Los lectores de esta página seguramente saben mi pasión por la historia de nuestro fútbol y también el respeto que me merece la interacción desde los orígenes con nuestros hermanos argentinos, especialmente rosarinos y porteños si de fútbol hablamos.
La penetración de los medios argentinos en Uruguay, mucho más profunda que la de los uruguayos en Argentina, hace que valoremos a aquellos que se han convertido en ídolos de los grandes clubes argentinos, mientras ellos ni se enteraban de lo que sucedía con sus compatriotas en nuestras tierras.
Desde Severino Varela en Boca de los 40 a Walter Gómez en River de los 50, pasando por laterales o zagueros que batieron récords como el Chivo Pavoni en Independiente, Jorge González en Rosario Central, el Sapo Villar en San Lorenzo, Nelson Chabay en Racing y Huracán, Tomás Rolán en Independiente, Cacho Silveira en Boca y Roberto Matosas en River en los 60 y 70, además de Juan Ramón Carrasco, Julio César Jiménez, Antonio Alzamendi, Manteca Martínez, Polilla y Polillita da Silva, Enzo Francescoli, Ruben Paz, Seba Abreu y tantos otros que llenaron de fútbol y goles la canchas argentinas en los 80 y 90, el grito de “Uruguayo, uruguayo” se hizo costumbre.
Pero a las canchas uruguayas por lo general llegaron argentinos ya en el final de su carrera, como Labruna en Rampla, Moreno en Defensor, Rinaldo Martino que brilló en Nacional, o más en su plenitud Artime y Mameli en Nacional, Ermindo Onega en Peñarol y hasta José Sanfilippo brevemente en Nacional. Luego de los años 70 los argentinos que llegaron distaron mucho de ser figuras argentinas de la magnitud de estos monstruos.
Lo extraño es que dos top 5 de las glorias de nuestros grandes, titulares seguros en un imaginario 11 titular de todos los tiempos de sus clubes, son prácticamente desconocidos en la vecina orilla.
Se trata de Atilio García y Juan Eduardo Hohberg. A pedido de mis amigos del Centro para la Investigación para la Historia del Fútbol (CIHF), creado y desarrollado en Buenos Aires y del cual soy socio, escribiré algo sobre Atilio y Hohberg.
Atilio García
Atilio García nació el 26 de agosto de 1914 en Junín. En nuestro fútbol se lo conocía como Bigote o Junín. Para entender el tamaño de la huella que dejó, señalemos que el Gran Parque Central tiene cuatro nombres para sus tribunas. El expresidente José María Delgado; el malogrado futbolista Abdón Porte, que se suicidó una noche en el medio de la cancha porque estaba perdiendo el puesto, según cuenta la leyenda; Héctor Scarone, que fuese tricampeón mundial en 1924-28 y 30, además de ser considerado el mejor jugador del mundo en su época (1924 a 1934), y Atilio García fueron los nombres elegidos entre tantas glorias.
La tribuna Atilio García es la que se ve en pantalla cuando se transmiten los partidos por TV.
En Argentina jugó en Club Atlético Moreno de Junín en 1935, posteriormente fue a Buenos Aires para fichar en Platense en 1936 hasta recalar en 1937 en Boca, donde jugó pocos partidos hasta que llegó a Nacional a comienzos de 1938.
Peñarol había sido campeón uruguayo tres años seguidos (1935 a 1937) y en Nacional viajaron a Buenos Aires para conversar con Boca, que fue históricamente el club amigo de los tricolores. Los xeneizes le dieron una lista de jugadores transferibles y en ella estaba Atilio García. El histórico presidente tricolor Atilio Narancio dijo: “Si se llama Atilio debe ser bueno…”.
Así llegó a Nacional, sin videos ni referencias personales, nunca nadie del club lo había visto jugar y en Boca casi no había jugado. El tamaño del acierto se mide con algo muy simple: aún hoy es el máximo goleador de la historia del club. En su primer año en Nacional no pudo ser campeón, pero ya fue goleador e inició una costumbre de ganar la estadística por ocho temporadas consecutivas entre 1938 y 1944, lo que constituye un récord hasta el día de hoy, y volvió a ser el máximo scorer en 1946. Siempre superó los 20 goles, teniendo en cuenta que el campeonato consistía en 18 fechas.
En total jugó con la blusa tricolor 438 partidos y convirtió 466 goles, desde 1938 hasta 1951. En el 51 pasó a Liverpool, luego Racing y Miramar, hasta 1954 siempre en Uruguay. Se nacionalizó uruguayo y defendió a la Celeste en la Copa América de 1945, ganada por Argentina, donde hizo cinco goles en seis partidos.
En total hizo 508 goles que se dividen en: Nacional 466 (330 en 329 partidos de torneos oficiales); Platense (Arg) 12; Boca (Arg) 6; Liverpool (Uru) 8; Racing (Uru) y Miramar (Uru) 3; selección uruguaya 10 (5 oficiales y 5 amistosos). Algunos historiados elevan la cifra a 535.
Convirtió 34 goles clásicos, constituyendo el récord aún imbatido. Si bien hay 11 casos de tripletes de goles en clásicos, Atilio marcó 4 en el clásico del 8 de noviembre de 1940, lo que significa el único póker clásico de la historia.
