La Fundación Manolo Lima lleva más de una década preservando y promoviendo el legado del creador rochense. Su secretario, Ariel Inzaurralde, compartió la historia de la fundación, centrada en la casa País de Pinares, en Maldonado, construida por el propio pintor y docente Manolo Lima y donde se atesora parte de su obra y objetos personales.
¿Cómo llegas a ser secretario de la Fundación Manolo Lima? ¿Cuál era tu vínculo con el artista?
Manolo fallece en el año 1990, en septiembre, y Mariquita, por el año 2010, tenía una serie de quebrantos de salud que indicaba que ya era un enorme esfuerzo el que estaba haciendo desde hacía muchos años, solita, para mantener este legado vivo con un salario y luego jubilación de enfermera. Desde el 2009 era notoria la necesidad de dejarlo en otras manos. En el año 2010, un grupo de personas estaba interesado en hacer una asociación. Entonces ella me llamó para invitarme y decirme que tenía que estar. Yo le propuse que el marco fuera una fundación, me parecía más seguro. Y fue así como, en el año 2010, Mariquita es la primera presidenta. Me preguntó cuál sería el cargo que me interesaría tomar y, visto que yo vivía en Montevideo, el cargo de secretario me parecía que era más adecuado. Cuando ella falleció en el año 2015, dejó esta casa sin ninguna deuda, en óptimas condiciones.
¿Cuáles son los objetivos de la fundación?
Los estatutos de la Fundación Manolo Lima tienen como objetivo la promoción, la preservación y la custodia de la obra de Manolo, el desarrollo de los valores éticos y de solidaridad en la sociedad a través de la divulgación de su obra, promoviendo la plenitud del ser humano a partir de la comunicación en las más diversas formas de expresión: la plástica, la música, la literatura, las artesanías, etcétera. Se propone estimular la participación de la sociedad a través de talleres abiertos en todas las áreas de la cultura, reafirmar en forma permanente los valores humanos, realizando proyectos en acuerdo con instituciones públicas y privadas, nacionales y extranjeras, que actúan en pro de los mismos objetivos de la fundación, como también la creación del Museo Manolo Lima.
¿Quiénes te acompañan en esta misión?
La fundación está actualmente compuesta por cinco personas que aseguran la institucionalidad, y las fuerzas vivas están compuestas por los amigos de la fundación, que no están todavía reunidos en un marco asociativo. Son varias las personas que, en total anonimato, participan en este proyecto tan lindo que es la puesta en el mapa de bienes culturales de esta casa diseñada y construida por Manolo Lima.
¿Qué desafíos se les presentan y cómo los sortean?
Los desafíos que se presentan a este proyecto son los mismos que enfrentan muchos de los buenos proyectos que, en Uruguay, diferentes colectivos intentan poner en relieve. En nuestro caso, cubrir el presupuesto forma parte de los desafíos que intentamos resolver explorando todos los caminos que nos permitan la mayor autosustentabilidad. Pero tan importante como resolver el presupuesto es, para mí, lograr que cada día más personas sientan esta casa como suya, para que siga siendo un espacio de encuentro y de formación abierto a la comunidad, como lo fue en vida de Manolo y de Mariquita.
¿Hay apoyo estatal o privado?
En noviembre del año 2020 propuse a mis colegas de la fundación un proyecto a cinco años que consistía en poner en el mapa de bienes culturales del Uruguay la casa País de Pinares, obra mayor de Manolo Lima, y darle sustentabilidad. Estamos actualmente en la última parte del proyecto. Este mes de febrero comienzan las reparaciones del techo de la casa principal, apoyados por un fondo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Contamos también con el apoyo puntual de empresas locales, a las que tomaremos más adelante el tiempo de agradecer.
¿Cómo es la historia de la construcción de la casa País de Pinares, diseñada y construida por el propio Manolo Lima?
