Quienes el pasado viernes presenciaron el bochornoso espectáculo de bullying trasmitido en vivo y directo al mundo entero desde la Oficina Oval de la Casa Blanca no podían dar crédito a sus sentidos. El presidente y vicepresidente de los Estados Unidos. turnándose en reprender verbalmente a su invitado –el presidente de Ucrania– por su audacia al sugerir que no era de fiar la palabra del invasor ruso Putin que hace tres años asola su país, causando centenares de miles de muertes y controlando el 18% de su territorio.
Todo ello en el contexto de los esfuerzos por cesar las hostilidades, cuyo enfoque central consiste en el anuncio de los EE. UU. de que la responsabilidad de apoyar con recursos de armamento y financieros al país invadido debe corresponder principalmente a los europeos. Washington ha adelantado que, en caso de un acuerdo entre rusos y europeos, no ve necesidad de ofrecer un respaldo militar adicional (backstop). De allí el altercado.
No hay duda en que la razón le asiste a Trump al señalar que los europeos no han asumido su parte proporcional del costo de mantener la paz y tranquilidad en el continente (OTAN), beneficiándose en cambio del paraguas militar norteamericano. Especialmente luego de supuestamente disipado en 1989 el peligro que representaba el sistema soviético. Pero arrojar los ucranianos a los leones no parece ser la mejor manera de enfatizar este punto. Más aún con el anuncio de ayer martes de que los EE. UU. retirarán inmediatamente todo el apoyo logístico, político y militar que desde 2022 han ido proveyendo al país invadido.
Un mundo nuevo
La realidad resultante supera la imaginación de cualquier guionista de Hollywood. Un mundo tripolar con China al mando en Asia, Rusia en Europa y USA en las Américas. La doctrina Monroe de Patagonia a Groenlandia.
Pero más allá de las fantasías, debe reconocerse que en el imaginario de los EE. UU. yace latente una veta aislacionista que de vez en cuando aflora. El general Pershing recién llegó a las trincheras de la gran guerra en 1917. Roosevelt no pudo declarar la segunda guerra hasta el bombardeo de Pearl Harbor en diciembre del 41. Para muchos americanos –la gran mayoría de ellos proveniente del viejo continente– los europeos siempre estaban peleándose por un tema u otro y más valía no meterse. Solo cuando las conflagraciones alcanzaban pretensiones globales (Hitler, la Unión Soviética) se justificaba la intervención en defensa de la democracia y la libertad de los pueblos.
Dos Lecturas
¿Por qué este sorpresivo vuelco en la posición de los EE. UU. frente a la invasión rusa a Ucrania? Algunos opinan que se trata de presionar a Ucrania a aceptar condiciones de cese al fuego que considera inaceptables, entorpeciendo así el logro de una paz duradera. Otros lo atribuyen a presiones para que los países europeos asuman mayor protagonismo en garantizar la integridad territorial que surja en caso de que se llegue a un acuerdo. También se menciona el interés de las partes en la propiedad y explotación de valiosos yacimientos minerales.
Por su parte, los partidarios del presidente Trump sostienen que es un genio del arte de la negociación (publicó un libro con ese título) cuyas maniobras terminarán por convencer a ambas partes en pugna de llegar a un acuerdo que evite la necesidad de recurrir a la movilización de la OTAN, abriendo un período de paz y tranquilidad para Europa y sus fronteras. Al acercarse a Rusia, estará a su vez buscando ganar un socio para enfrentar juntos la rivalidad con China.
Sus detractores, en cambio, señalan que el giro sin aviso en la política exterior de su país para alinearse junto a Rusia, China y demás regímenes autoritarios en el tema de Ucrania (ver resoluciones de Asamblea General y Consejo de Seguridad en la ONU), no solo ha descolocado a sus aliados tradicionales, sino que los ha puesto en peligro, como en los casos de Polonia y los países bálticos. Temen que sus asesores, como el aprendiz de brujo, vayan alterando el equilibrio de fuerzas entre las grandes potencias mundiales, sin comprender el alcance de sus acciones.
Aislacionismo
“Ningún hombre es una isla”, escribió el poeta Donne. “No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”. Hoy Ucrania, mañana ¿quién sabe? El mundo erigió estructuras internacionales en la posguerra para evitar la repetición del desastre. En las relaciones internacionales, política comercial, finanzas, asistencia social y muchas áreas más hubo décadas florecientes. Quizás hoy estemos entrando en una fase de fatiga institucional y probablemente donde más se siente es donde más se ha contribuido a su financiamiento.
Pero la respuesta no es aislarse y darle las espaldas al mundo. A pesar de la guerra fría, la Pax Americana le dio siete décadas de paz y progreso al mundo. Su estructura quizás merezca cambios y reformas, pero el mundo libre no puede prescindir de ella.
La tentación de regresar al aislacionismo es fuerte y se ve reflejada en las propuestas de proteccionismo arancelario, férreos controles a la migración y nacionalismo a ultranza, tendencias hoy muy visibles en EE. UU. Pero este es también el país que mayores sacrificios ha hecho en defensa de la libertad de las personas y la independencia de los pueblos. Confiamos en que esa llama nunca se apague.