Quizás uno de los vicios o defectos más graves del que puede acusarse a Uruguay es su tendencia al “aldeanismo”, es decir, una visión centrada en lo propio y estrecha o limitada del mundo. Su ubicación geográfica periférica, distante de los grandes conflictos globales, seguramente influye.
Sin embargo, a través de la diplomacia los uruguayos hemos desarrollado eficazmente una vía de escape de la aldea. Destacados integrantes de esa tradición diplomática no solo han posicionado a Uruguay en el mundo, sino que han acercado al mundo a nuestro país. Además, solemos referirnos como “embajadores” a todos aquellos uruguayos que destacan internacionalmente, ya sea en el arte, el deporte o en otras áreas.
Como ha subrayado el CN (r) Carlos M. Gatti, las misiones de paz son una “una herramienta de política exterior y de inserción internacional para nuestro país”. En este sentido, recuerda que la primera participación de Uruguay en una misión de este tipo se remonta al año 1930, cuando intervino en el Chaco Boreal debido al conflicto entre Bolivia y Paraguay y luego desde 1952, ya bajo bandera de Naciones Unidas, estuvo presente en India y Pakistán y posteriormente en muchos otros países.
Con más de tres décadas de participación en misiones de paz de los cascos azules de la ONU, los 50.000 militares uruguayos destinados a los más diversos conflictos han cumplido sus tareas con profesionalismo, coraje y humanidad, reconocidos dentro y fuera de fronteras. No obstante, el soldado uruguayo sigue siendo relegado salarialmente y muchos viven en condiciones de pobreza.
Encuestas han revelado que 8 de cada 10 uruguayos se manifiestan de acuerdo con la participación del país en misiones de paz y que casi el 60% de los uruguayos valora positivamente la contribución de las Fuerzas Armadas al prestigio internacional del país. No son cifras nada despreciables, sobre todo cuando todavía existen sectores políticos dedicados permanentemente a denostar a los militares con consignas de odio.
Las mismas encuestas difundidas por el Ministerio de Defensa hace un año, indican que la mayoría de la población recuerda principalmente la misión en el Congo, donde actualmente hay desplegados cerca de 700 soldados uruguayos. Nuestro país participa allí desde el inicio del siglo, al principio extendido en todo el país y con foco en la capital Kinshasa, situada en la costa del Océano Atlántico, mientras que desde 2007 el esfuerzo se concentró en la región de los Grandes Lagos, en la frontera con Ruanda. Este empuje sobre el este del país es señalado como un indicador relativo de éxito de la misión de paz, a pesar de que la situación política e institucional es muy precaria. También se mencionan positivamente cambios en la infraestructura, en las comunicaciones y el comercio, así como la propia integración de Congo a la Unión Africana.
Estaba previsto que en diciembre de 2024 finalizara la misión de Naciones Unidas en el Congo y el plan venía ejecutándose con algunos retrasos, aunque todo estaba sujeto a que se cumplieran ciertos objetivos vinculados al traspaso a fuerzas del gobierno congoleño y asegurar la protección civil. Uruguay iba a ser uno de los últimos contingentes en retirarse, pero apenas pudo hacerlo parcialmente. Pero la situación se ha ido deteriorando y ahora cambió radicalmente.
El Batallón Uruguay IV se encuentra en la complicadísima frontera de Congo y Ruanda, en una región donde se mezclan grupos armados de etnias y sub-etnias, del radicalismo religioso, organizaciones tribales y mercenarios. El grupo armado más influyente es el 23 de Marzo (M23), surgido en el año 2012, que ganó territorio y llegó a apoderarse de la ciudad de Goma, aunque luego la presión internacional y la ofensiva congoleña le obligaron a replegarse e incluso disolverse, hasta que en el 2021 volvieron a tomar las armas denunciando el incumplimiento de acuerdos.
Hasta ahora el M23, salvo excepciones, no se ha había enfrentado directamente a las Naciones Unidas, aunque sí había obligado a realizar movilizaciones y puesto en serio peligro a los integrantes de las operaciones de paz. Desde el pasado jueves, los rebeldes avanzaron violentamente en territorio congoleño sobre la localidad de Sake, cerca de Goma, provocando la respuesta de las fuerzas armadas del Congo. Un ataque deliberado del M23 provocó la muerte del soldado uruguayo Rodolfo Álvarez del grupo de Escuadrones de Caballería y ya suman ocho compatriotas heridos en los enfrentamientos.
La Cancillería uruguaya condenó los ataques del grupo armado M23 y expresó que los ataques contra cascos azules pueden constituir crímenes de guerra conforme al Derecho Internacional. Además, la delegación de Uruguay ante la ONU hizo un llamado al Consejo de Seguridad, y en particular a aquellos miembros con influencia directa en la región, a redoblar esfuerzos para alcanzar un cese al fuego inmediato en la zona. “Para el gobierno uruguayo resulta evidente que una solución sostenible a la actual crisis en el este del Congo no pasa por las acciones militares sino por una solución política y en ese sentido resulta imperativo que las negociaciones en los marcos de los Procesos de Luanda y Nairobi se renueven y se traduzcan en avances concretos”, indicó el comunicado.