Manolo se instala en Pinares a principios de la década del 60. Adquiere este terreno de 1200 metros gracias a la intermediación de Eduardo Víctor Haedo. Rodeado de bosques de pinos y eucaliptus, se instala en una cabaña de madera mientras comienza a construir la casa que hoy conocemos. Durante 19 años, diseñó y construyó por etapas un espacio dedicado a la docencia gratuita y al encuentro. País de Pinares crecía al ritmo de la venta de sus retratos, paisajes y desnudos, adquiridos tanto por personalidades locales como por veraneantes.
Este conjunto arquitectónico, conformado por su casa-taller, la churrasquera, la cabañita, la piscina y el taller de cerámica, se caracterizó por dedicar su mayor espacio a la docencia gratuita. Quienes llegaban, jóvenes y adultos, podían tomar gratuitamente clases de pintura, cerámica, carpintería, repujado en metales y esmaltado, acompañados por Manolo o por destacados artesanos.
Al fallecer en 2015, Mariquita legó País de Pinares a la Fundación Manolo Lima. La casa-taller, diseñada y construida por Manolo, resguarda en sus paredes óleos y acuarelas de sus diferentes períodos, así como los objetos y libros que lo acompañaron a lo largo de su vida. Su jardín, por la variedad de esencias que lo componen, es en sí mismo otra obra de arte.
Tuve el enorme privilegio de conocer esta casa cuando aún no estaba terminado el taller de luz cenital y la churrasquera era apenas una parrilla en el fondo. En aquel entonces, en el bosque vecino, jóvenes artesanos y estudiantes que vendían sus obras en la feria de Punta del Este acampaban y se reunían en la casa de Manolo. Estos jóvenes no venían a veranear; hacían la temporada para ganar dinero, el cual les permitía sostenerse gran parte del año en Montevideo o en otras ciudades del interior. Algunos de ellos vuelven hoy para reencontrarse con las huellas que dejaron: piezas de cerámica con sus nombres o reparaciones en las que participaron.
La cabaña se terminó de construir en la primera mitad de los años 70 y sirvió de refugio para muchas personas que atravesaban diferentes dificultades de orden político o económico. Algunas pasaban algunas horas, otras se quedaban algunos días y otras llegaron a formar allí sus familias; nacieron hijos y pasaron años.
A finales de los años 70, Manolo amplió el taller de cerámica y construyó en el fondo un nuevo taller multipropósito, una especie de escuela Pedro Figari de artes y oficios, donde los jóvenes podían aprender gratuitamente cerámica, esmaltado, carpintería y repujado en metales. A veces era el propio Manolo quien enseñaba; en otras ocasiones, lo hacían sus hermanos, Rosa Kazhur o Rolling, de Cerámicas del Carrito, a quienes Manolo pagaba un jornal para que brindaran clases gratuitas a los estudiantes.
Hablemos del artista Manuel Vicente Lima (24/5/1919 San Miguel, Rocha 1/9/1990, Maldonado).
Manuel Vicente Lima, Manolo, nace en 1919 en San Miguel, Rocha (hoy 18 de Julio), al lado del Fuerte. Él dice que se cría entre contrabandistas y militares. Es el mayor de cinco hermanos. Su padre, Trajano, es olero (ladrillero). Manolo lo ayuda desde muy chico. Su madre, doña Mirta, es empleada doméstica en una estancia. Su abuela, desde muy chico —contaba Manolo—, entre mate y mate le daba una pitada de su cigarro. El tabaco y el mate lo van a acompañar toda su vida. Fallece a los 71 años, víctima de los pulmones de cristal.
Cuenta una vieja anécdota familiar que Manolo siendo un niño, jugando al fútbol, habría destrozado un rosal que su madre había recibido de su hermana y cuidaba con mucho cariño. Manolo no sabía cómo atenuar el disgusto de su madre. Le ofrece, a modo de disculpa, un dibujo del rosal y su madre lo perdona. Esta anécdota de su niñez fue llevada a una obra de títeres nominada al premio Florencio en el año 2010 por la compañía La Rueda Teatro, bajo el título La flor y Manolo. Desde hace 15 años, esta obra es interpretada cada semana en el espacio Barradas del Museo Blanes.
