Hugo Polcan nació en Buenos Aires, donde estudio filosofía y psicología. Su convicción acerca del peso de los valores humanos fundamentales y las cuestiones éticas lo ha llevado a desarrollar una fecunda carrera, integrando en la psicología social, elementos de la fe católica, la filosofía, la ética y la política. Para conocer más de su trayectoria, así como profundizar en su visión de los desafíos y posibilidades que traviesan nuestras sociedades, conversamos con él en Buenos Aires.
A lo largo de su incansable compromiso con lo que define, nada más ni nada menos, que “hacer más feliz al hombre”, con actitud de humanismo profundo influido por Erich Fromm y Romano Guardini, Hugo Polcan ha ejercido la psicoterapia al mismo tiempo que la docencia y la consultoría privada. También ha sido autor, entre otras obras, de El rol del psicólogo, Psicología de las instituciones, y Política para todos, en coautoría con Miguel Ángel Espeche Gil, además de honrar las páginas de La Mañana con sus frecuentes colaboraciones.
¿Cómo fueron sus inicios, a caballo entre la filosofía y la psicología?
Desde muy temprano me interesaron las cuestiones humanas. Después del bachillerato cursé filosofía, pero fui descubriendo que no me interesaban tanto los aspectos abstractos o las grandes ideas, sino cómo hacer que la gente fuera más feliz. Y poco a poco descubrí la importancia de la psicología. Pero todavía era una especialidad no formalizada. Se la tenía como una ciencia más bien del área de la pedagogía y un poco vinculada a la selección de personal. Era la década del 60. Existía una carrera, que surgió como amparada por el psicoanálisis, el cual estaba de moda y era ejercido solamente por médicos que habían hecho su formación psicoanalítica. La psicoterapia era exclusivamente con método psicoanalítico, de tal manera que se convirtió en un grupo cerrado, bastante elitista y casi una ideología. El psicólogo solamente podía ejercer la toma de pruebas psicométricas, pero no hacer psicoterapia.
¿Cómo se dio su aproximación laboral a la psicología?
Yo había tenido una pequeña formación en psicología en una institución privada que enseñaba la toma de pruebas psicométricas. Entonces, mientras hacía la carrera y hacía mi formación psicoanalítica, que era privada y se hacía con algún psicoanalista, me dedicaba a la selección de personal. Estaban muy de moda los grupos de estudio que hacían los psicólogos porque no podían entrar a la asociación psicoanalítica por no ser médicos. Es decir, en contra de la opinión de Freud, quien decía que cualquiera que estuviera bien capacitado en el psicoanálisis podía ejercerlo aunque no fuera médico, los psicoanalistas argentinos se convirtieron en esa época en una élite, ya que exclusivamente ellos podían ejercer psicoterapia. Hasta que en algún momento se oficializó la carrera y me matriculé. Mi formación en psicología fue a través de la carrera y la psicoanalítica a través de mi propio análisis y cursos de estudio con psicoanalistas. Ahora bien, yo tenía mi formación filosófica, entonces también tenía mi evaluación crítica del psicoanálisis.
¿Cuáles eran esos puntos de divergencia con el psicoanálisis?
El psicoanálisis comenzó siendo una técnica de curación de la neurosis, una psicología aplicada. Era muy específico, lo ejercían Freud y sus discípulos, exclusivamente. Era una ciencia aplicada que se convirtió en una ciencia psicológica, una teoría de la personalidad. Ya no era solo una aplicación, sino una ciencia independiente, autónoma. Y yo encontraba que tenía unos cuantos defectos propios de la ciencia modernista: un trasfondo biologista, individualista y mecanicista. No había una psicología con mentalidad social, era propia de una élite. El psicoanálisis se convirtió en una metafísica, una filosofía con una idea del ser del hombre. Y ahí lo encuentro muy pesimista y primitivo. La idea de que existen un instinto de vida y uno de muerte, y que finalmente triunfa el instinto de muerte es una visión simplista del hombre. Hay mucho pesimismo detrás de todo eso.
Con el tiempo empezaron los cismas dentro del psicoanálisis. Apareció, sobre todo, Pichon-Rivière, psicoanalista importante que rompió con el psicoanálisis y se consideró psicólogo social. En Argentina había habido un furor psicoanalítico como no se había visto había en el mundo. Pero poco a poco también empezaron los cismas. Surgieron psicólogos que se abrieron a la psicología social al amparo de dos discípulos de Pichon-Rivière: Fernando Ulloa y José Blejer, muy buenos psicoanalistas, también con buena formación psicológica.
En ese marco, yo hacía selección de personal, asesorando a empresas. Pero mi interés especial siempre ha sido la psicoterapia, y diría que una psicoterapia ecléctica, tomando lo que me parecía bien de otras escuelas, con una visión no individualista. Siempre me interesó que la psicología no fuera teórica sino práctica. La psicología es un arte más que una ciencia. Un arte significa cómo actuar y una ciencia, cómo pensar. Para mí, si la psicología sirve de algo es para ayudar a las personas a ser más felices, simplemente. Y como la vida humana es esencialmente vincular, toda conducta es vínculo. Toda psicología es, de alguna manera, psicología social.