Tuvo un accidente de auto y con la cabeza vendada metió 4 goles de cabeza, valga la redundancia, por el campeonato uruguayo ante Sud América. Estuvo presente con goles en el clásico del récord del 6 a 0 en 1941 y anteriormente en la “Noche de las camisetas ensangrentadas” ante Estudiantes en La Plata por el Nocturno Rioplatense de 1938 (en otra ocasión referiremos a ese campeonato nocturno y especialmente a esa noche de leyenda).
Ganó 24 títulos con Nacional, siendo 8 campeonatos uruguayos, 8 torneos de Honor, 2 torneos Competencia, 3 Copas Rioplatenses Aldao, una Copa Rioplatense Escobar-Gerona, un Nocturno Rioplatense, una Copa del Atlántico.
Falleció en Montevideo el 12 de diciembre de 1973.
Juan Eduardo Hohberg
Juan Eduardo Hohberg nació el 8 de octubre de 1927 en Alejo Ledesma, Córdoba, Argentina. Fue un delantero excepcional y jugaba como número 8. Fue famoso por sus goles con remates de larga distancia y también por su excelsa calidad.
Comenzó a jugar en primera en 1945, en Central Córdoba, como delantero. Pasó en 1946 a Rosario Central donde jugó hasta finales de 1948. Visitó Montevideo con su club rosarino en noviembre de 1947, derrotando a Nacional en el Estadio Centenario por 4 a 2 con dos goles suyos.
Jugó en Peñarol desde 1949 hasta 1960. Ganó 7 campeonatos uruguayos en épocas de Uruguay campeón mundial, y fue titular y campeón en la primera Libertadores de 1960.
A la vieja usanza, era el 8 de una de las mejores delanteras de la historia del fútbol uruguayo. Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal fueron denominados la “Escuadrilla de la muerte” o “La máquina del 49”. Peñarol y en especial su línea delantera fue la base del Uruguay campeón mundial en Maracaná en 1950. Como no había cumplido el tiempo suficiente para nacionalizarse se perdió el torneo y fue sustituido por Julio Pérez. Su puesto tenía como candidato también a Walter Gómez, pero estaba suspendido por agredir a un juez en un clásico y se había ido a jugar y triunfar en River.
Juan Eduardo Hohberg hizo 18 goles a Nacional y se lo conocía como El Verdugo. Participó del llamado “Clásico de la fuga”, cuando ganando 2 a 0, su rival de siempre no volvió al segundo tiempo por quejas ante el juez, lo que llevó a los tricolores a quedar con 9 hombres.
Otro clásico memorable fue el 15 de noviembre de 1953 por el Campeonato uruguayo, cuando Peñarol ganó 5 a 1 y el cordobés anotó 3 goles, en épocas en donde no se llevaba el balón. También fue titular en el clásico del 5 a 0 en ese mismo año que marca el récord de goleada aurinegra ante Nacional. Algunos historiadores computan la siguiente cantidad de goles: Central Córdoba 17; Rosario Central 25; Peñarol 277 (4º goleador del club detrás de Morena, Spencer y Piendibene); Deportivo Cúcuta de Colombia 9; Nacional de Medellín 2; selección uruguaya 9 (3 en el Mundial de 1954 y 6 en amistosos ante clubes).
Con la Celeste jugó en el Mundial de Suiza en 1954 y fue protagonista de la histórica remontada cuando Uruguay perdía 2 a 0 en la semifinal ante la máquina húngara. Dos goles del argentino sobre el final obligaron a un alargue que terminó en derrota de un Uruguay sin Obdulio Varela y jugando con 10 hombres. Pero quedó para la historia su desmayo en el festejo del empate agónico a los 87 minutos que obligó a que fuese masajeado en el pecho sobre el corazón. Cuenta la leyenda que estuvo 14 segundos clínicamente muerto y fue revivido milagrosamente, existiendo documentos fílmicos de ese momento.
Como técnico dirigió a Uruguay clasificando para el Mundial de México 1970, donde llegó a semifinales cayendo ante el Brasil de Pelé. Volvió a dirigir a Uruguay en 1977 y sufrió una humillante eliminación ante Bolivia y Venezuela, no pudiendo ir al Mundial de Argentina 1978.
Dirigió a Peñarol, Nacional a pesar de ser ídolo aurinegro, y a muchos equipos de Uruguay y diversos países de Latinoamérica. Quedó radicando en Perú, donde echó raíces y falleció en Lima en 1997.
Tanto Atilio García como Juan Eduardo Hohberg son ídolos indiscutidos de los clubes grandes del Uruguay en épocas en donde el fútbol uruguayo en particular y el rioplatense en general dominaban en el continente y presentaban estrellas de magnitud mundial.
Si bien fueron momentos de Uruguay campeón mundial en 1950, de haber habido mundiales en 1942 y 1946, cuando la Segunda Guerra Mundial paró todo, seguramente Argentina hubiese sido candidato a ganarlos.
Quedan hechas estas semblanzas a cuenta de mayor cantidad.
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