De su escolaridad en el Chuy y luego en Rocha, Manolo recordaba con cariño al maestro Silva, quien había visto en él su veta artística y le daba carpetas para dibujar. Cuenta Manolo, en un reportaje, que el maestro Silva llegó a pagarle, y él volvió feliz a su casa diciendo que ganaba más que su padre.
Cuando Manolo tiene 15 años, viaja desde Rocha a Montevideo junto a su hermano Carlos. Su madre, doña Mirta, había ido a trabajar al Frigorífico Nacional. Vivía con los hermanos de Manolo en la calle Vizcaya, en la Villa del Cerro de Montevideo.
Don Trajano, su padre, debía ir donde había hornos. Trabajó en Santa Victoria do Palmar. También sabemos que tuvo un horno en algún momento por el Tiro del Cañón, cerca de Cerro Pelado, en la ciudad de Maldonado.
Poco tiempo después de la llegada de Manolo a Montevideo, en el año 1935, su madre sufre un accidente: camino al trabajo, la atropella un auto. Queda en coma y Manolo y sus hermanos van a ser dispersados hasta su mayoría de edad en diferentes colonias de menores. Manolo y su hermano Carlos van a la Colonia Profesional de Menores Martirené. Manolo dice que cayó en una colonia buena. La salud de su madre no mejoraba y su padre se encontraba lejos. En la colonia, aprende el oficio de carpintero. En 1939 y 1940, con solamente 20 años, Manolo es el editor de la revista bimestral Educación, órgano oficial de la Colonia de Menores. Sus ejemplares contenían poesía de Rubén Darío, panorama de la Segunda Guerra Mundial y reportajes de las diferentes dependencias de la colonia. La Biblioteca Nacional conserva toda la colección de esta revista.
Alpuy y Alceu Ribeiro en 1940 le comentaron los cursos del Maestro Torres García y ahí entró a su taller. ¿Qué sucedió en esa relación? ¿Siguió una corriente figurativa?
En el año 1940 Manolo ya tenía adquirido el oficio de olero que había aprendido con su padre desde su niñez, en la Colonia se había formado como carpintero. Con sus compañeros imprimían la revista Educación que él editaba y también tenía alumnos a quienes daba clases de pintura cómo fue el caso de Julio Mancebo, quien con 13 años tomaba clases de pintura con Manolo. Estaba inscripto en el liceo nocturno de Canelones y tenía como compañero de trayecto en el ómnibus a Julio Uruguay Alpuy, quien le propone a Manolo que viniera a conocer al maestro don Joaquín Torres García. Alpuy, le habría dicho: “Vos ya sos pintor y te va a encantar conocer el viejo”.
Las obras de Goya, El Greco, Cézanne o Tintoretto construyeron las bases de su formación antes de conocer a don Joaquín.
Cuando finalmente llega al taller acompañado de Julio Uruguay Alpuy, Torres García le propone a Manolo pintar una naturaleza muerta. Una vez terminada le pide que la deje en un rincón y vuelva en una semana. Cuando vuelve, le cuentan a Manolo que sus futuros compañeros de taller cuando veían esa obra en el rincón creían que pertenecía a uno de ellos.
Manolo siempre hablaba del maestro con mucho cariño, decía que él no iba a cobrar por enseñar porque el maestro nunca le cobró sus clases.
Manolo fue un alumno directo del maestro Joaquín Torres García entre el año 1940 y 45. Sus compañeros de taller Edgardo y Alceu Ribeiro o Uruguay Alpuy a quienes tuve el honor de entrevistar en sus respectivos talleres de Palma de Mallorca y Nueva York recordaban a Manolo como un hermano de taller comprometido con las luchas sociales de la época.