¿Cuáles son los principales postulados de la psicología social?
Existe un sistema de funcionamiento que es el individuo. Esa sería una psicología individual. Pero el individuo siempre está vinculado, vive en grupos, no hay un individuo aislado en la luna. Psicología individual y psicología grupal tienen, entonces, sistemas un poco diferente, pero aunados. La psicología grupal tiene sus propias leyes. La educación, por ejemplo, la empresa, los grupos de capacitación son todos ámbitos de la psicología grupal, no necesariamente psicoanalítica.
En el caso de la psicología de Pichon-Rivière se formaban los grupos operativos, no para enseñar psicología grupal, sino para transformar grupos. Y se formó también una psicoterapia grupal. Porque, finalmente, la cultura del homo social tiene reglas psicológicas, también procesos psicológicos como el autoritarismo y el prejuicio. En ese tiempo, descubrí un autor que fue la guía definitiva para toda mi vida intelectual: Erich Fromm, quien cortó con el psicoanálisis tradicional e integró la psicología del psicoanálisis con la sociología. Él postula que el individuo es eminentemente social. También hace un análisis de las culturas.
En uno de sus artículos habla, en ese sentido, de la existencia de un capital social.
Sí, es un potencial que desarrollar. El voluntariado y toda la actividad asistencial que se hace en la vida social, por ejemplo, son fruto de la idea de que además de los grupos existen problemas sociales. La sociedad necesita del auxilio de todas estas influencias. Entonces, entre la psicología individual, la psicología de grupos que tienen su propia dinámica y el todo social, hay un punto intermedio que no conocíamos: la psicología institucional, porque las instituciones son organizaciones que articulan una cosa y la otra. El individuo no se conecta directamente con el todo social, sino a través de instituciones como cuerpos intermedios que tienen su propia dinámica. Pero también existen patologías sociales: la ideología tecnocrática, por ejemplo, es una. Entonces, estas instituciones también se enferman. Por lo cual hay una psicología institucional, de terapia de las instituciones.
También se ha dedicado a escribir sobre diferentes virtudes personales, como la honestidad, la sinceridad, y su vinculación con las dinámicas sociales y políticas.
Toda ciencia y toda actividad tiene un sistema filosófico, una concepción y un estilo de vida. Consciente o inconscientemente, todos tenemos detrás lo que los alemanes llaman Weltanschauung, es decir, cosmovisión, una visión de la vida que vamos aplicando. Si uno tiene un sistema de vida incorrecto vive mal. Lo que estamos buscando son los elementos que hacen un sistema de vida normal para que el hombre pueda ser más feliz.
Podemos hablar en el ser humano de un nivel psicológico y uno espiritual. Espiritual no significa necesariamente religiosidad, sino darse cuenta de que hay algo más allá de lo puramente biológico. Entonces no se puede desvincular la filosofía de la ética. Toda psicología depende de una ética. Así como desde el punto de vista psicológico mi gran autor es Erich Fromm, desde el punto de vista espiritual lo es Romano Guardini. Su libro más importante se llama El señor, donde tiene un concepto muy interesante: el cristianismo es la única religión que tiene como esencia una persona. Todas las demás religiones tienen como centro teorías, creencias o prácticas. De tal manera, ser cristiano tiene como esencia ser discípulo de Cristo y la religión está centrada principalmente en él. La doctrina está dada por Cristo.
De ahí viene otra cosa importante, también psicológica. Las capacidades humanas tienen su evolución, por eso existe la psicología evolutiva, que ve cómo evoluciona la inteligencia, la afectividad, la sociabilidad. Todas las funciones humanas tienen su evolución, tienen su niñez, su adolescencia, su adultez, etcétera. El catolicismo de un chico, de un joven, de un adulto, de una persona madura no es el mismo. Tenemos que darnos cuenta de que la religión, cualquiera sea, tiene que ir evolucionando, desarrollándose, si no queda infantil. Guardini también está dentro de esas ideas. En su libro Cambios en la fe, el jesuita Franz Jalics también reflexiona en ese sentido. Uno no cambia de fe, cambia de modalidad. Y yo estoy en esa corriente.
¿Cómo fue su trabajo con Miguel Ángel Espeche Gil y el libro que escribieron juntos sobre formación política, Política para todos?
Empezamos a darnos cuenta de todo eso, a preguntarnos cómo era esa evolución. Otra de las claves es, dado que todo evoluciona, cómo lo hace el sentido político. El ser humano tiene un sentido político, pero ¿cómo va a participar si es un niño desde el punto de vista del sentido político? Es decir, si tiene una política infantil. Si tiene una mentalidad política juvenil revolucionaria. Va a llegar ahí, pero no va a llegar a ser adulto.