Lecciones lejanas
Los amargos acontecimientos de estas horas han suscitado una atención mayor de la habitual en el Congo y países aledaños. Incluso muchos reclamos genéricos a través de las redes sociales apuntando que la prensa normalmente no informa suficientemente sobre lo que sucede en aquella parte del mundo. Este es un llamado de alerta que no debería pasarse por alto por los medios uruguayos.
Hay un enorme conocimiento acumulado sobre lo que pasa en el Congo, sobre la geografía, la historia, la política, la economía, la religión, los conflictos, la cultura y la sociedad. Y esto es válido para otros destinos en los ha participado nuestro país. También en el intercambio y la convivencia con soldados y personal de otros países de todos los continentes. Sin embargo, podrá haber excepciones, pero no es valorado como se debería en la prensa y en el sistema educativo uruguayo.
Desde el semanario La Mañana también asumimos la cuota de responsabilidad que corresponde. No obstante, quizás por ser un medio que no tiene prejuicios respecto a la institución militar, en los últimos años se ha realizado un continuo seguimiento y una cobertura de la misión del Congo, a través de varias entrevistas con los protagonistas, de ayer y de hoy.
Lo importante de trascender la mera noticia o lo anecdótico implica un esfuerzo por adentrarse en el contexto histórico y geopolítico en el que se desarrollan los hechos. En el caso del Congo pasará por entender las consecuencias de la Conferencia de Berlín de 1884, en la que las potencias coloniales realizaron el reparto de África, con fronteras artificiales que no respetaban las realidades étnicas y culturales de las poblaciones locales. Y del modelo que se impuso desde los tiempos de la corona belga, con un primer genocidio a fines del siglo XIX, hasta la actualidad, con la explotación del marfil, el caucho y los minerales, ni que hablar del tráfico de esclavos en diversas épocas.
También implica reexaminar lo que sucedió en el Congo en el período de la “descolonización” de mediados del siglo XX, en especial el significado del liderazgo de Patrice Lumumba y su nacionalismo congoleño, precursor de la integración africana, frustrado por las intrigas de servicios extranjeros y su espantoso asesinato, que mantuvieron la balcanización y el tribalismo.
Desde luego, exige comprender cómo la comunidad internacional fue incapaz de evitar un segundo genocidio, el de Ruanda en 1994, con conflictos étnicos aprovechados y azuzados por terceros países que provocaron una catástrofe que se perpetúa. La contracara son los enormes esfuerzos por alcanzar justicia y paz, donde no se libró todo a la justicia internacional, sino que se contemplaron también sistemas de justicia comunitarios con elementos de justicia restaurativa.
El embajador pakistaní en la ONU sostuvo que “se debe abordar la raíz” del conflicto en el este del Congo, que es “la explotación ilegal de sus recursos naturales”. La zona es un centro comercial y de transporte, donde hay ciudades cercanas que suministran oro, estaño y coltán, que son fundamentales para las baterías de vehículos eléctricos y para los celulares. A todo esto, Ruanda, a quien se acusa de patrocinar el grupo M23, lleva adelante una potente estrategia en la región y hasta con vínculos directos del presidente Kagame con el club inglés Arsenal y con la familia real catarí dueña del Paris Saint Germain, que promueven en sus camisetas y estadios “Visit Rwanda”.
Las riquezas minerales congoleñas son codiciadas por los vecinos, pero principalmente por potencias como China y Estados Unidos. Un artículo reciente del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos alerta que China domina el mercado global del cobalto, un mineral crítico para tecnologías avanzadas como baterías de alta capacidad y aleaciones aeroespaciales, esenciales para aplicaciones militares y comerciales. Además, subraya que el ferrocarril Tan-Zam, financiado por China en la década de 1970, conecta Tanzania y Zambia y actualmente facilita la exportación de cobalto desde Zambia. Este proyecto, considerado un éxito de la inversión china en África, refuerza las relaciones de Beijing con la región y podría extenderse para extraer recursos desde Katanga, en la República Democrática del Congo. Esto lo convierte en un competidor directo del plan estadounidense de canalizar recursos hacia el puerto de Lobito, en Angola, en un esfuerzo por contrarrestar la influencia china.
Estamos seguros de que desde Uruguay podemos aprender muchas lecciones de compatriotas con vasta experiencia, inmersos en distantes conflictos que, sin embargo, nos explican mucho sobre la historia y la geopolítica actual. Y también es una buena oportunidad de reconocer a esos soldados, más que con palabras, con acciones concretas.
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