Manolo no adopta el constructivismo, el maestro Torres García les había entregado las bases para que vayan más lejos y él decía que había seguido de largo.
En la década del 60 se radicó en Pinares y ahí comenzó su labor docente entregando gratuitamente su saber. ¿Quiénes concurrían?
Manolo viene a Maldonado en 1959 para cumplir con un contrato del Cantegril Country que organizaba cada año un desfile de máscaras de carnaval. Ese año el tema era Orfeo Negro (Palma de oro del festival de Cannes de 1959). El maestro Manolo Lima (titulaba un artículo de un diario local de la época) era el encargado de pintar morros, favelas y casas para la escenografía del desfile.
Al terminar su trabajo a mediados de febrero del año 60 Manolo contaba volver a Montevideo cuando una sólida red de amigos, entre ellos la maestra y ceramista Pola Bonilla, amiga de Mariquita y de Manolo, lo convence de quedarse hasta el final de la temporada.
Es Edgardo Ribeiro quien le propone el contacto con el Country Club, Eduardo Víctor Haedo quien intermedia para que Manolo compre el solar donde construye su casa-taller País de Pinares.
Apenas llegado a Maldonado, un círculo virtuoso de personalidades vinculados a la política a la economía y a la cultura local permitieron que Manolo encontrara en esta región el lugar ideal para construir un espacio diseñado y construido para ofrecer a la comunidad un lugar de formación y encuentro. Sus alumnos podían disfrutar de la presencia de personalidades de diferentes orígenes socioeconómicos que podían encontrarse en el taller de pintura o en el de cerámica o al caer la noche alrededor del mate donde compartían charlas de los más variados temas. Idea Vilariño, Mario Benedetti, Pepe Guerra, Vinicius de Moraes o Pablo Neruda dejaron testimonios del aprecio que se tenían. También tomaban clases gratuitamente Eduardo Víctor Haedo a quien Manolo le organiza su primera exposición en la calle Brecha en el Bar el Yerbal. También venía Bernardo Berro el dueño de la ONDA.
¿Mariquita Lima (Hortencia Rivero Medeiro) qué rol desempeñó?
Braulia Hortencia Ribeiro Medeiros de Albuquerque, para nosotros Mariquita, nació en 1926 en Piedra Sola en la frontera entre Paysandú y Tacuarembó. Mientras que Manolo nace en un modesto rancho en San Miguel, Mariquita nace en una estancia. Es la menor de cuatro hermanas. Lamentablemente pierde a su madre al nacer. Su padre en segundas nupcias se casa con Doña Iracema a quien Mariquita quiere como a su madre. Sus hermanas rechazan a la segunda esposa de su padre que era la empleada doméstica de la estancia. Desde muy temprano Mariquita se ve confrontada a la discriminación social.
Contaba Manolo que un día mientras esperaba en una parada se detiene un ómnibus y frente a él en una de las ventanillas una mujer portaba una trenza que Manolo no pudo olvidar. Pasaron las semanas y Manolo volvió cada día a la misma hora con el deseo de volver a encontrarla. Meses después el azar hizo que Mariquita fuera de visita a la casa de su amiga Marianela hermana de Manolo y desde ese entonces no se volvieron a separar hasta la muerte.
Se casan en 1949. Sin Mariquita Manolo no hubiera llegado a los 71 años. Es una historia de amor que merece un capítulo aparte, dos personas que se amaron como pocas veces vi. Mariquita con su modesto salario de enfermera era quién aseguraba en los tiempos de vacas flacas la supervivencia de País de Pinares. Es gracias a ella que podemos disfrutar de esta casa en las condiciones en las que se encuentra hoy. Fue fundadora y primera presidenta de la Fundación Manolo Lima.
