Ignacio Bartesaghi, consultor especializado en comercio internacional y profesor de la Universidad Católica, considera que Uruguay debe comenzar a buscar consenso en diferentes áreas frente a cambios regionales que pondrán al país en desventaja. En diálogo con La Mañana, el economista no descartó que Estados Unidos realice un TLC con Argentina a modo de apoyo por parte de Trump a Milei y un golpe indirecto al presidente de Brasil, Lula da Silva.
¿Qué perspectivas observa para Uruguay este año, teniendo en cuenta que hay cambio de gobierno?
Siempre los cambios de gobiernos generan cierta incertidumbre, pero existe por parte del nuevo equipo económico una idea de transmitir continuidad, sin grandes cambios. Desde el punto de vista interno, por lo menos en el primer año, se menciona que no se van a subir impuestos y no están planteados cambios de reglas de juego muy relevantes. En principio, diría que no se esperan, desde el lado de la política económica, cambios abruptos. Después hay discusiones que están pendientes y que hay que ver cómo se resuelven, por ejemplo, el tema de la edad de retiro para las jubilaciones, la presión impositiva que va a estar en discusión y los beneficios fiscales, que pueden tener implicaciones en las inversiones. Hay debates que me parece que todavía están inacabados, pero aparentemente el mensaje del ministro de Economía designado es dejar esos debates para más adelante y dar una señal de continuidad en el primer año.
Estas situaciones se dan en un marco donde una empresa multinacional –Yazaki– se ha retirado del mercado y otra reduce personal –Isusa–. ¿Qué puede suceder en materia empresarial durante este año?
Se debe dar la discusión del costo país y de la flexibilización del régimen laboral y eso no significa sacar derechos adquiridos. Estos temas de rigidez laboral, costo país y los problemas asociados a la burocracia, en algún momento hay que discutirlos, ya que afectan a las empresas. En el caso de Yazaki, agencias japonesas ya vienen alertando hace mucho tiempo el problema de productividad y competitividad en Uruguay. No es nuevo y otras empresas se han ido por esa razón. Ya de por sí Uruguay es un país caro, pero además se le agrega la rigidez laboral y un poder de sindicalización muy fuerte. Esto afecta a industrias como las de autopartes, que tienen compromisos que se deben cumplir a tiempo, ya que se necesitan esos productos para culminar el armado de un vehículo. Pero nada de esto es nuevo, se escucha desde hace tiempo. Y en medio de toda esta situación, los sindicatos plantean al presidente electo, Yamandú Orsi, la reducción de la jornada laboral. Eso demuestra que hay una discusión muy alejada entre lo que plantean los sindicatos y la realidad de las empresas. Hay una desconexión muy fuerte.
Las empresas uruguayas pueden tener más o menos paciencia, pero en las multinacionales las decisiones se toman en la casa matriz. Este es un tema que preocupa y genera una tensión que el gobierno de Orsi va a tener que administrar. Evidentemente, los sindicatos muy asociados a la izquierda tienen más poder en períodos de gobiernos de izquierda y en ese sentido los reclamos se van a venir. ¿Se va a seguir aumentando la presión a los empresarios en términos laborales? Si es así, puede haber más casos de salida de empresas. Uno no imagina una salida masiva de empresas, pero preocupa el mensaje de que en Uruguay hay sindicatos muy fuertes, es caro y no tiene acceso a mercados, ya que tampoco es un país muy abierto al mundo. Además, hay un sector del Frente Amplio que discute las exenciones fiscales para captar inversiones. La pregunta es: con todas esas condiciones, ¿cómo podrá Uruguay captar inversiones en el futuro?
Los cambios de Yazaki e Isusa, ¿pueden ser decisiones antes de que asuma el nuevo gobierno?
Son muy importantes los mensajes y las primeras medidas que tome el gobierno cuando asuma. Orsi tiene un equipo económico que busca dar certezas al mercado y a las empresas. Me parece que eso le preocupa. La respuesta que ha dado a los empresarios con los que se está reuniendo tiene que ver con la continuidad y así evitar que ocurran este tipo de situaciones. Pero esa tensión se va a dar. Existe una parte del Frente Amplio que tiene reivindicaciones muy fuertes en lo laboral y que muchas veces van en contra de sostener el crecimiento del país. Si se sigue adelante con la rigidez laboral y evitando la reforma del Estado, llega un momento que se afectará el desarrollo del país. El presidente de República tiene que manejar la situación y ver hasta dónde se llega.
¿Cómo queda actualmente Uruguay parado, considerando la situación de Brasil y Argentina?
