Carnavales eran los de antes. El “Siga el baile…” de Alberto Castillo resumía el carnaval del Uruguay feliz…
Sr. Director,
A través de estas líneas quiero hacerle llegar mis más cálidas felicitaciones a Ricardo Fernández Más, que en su columna de todos los miércoles del semanario La Mañana, rinde merecido homenaje a la cultura popular, y a través de sus numerosas canciones sabe encarnar en el corazón de la gente, los valores de nuestras mejores tradiciones.
En este carnaval 2020, donde coincido que de la mano de muchos organizadores, se viene haciendo “una especie de catarsis que los políticos y militantes, hasta hoy oficialistas, no pueden hacer pública, pero disfrutan de los insultos y agravios que los hijos de Momo, de la mano de sus libretos profieren a diestra y siniestra…”
Hoy es de estricta justicia ponderar figuras que enaltecieron la euforia popular que motivó el carnaval de todos los tiempos.
Evocamos algunas de las glorias de los carnavales de otrora, como la Negra Jhonson o Marta Gularte o Rosa Luna. Como también al pionero Dalton Rosas Riolfo. Y murgas como los Patos Cabreros o Asaltantes con Patente.
Y hago esta reminiscencia del gran Alberto Castillo, sin menoscabo de otros grandes del mundo artístico. Y también de los que al día de hoy se vienen abriendo camino.
Este cantante argentino poseía un particularísimo estilo que quizá tenga algo que ver con el gracejo cachador y arrabalero de Sofía Bozán o Tita Merello.
Su manera de moverse en el escenario, su modo de tomar el micrófono e inclinarlo hacia uno y otro lado, su derecha junto a la boca como un voceador callejero, su pañuelo cayendo del bolsillo del saco, el cuello de su camisa desabrochado y la corbata floja. Todo era inusitado, todo causaba sensación, hasta cuando cantaba «¡Qué saben los pitucos!» del tango “Así se baila el tango”, de Elías Randal y Marvil y siempre había algún pituco necio que se daba por aludido.
Sin duda a ello sumemos su voz y su estilo tan peculiar y nos explicaremos porque cuando, en 1944, cantó en el Teatro Alvear, la policía debió cortar el tránsito de la calle Corrientes, cosa que no se veía desde los días de la bandoneonista Paquita Bernardo en el Café Domínguez.
Pero el Castillo que evocamos era el de los inolvidables festejos que tenían lugar en el Hotel Carrasco y que se prolongaban por todo el mes de febrero. Uno de sus temas más populares era “Siga el baile, siga el baile/ De la tierra en que nací…”
Canción rioplatense con ritmo de candombe y tango compuesta por el compositor uruguayo Carlos Warren y con música del violinista argentino Edgardo Donato.
Aquel frenesí carnavalero que provocaba Castillo en ambas márgenes del Plata también era estimulado por otras canciones como por “Por cuatro días locos que vamos a vivir”, luego incorporó “Baile de los morenos”, “El cachivachero” y, entre otras, “Candonga”, que le pertenece. Castillo también es letrista; escribió, además, los tangos “Yo soy de la vieja ola”, “Muchachos escuchen”, “Cucusita”, “Así canta Buenos Aires”, “Un regalo del cielo”, “A Chirolita”, “Dónde me quieren llevar”, “Castañuelas” y “Cada día canta más”; y las marchas “La perinola” y “Año nuevo”.
Su voz continúa siendo una de las más identificadas con la canción ciudadana y, seguramente, lo será para siempre.
Erico Amadeo
Sobre la desmonopolización de ANCAP
Se dice que una decisión es estratégica cuando los resultados de ella se ven en el tiempo futuro, a mediano o largo plazo.
Repasando la historia reciente, a comienzos de la década de los noventa del siglo pasado, el gobierno de la época pretendió llevar a cabo una ley de empresas públicas que tenía como uno de sus objetivos privatizar mediante asociaciones a varias empresas del Estado. La Ley fue llevada a plebiscito por algunos partidos políticos y gremios, básicamente con el argumento que estaba en juego la soberanía del país y la ciudadanía decidió derogarla en su mayor y principales partes.
