Mi primer encuentro con la “Gran Manzana” a finales de los años ochenta reveló una ciudad al borde del abismo. Sumergida en el remanente de una crisis fiscal, sus calles eran un hervidero de criminalidad y desesperanza. Times Square, que llegó a brillar como ícono de progreso, era entonces una zona de peligro, dominada por cines de contenido adulto y una población adicta al margen de la sociedad. A mis 13 años, mientras caminaba de la mano de mi padre, percibía su intento por mantener la calma ante el palpable desorden urbano, tratando de esquivar las provocaciones de los embriagados y desorientados que atravesaban nuestro camino.
Raúl Baz S.
El relato al que se refiere el epígrafe sobre cómo podía percibirse Nueva York en los años 80 desde la mirada de un niño puede tener algunas analogías con lo que pueda sucederle hoy a un niño del interior del país que circule junto a su padre por la avenida 18 de Julio de Montevideo, donde la basura, los adictos, personas sin hogar y posibles criminales forman parte de la fisionomía urbana del Centro, donde los locales comerciales tratan de resistir.
En efecto, la situación es mucho peor si uno se aleja de los barrios llamados céntricos o los plegados sobre la costa del Río de la Plata. De hecho, la semana pasada un reconocido youtuber argentino, Joaco Santos, subió a esta plataforma un video titulado: “Los ‘niños pirañas’ de Malvín Norte: ‘Al que entra le robamos’”, en donde muestra una realidad que probablemente le sea ajena a la mayoría de los uruguayos, aunque, no obstante, esté presente a unas pocas calles de Avenida Italia.
En las imágenes, que no solo son impactantes por las circunstancias en las que viven algunos de nuestros compatriotas, pueden oírse los testimonios de algunos niños que viven en el barrio que se refieren a sí mismos como “Las pirañas”, ya que suelen robar de esta forma a sus víctimas, en grupo, formando una suerte de estampida. Pero quizás lo peor que percibimos al ver el video sea notar cómo se están educando y criando estos niños, viviendo en un ambiente donde el lenguaje de la violencia y del delito forman parte de su retórica cotidiana.
Algo similar sucede en el Cerro Norte, donde este mismo youtuber tuvo la osadía de entrar a pesar de que actualmente sea una de las zonas más violentas de la ciudad, por la guerra entre dos bandas dedicadas al narcotráfico. Lo llamativo en este otro barrio montevideano fueron los testimonios de algunos adolescentes que mencionaron “el poder de fuego” que tienen las bandas en el barrio, y de cómo se ha naturalizado que menores de edad porten y usen armas.
Por último, el fin de semana pasado, volvieron “los robos pirañas”. En la noche del sábado, varios delincuentes en moto protagonizaron un robo a dos locales comerciales ubicados en el shopping Plaza Italia, con sus rostros cubiertos y con varias motos. Y robaron mediante el mismo modus operandi en la noche del domingo en una farmacia de Avenida Italia y Lorenzo Batlle, cerca de Tres Cruces. Frente a este escenario, fuentes del Ministerio del Interior indicaron que el nuevo gobierno dispondrá como medida “aumentar el patrullaje y control de circulación de motos”, sin embargo, parecería obvio que esta medida no sería suficiente. Y aquello que había expresado en agosto del año pasado el líder de Cabildo Abierto Guido Manini Ríos sobre declarar 120 días de emergencia en seguridad parecería no haber estado nada errado.
Lo que nos recuerda que, en cualquier empresa, la importancia de la voluntad no se puede menospreciar. Porque como bien dice el adagio popular, “cuando se quiere se puede”, y ejemplo de ello fue lo que hizo el abogado y fiscal estadounidense Rudolph Giuliani cuando fue alcalde de Nueva York en la década de los 90, haciendo uso de las leyes contra el crimen organizado para acabar con las cinco familias de la mafia de Nueva York.
Nueva York durante la década de los 80 y principios de los 90 tenía un serio problema con el crimen, y sus calles eran percibidas por sus habitantes como inseguras y hasta peligrosas dependiendo de la zona y de la hora. De hecho, en el libro Trilogía de Nueva York –sin duda una de las obras literarias más memorables de los años ochenta– Paul Auster la define del siguiente modo: “He venido a Nueva York porque es el más desolado de los lugares, el más abyecto. La decrepitud está en todas partes, el desorden es universal. Basta con abrir los ojos para verlo. La gente rota, las cosas rotas, los pensamientos rotos. Toda la ciudad es un montón de basura”.
Fue en estas circunstancias que Giuliani implementó lo que hoy se conoce como “tolerancia cero”, una teoría que tiene su fundamento en una idea de James Q. Wilson, Catherine M. Coles y George L. Kelling, denominada la teoría de las “ventanas rotas”, que establece una relación causal entre el desorden y el delito. Los seguidores de esta teoría argumentan que la Policía debe impedir los actos de incivilidad mediante la represión de toda conducta infractora –incluyendo el consumo de alcohol y drogas en las calles, jóvenes alborotadores en las esquinas, vagabundos, entre otros problemas de índole social–. Quien estuvo a cargo de llevar a la práctica esta teoría en Nueva York fue el comisionado de Policía William J. Bratton, cuando Giuliani quiso resolver el problema de inseguridad que padecía la ciudad.
En noviembre del 2018 Giuliani visitó Uruguay y en una entrevista realizada por El País el 18 de noviembre de 2018 arrojó algunas declaraciones que vale la pena rescatar, sobre todo teniendo en cuenta las cifras de los delitos y los asesinatos que tenía el país entonces.
“Las tasas de crecimiento de los asesinatos y los robos son alarmantes. Es perturbadora la cantidad de narcotráfico que pasa por este país. Sin embargo, hay que hacer matices. Lo primero que hacemos es ver cuál es el tamaño del país, la tasa de analfabetismo, la estabilidad, los recursos con que se cuenta. En todo eso Uruguay tiene una situación envidiable. Entonces lo que veo es un problema serio, pero que el país tiene todas las piezas justas para detenerlo, y revertirlo. La clave de todo esto es poner a las víctimas primero. Los delincuentes no pueden estar primero. Hay que respetar los derechos humanos de todos. Pero cuando se les otorgan crecientes derechos a los delincuentes, la gente común paga por ello con su vida, con su propiedad, con su bienestar. Siempre hay que pensar a quién se pone primero. Y yo digo que hay que poner a la gente inocente primero. Después hay que tratar a los criminales con justicia, pero ellos no pueden ser más importantes que las víctimas”.
En definitiva, Giuliani expresa una cosa que nos parece fundamental en términos de inseguridad, que es que la gente inocente debe estar en primer lugar. Pero, además, no se puede pasar por alto que el ambiente –un barrio determinado– tiene un efecto decisivo en las personas y que en la medida en que no se generen espacios que apelen a la buena convivencia a los valores de ascendencia social, republicana y espiritual, parece difícil que algo cambie.