Uruguay sigue siendo un país con estabilidad política, con una democracia muy sólida y no tiene las complicaciones políticas y sociales de, por ejemplo, Argentina. Pero está claro que Argentina está tomando medidas desregulatorias para transformarse en una economía más abierta, que hace que las diferencias con Uruguay se acorten un poco. El presidente Javier Milei plantea levantar el “corralito” este año. Tienen dificultades económicas y van a demorar años en recuperar la confianza que han perdido por todo lo que ha pasado en este tiempo. Pero los incentivos para captar inversiones han mejorado. Es un competidor que se le agrega a Uruguay. Lo mismo sucede con Paraguay, que ha mejorado la credibilidad jurídica y la institucionalidad. Hoy tiene costos de producción mucho más baratos y no tiene los problemas laborales de Uruguay, en el sentido de la sindicalización y ni hablar los costos impositivos. Chile también ha recuperado su confianza, después de un proceso muy complejo. Todo eso hace que existan más competidores en la región. O sea, Uruguay ya no es una isla en América Latina. Cada vez hay más competidores y, si no nos movemos, algunas empresas pueden tomar la decisión de cambiar de país. Entonces, ¿estamos teniendo las discusiones que hay que tener o seguimos dando vueltas en círculos?
¿A qué tipo de discusiones hace referencia?
Hay algunas que no tendrían que ser discusión, sino consenso. Por ejemplo, la reforma de las jubilaciones y la educación. Hay un consenso relativo en el tema de seguridad, pero no hay consenso en el rol del Estado. Uruguay progresivamente muestra una grieta creciente en las definiciones de algunos temas centrales para el futuro del país. Si esos consensos no se producen, Uruguay va a quedar estancado en su crecimiento, donde ya tenemos problemas.
¿Cómo puede afectar a Uruguay la política del presidente de Estados Unidos, Donald Trump?
En principio no se está imaginando que Trump golpeé directamente a Uruguay. Si mantenemos cautela política y teniendo en cuenta el perfil del embajador que Trump va a enviar a Uruguay, estamos pensando en que somos amigos de Estados Unidos. Tenemos que intentar no salir de ese lugar y eso implica mucho silencio y pasar desapercibido. Trump está negociando con México, Canadá, China y la Unión Europea y puede poner los ojos en Brasil. Ahí el punto es cómo se posiciona Uruguay, que tiene comercio con EE. UU. e inversiones. Hay que seguir de cerca a Milei y su relación con Trump, con Elon Musk y con el secretario de Estado, Marco Rubio, para ver si ahí surge alguna oportunidad. Hay que ser hábil y pragmático y beneficiarse de la posición de Milei en referencia a la flexibilización del Mercosur. Tenemos que evitar un alineamiento estratégico con Brasil. El gran error de Uruguay sería hacer eso, lo cual nos dejaría en una situación incómoda con Trump. También nos alejaría mucho de Milei. No hay que llamar mucho la atención y seguir adelante con las discusiones que Uruguay necesita.
¿Es posible que Argentina firme un tratado de libre comercio con Estados Unidos?
Milei lo tiene pensado. El punto es sí lo puede conseguir y cómo calza eso con la política proteccionista de Trump. No hay ningún TLC en puerta en el caso de la administración Trump. ¿Va a haber uno y solo con Argentina? Esa es una primera duda y hay que preguntarse si es viable. Tal hecho generaría un impacto en el Mercosur y un golpe muy fuerte a Brasil como líder de la región y a Lula en particular. Recordemos que más allá de la buena relación con Lula por parte de Lacalle Pou y Orsi, Uruguay quería avanzar en un TLC con China y Lula dijo que no.
¿Podría ser que Trump apoye a Milei con un TLC y se convierta en su punta de lanza para entrar en la región, teniendo en cuenta que nombró a Marco Rubio, un latino, como su canciller?
Totalmente. También puede entrar por Paraguay, con quien tiene un buen vínculo, y hay que ver qué pasa con Ecuador y sus elecciones. Pero tal movimiento sería por parte de Trump un golpe político al tener en Milei un socio clave y, además, un golpe indirecto a la izquierda latinoamericana, especialmente representada por Lula. Yo no me atrevo a descartar que EE. UU. termine realizando un TLC con Argentina. Pero Milei, con un movimiento de este tipo, tendría un gran debate con el sindicalismo argentino y las empresas. La relación de Argentina con Brasil es muy sólida y muchas empresas argentinas viven de exportarle a Brasil. Después está la discusión de si puede irse del Mercosur y tener los votos en el Congreso necesarios para la aprobación de acuerdos internacionales.
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