A posteriori, la tecnología telefónica celular irrumpió en el mundo, en la región y en el país. Ante ese suceso, para ponerse a tono con la realidad, el país decidió otorgar una licencia de dicha tecnología a una empresa multinacional. Con un mercado con crecimiento acelerado de la telefonía celular, el país por intermedio de Antel decidió ejecutar ella otra licencia de telefonía y nació la desaparecida Ancel.
Por último, en un mercado con demanda insatisfecha, se otorgó una tercera licencia a operadores privados multinacionales (¿piratas?).
¿Existe hoy alguien que piense que deban estatizarse las dos compañías privadas multinacionales que operan en la telefonía celular?
¿Existe hoy en el mundo algún interesado en la telefonía básica del Uruguay que pudo haberse vendido?
¿Cuánto vale nuestra telefonía básica, porque se decía que ahí estaba nuestra soberanía?
La Visión es la expresión de una forma de ser que todavía no existe, es la previsión de un “estado futuro”.
La Visión es la que da origen y enciende la dirección estratégica, o sea las decisiones que han de tomarse hoy para que repercutan mañana en nuestro futuro.
Se sabe que varios países europeos (Holanda, Finlandia, Noruega, España, etc.) han puesto como límite el año 2030 para el uso de energía de derivados fósiles (petróleo).
En la actualidad, diez años es mañana. Todos esos países hoy están tomando las decisiones estratégicas para llegar a esa fecha.
Leía en la revista América Economía, que el Presidente Jair Bolsonaro, quién no cree en el cambio climático, en su próximo viaje a EEUU piensa visitar la empresa TESLA para invitarla a invertir en Brasil. La empresa de Elon Musk, fabrica vehículos autodirigidos que además son eléctricos.
Brasil posee petróleo, yo a eso le llamo Visión de futuro.
La Ley de Urgente Consideración que va a presentar el nuevo gobierno electo pretende desmonopolizar la Ley de ANCAP.
¿Vamos a seguir invirtiendo en comprar y refinar petróleo o vamos a importarlo hasta que no haya necesidad de hacerlo?
¿Se hará un plebiscito para seguir usando petróleo?
¿La cuestión será entre la soberanía y la Visión?
Rafael Rubio
La desmonopolización de ANCAP no es solución
Solo hay una cosa peor que un monopolio público: un monopolio privado. Hay industrias que por sus economías de escala tienden al monopolio, algo que es frecuente en el negocio energético. Este fenómeno se agrava en países pequeños como el nuestro, con un muy reducido mercado interno.
Si la eficiencia industrial dicta que exista solo una refinería, entonces la mejor solución es que el monopolio sea administrado por el Estado. Es esta básicamente la razón por la cual existe ANCAP dentro del dominio estatal.
Que el Estado haya administrado mal la empresa, que los políticos la hayan utilizado como extensión de su dominio personal y que los sindicatos hayan logrado concesiones como si trabajaran para Rockefeller, es sin dudas un gran problema. Pero ese problema es del sistema político, no de la refinería, cuya realidad industrial y de ingeniería no cambia.
Lo que sí es cierto es que si esa refinería trabajara a la mitad de capacidad, el costo de producción resultante del combustible sería más caro, no más barato. Poner a competir una refinería del Estado con privados no va a solucionar el problema, solo va a generarle grandes ganancias a los privados que entren en el negocio, que rápidamente adaptarán sus precios a los de ANCAP.
Pensar en la desaparición del petróleo en la realidad del Uruguay de hoy es hacer futurología. Alemania, por mencionar un ejemplo, es todavía dependiente del carbón, fuente de energía de la primera revolución industrial. De aquí a que desaparezca el petróleo probablemente debamos enfrentar otro tipo de problemas más urgentes. Hoy asistimos impávidos al fenómeno Greta, pero no debemos olvidar que es un producto de exportación de Europa al tercer mundo. Llamativamente, la adolescente nórdica todavía no puso el ojo en el destino final de los residuos atómicos producidos en su continente.
Antonio Raimondi