De hecho, en ese libro se plantea que la democracia necesita de miembros formados.
Justamente, ese fue el punto de partida: una democracia necesita demócratas, personalidades formadas políticamente. El sentido político necesita una educación. Pero vimos que no había formación de ese sentido. Entonces nos propusimos hacer un manual. No una teoría del sentido político, sino ir a los bifes directamente: política para todos. El libro tiene como subtítulo Iniciación a la práctica democrática, porque se trata de saber integrarse a la vida democrática. Para eso hay que aprender y tiene que haber alguien que enseñe.
¿Cuáles serían esos pasos del saber democrático?
Hay un conflicto entre el economicismo y la necesidad de la política. ¿Para qué sirve la economía? Para administrar los bienes públicos, los bienes sociales. Y todo eso tiene que estar regulado por el sistema político. ¿En qué consiste el ideal de la democracia y de la política? En la participación en el poder para lograr el bien común. Es el bien de todos. Hay un axioma de Gracián, creo que era del siglo XIX, que dice que lo que afecta a todos debe ser participado, determinado por todos. Es la esencia democrática. Esa es la política. La economía depende de la política. La política depende de la ética. La ética es una parte de la filosofía.
Pero poco a poco se fue perdiendo la ética. Se considera que la vida pública, es decir, la política, no está para nada subordinada a la ética, entonces se puede mentir, se puede traicionar, se puede hacer cualquier cosa. Es lo que lo que se vive actualmente. Se perdió la confianza. Toda la política está llena de fraudes, de coimas, de mentiras y de falta de ética. La política necesita respaldarse en una filosofía humanista como la de Erich Fromm, porque hay un montón de enfermedades políticas: la traición, el robo y, sobre todo, la falta de compromiso político, la falta de participación.
La semana pasada se celebró en el Vaticano la jornada de los comunicadores. El papa Francisco escribió una carta en la que habló de la comunicación, los medios y la búsqueda de la inmediatez o la emocionalidad.
Los medios de comunicación buscan lo que llame la atención, lo episódico, por lo tanto, más bien dan una información acrítica. No necesariamente es bueno estar informado de todo si se trata de un acto acrítico porque nos hace mal. El exceso de información es una enfermedad, el ser humano no tiene capacidad de absorber toda la realidad. Puede darse una enfermedad por exceso de información. La globalización, por ejemplo, para mí es una pandemia. El papa dice que es una patología en el sentido de que es hedonista, individualista y va formando seres así. Y los medios transmiten eso, no educan. Pero no es que se esté en contra de la comunicación. Se está en contra de medios de información esclavizada por esta cultura globalista.
Una visión del Uruguay
“Creo que los uruguayos participan de la política más que los argentinos. Y es una virtud. No conozco prácticamente nada de los uruguayos, pero tengo esta imagen: mayor participación política y personas más genuinas, por cuanto son sencillas y simples. Los uruguayos que yo conozco tienen ese matiz. Además del termo y del mate”.
Psicología y psicologías
“La psicología está fragmentada en muchísimas especialidades, aplicadas cada una, más que a una sintomatología, a un tema particular. De tal manera que hay más que una psicología, en todos los órdenes (deportivo, laboral) a cualquier cosa le llaman psicología. Hay cosas venidas del Oriente, como el yoga, que tienen su bondad, pero aquí se mercantilizaron. La gente dice que hace psicoterapia y a veces se trata simplemente de ejercicios de relajación y nada más. Yo he utilizado mucho la relajación en mi terapia para determinadas ansiedades. Es un buen instrumento, pero que tiene sus limitaciones. Los problemas principales que hay hoy en día son la ansiedad y la depresión”.
Fe y cultura
Soy creyente cristiano. Eso influye en mi sistema de vida y mi pensamiento. Es el aspecto nuclear. Tenemos una cultura milenaria que hay que aprovechare integrar. Hay muchas cosas que hoy se cree que se descubren, pero en realidad ya estaban descubiertas. Durante toda la Colonia, que tuvo aspectos negativos, hubo también valores resaltables. En ese sentido, se destaca el criollo. Había una corriente propia e indígena que se fue mezclando con el aporte europeo. El criollo es, justamente, lo que parecería más nuestro porque tiene algo de indígena y algo de español. En todo caso, el mestizaje es un bien. El papa Francisco pregunta cómo se puede negar la migración. Hay una frase en la Biblia que dice: “Trata bien al forastero, al extranjero, porque fuiste extranjero en Egipto”. Es una obligación: no trates mal al extranjero. Ahora dicen: “Nos invaden delincuentes”, pero son todos pretextos del economicismo, del capitalismo salvaje Cada papa puede tener su estilo y no hay dos papas iguales, y se pueden equivocar porque son seres humanos, pero yo soy muy simpatizante y estoy muy identificado con Francisco. Me parece que ha dado pasos adelante muy grandes.
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