Hablemos de ti. ¿Cuál es tu formación? Implementaste un sistema en Ginebra como el que Manolo en 1975 y76 desarrolló como pinacoteca para que las obras de arte circularan. ¿Es viable? ¿Se continúa?
En la Universidad de Ginebra obtuve un diploma de la Escuela de Lenguas y Civilización Francesa, luego en la misma universidad cursé Historia del Arte. Pero fue mi formación de impresor offset de la Escuela de Artes Gráficas de Lausana que me permitió poner en marcha en el año 1992 la primera biblioteca de obras de arte de Ginebra. 33 años después de su creación la Asociación de Amigos de la Pinacoteca sigue adelante dando a conocer más de 150 obras de artistas de varios países.
Este proyecto fue directamente inspirado de la iniciativa pionera que Manolo inaugura en los años 75 aquí en medio de los bosques de Pinares. Su proyecto tenía como fin hacer llegar el arte a todos los hogares Independientemente de su poder adquisitivo.
Manolo pensó en los habitantes de Maldonado que no podían acceder a la compra de una obra y organizó un sistema que les permitiera llevar como lo hacen las bibliotecas un libro en préstamo, pero en este caso con obras de arte. Con sus alumnos puso en marcha lo que él llamó la Pinacoteca del Taller Maldonado invitaba a los vecinos y amigos a venir a elegir una obra y llevarla en préstamo contra el pago de una suma modesta que servía para cubrir gastos administrativos.
En Francia 10 años después que Manolo, el ministro de Cultura Jack Lange creó las Artothèques para que la población tenga acceso a las obras de arte en el mismo espíritu que las bibliotecas lo hacían con los libros.
En cuanto a las actividades de la fundación y de cómo convoca, ¿hay socios?
En noviembre del 2020 se tomaron una serie de iniciativas con el fin de abrir la casa, invitar a las personas que estuvieron históricamente vinculadas. Tomamos contacto con instituciones como la UTU, Udelar y el CERP. Hicimos invitaciones a personalidades de la cultura que vinieron a dar charlas hacer talleres conscientes de que estaban aportando con su presencia un apoyo para darle visibilidad a esta casa Tuvimos el privilegio de escuchar a personalidades destacadas de la cultura uruguaya investigadores de diferentes áreas. Intentamos darle esta casa la pluralidad necesaria para seguir construyendo como en la época de Manolo un entramado sociocultural de calidad.
Es larga la lista de personas que contribuyen anónimamente para que esta casa se encuentre hoy de pie.
Contamos con una lista de difusión a través de las redes sociales que promueven nuestros programas y los invitamos a seguirnos.
Logramos hacer junto a Johana Holdt más de 30 audiovisuales de personalidades que conocieron a Manolo y a Mariquita.
¿Quiénes son esos amigos? son personas que conocieron a Manolo y a Mariquita o que simplemente desde que llegaron a esta casa comparten con nosotros el interés en la preservación y en la difusión de este tesoro cultural que es “País de Pinares”.
En este momento estamos en pleno proceso de formación de una comisión de amigos de la Fundación Manolo Lima. Hasta el momento esta gran lista de personas que aportaron su granito de arena lo han hecho de forma individual ayudando en diferentes actividades aportando su tiempo para resolver algunos de los temas que cotidianamente van surgiendo.
¿Qué necesita la fundación?
La fundación necesita hacer frente a los desafíos que tienen todos los espacios culturales, cubrir el presupuesto es una de las más importantes. En estos últimos 4 años exploramos diferentes pistas. Sabemos que la cabañita puede ser una fuente de recursos alojando amigos de la fundación y a turistas que quieran hacer una estadía cultural con propuestas de talleres. La elaboración en el taller de cerámica de objetos como las propuestas de talleres también pueden ser otras fuentes de recursos. Otro punto fundamental tan importante como los medios económicos es lograr que las personas integrantes del grupo humano cercano a la fundación encuentren su mejor lugar desde donde seguir construyendo patrimonio.
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