntura complicada desde el punto de vista fiscal, con un déficit en niveles altísimos, que ha generado preocupación en los mercados internacionales. Eso implicó la necesidad del gobierno de presentar a fines del año pasado un plan de ajuste, que no convenció a los mercados y se sigue cuestionando su viabilidad. La realidad es que Brasil, a pesar de estas dudas, no está al borde de una crisis o un colapso, y sí de un crecimiento bastante menor de lo que venía teniendo el año pasado. No es un motor que nos va a llevar puestos, que nos va a arrastrar. Lo que sí está claro es que con la devaluación que tuvo en el segundo semestre del año pasado la competitividad está en niveles complejos. A Uruguay esa devaluación lo deja caro en comparación con Brasil. Hay un indicador que se ha visto, en la temporada turística, con la presencia de menos brasileños. También se observa que la producción uruguaya frente a Brasil empieza a volverse menos competitiva y hay menos incentivos para concentrar esfuerzos en vender al mercado brasileño, más allá de las facilidades que ofrece el Mercosur. Un ejemplo es que se aprobó por parte del actual gobierno que se pueda producir en las zonas francas en Uruguay, con condiciones especiales para vender a Brasil, pero eso no ha tenido una significación relevante y está vigente desde hace casi tres años. A pesar de la exoneración tributaria, sigue siendo difícil producir en Uruguay para vender en Brasil por lo caro que es el país.
¿Qué opinión le merecen las medidas que está tomando Donald Trump, cómo pueden impactar a nivel global y en Uruguay?
Siempre hay que tomar con pinzas lo que dice y lo que hace, porque no es lo mismo. Son muy distintos los hechos concretos que se producen de los anuncios, ya que muchas veces se utilizan los anuncios para negociar o como amenaza, para que después se generen determinados resultados. Todos los anuncios que se hicieron de aumento de tarifas con números específicos, hay que ver cómo se terminan y cuándo se van a concretar. Claramente, es un líder muy activo, muy negociador. La América Latina que le preocupa a Trump y al gobierno actual de los Estados Unidos no es Uruguay, que no tiene un tema migratorio con ese país y que es la principal preocupación de Trump. Uruguay tiene un mercado muy importante en Estados Unidos y tiene posibilidades de mejorar su ingreso, en la medida que se generen las condiciones políticas. Recordemos que en la administración Biden un grupo de congresistas americanos, tanto republicanos como demócratas, llevó al Congreso una propuesta para darle a Uruguay un lugar de ingreso especial a Estados Unidos con sus productos. Este proyecto aún no ha sido tratado por el congreso norteamericano y sabemos muy bien que Uruguay está en la lista de “amigos” del gobierno norteamericano. Sería una pena muy grande no poder aprovechar esta condición para el beneficio de Uruguay, sabiendo lo que implica el mercado norteamericano, no solo para venderle bienes como la carne sino también servicios. Uruguay exporta servicios de tecnología de la información a Estados Unidos, que han crecido muchísimo y no tienen techo para seguir creciendo. Esto ha permitido desarrollar la industria del software en el país, siendo hoy uno de los principales sectores productivos. Uruguay tiene una realidad diferente a lo que es América Latina y va a ser muy importante la gestión que pueda tener el futuro embajador de Estados Unidos, y hay que tener claro que el embajador que está enviando Trump a Uruguay es una persona que conoce muy bien el país.
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