Hace tiempo que soy crítico de la forma en que se manejan la FIFA, las confederaciones y las asociaciones nacionales. A pesar del Fifagate nada parece haber cambiado mucho, o tal vez el único cambio fue que, al decir de Eugenio Figueredo, “se oficializó la coima”.
No voy a tomar como palabra santa lo dicho en entrevista reciente por el uruguayo expresidente de la Conmebol, pero mi visión encaja con esa frase. En realidad, cuando en forma autoritaria las organizaciones deciden salarios desproporcionados, autorizan gastos innecesarios o aprueban concesiones a dedo, la palabra coima no debería tener cabida. El tema sería más ético y moral que la posible disyuntiva entre lo legal y lo ilegal.
Pero vayamos a algunos indicios que solamente se explican en una forma populista de administrar fondos de entidades que no tienen fines de lucro y que pertenecen a todos sus integrantes por igual. Para ejemplificar lo que estamos viviendo detallemos cómo funciona la FIFA. Es integrada por seis confederaciones continentales que, a su vez, integran los países afiliados. En resumen, la FIFA tiene 211 países, repartidos en seis confederaciones, una de las cuáles es Conmebol, con 10 asociados, entre los cuales está la AUF.
Los 211 países votan sueldos, viáticos y prebendas millonarias para el presidente, ocho vicepresidentes y 28 miembros, además de un entramado interminable de asesores, expertos, analistas, seminarios, cursos, giras, eventos y lo que sea, en donde se reparte una cantidad enorme de dinero por año.
Lo mismo sucede en cada confederación ya que, por ejemplo, en Conmebol los presidentes de cada una de las asociaciones reciben un salario mensual de 40 mil dólares por ser parte del Ejecutivo y un complemento de FIFA de otros 30 mil dólares por ser de los 28 privilegiados que integran FIFA.
Todo esto es legal, está votado por los mismos que luego se benefician de ello y la información es escasa ya que se apoya en la confidencialidad.
Por este tipo de situaciones creo que la FIFA decidió subir de 32 a 48 los países participantes en la Copa del Mundo a partir del 2026. ¿Qué presidente de federación o asociación se animaría a votar en contra? Su salario y además una clasificación cada vez más sencilla para su país a los mundiales son un buen premio. Todo legal.
El tema es que ahora trascendió que para 2030 Infantino vería con buenos ojos subir a 64 los participantes en el mundial. En todo el siglo XX apenas siete países fueron campeones del mundo y en el primer cuarto de siglo apenas se agregó un octavo campeón. Conseguir ocho grupos de cuatro participantes para la primera fase de un mundial sin dos países de baja monta era casi imposible. Con 48 participantes los grupos pasan a ser 12 y se agrega la clasificación de los mejores ocho terceros. Un bostezo toda esa interminable primera fase.
Las Eliminatorias actuales ya fueron arruinadas, por ejemplo, en Conmebol al clasificar siete de 10: Uruguay no ha jugado ni jugará ni un solo partido que sea realmente decisivo. Casi que son partidos amistosos de fecha FIFA, y el Centenario solamente se llena si se despide Suárez o vienen Messi o el scracht de Brasil. En el resto, las tribunas quedan por la mitad.
Para 2030 Uruguay, Argentina y Paraguay no jugarán las Eliminatorias ya que consiguieron las migajas de tres partidos llamados “Celebración de los 100 años”, pero que no serán ninguno de ellos la Inauguración. Para ser claros Shakira y Ricky Martin cantarán en Madrid o Casablanca y en Sudamérica nos conformaremos con Los Palmeras de Santa Fe o similares.
En la última reunión de FIFA por Zoom, el presidente de AUF tiró la idea de subir a 64, lo que no disgustó a Infantino. Con esta idea, tal vez a los tres “organizadores” sudamericanos nos toque un grupo entero y no un mísero partido ante Haití, Fiji o Etiopía, ya que los europeos anunciaron que no cruzarán el océano por tres partidos cuando los 101 encuentros restantes se jugarán en Marruecos, España y Portugal, con horas de vuelo y diferencias horarias que nadie quiere sobrellevar.
El tema es que, tras la algarabía, con baile incluido de Domínguez el día que traicionó a Chile y nos vendió un buzón, los dirigentes se van dando cuenta que el gasto que va a generar un partido lo hace inviable y además Conmebol se queda sin su turno rotativo para organizar un mundial hasta 2046. El último mundial “acá” fue en 2014 en Brasil y luego de esos tres partidos en 2030 habrá que esperar sentado 16 años más para organizar una copa del mundo en Sudamérica.
Conviene recordar que Chile, el traicionado ya que iba a ser parte de la candidatura, fue premiado por FIFA con el mundial sub-20 que se jugará este año. Salió ganando el que no bailó aquel día del anuncio engañoso.
Yendo a lo deportivo, es importante destacar que cualquier campeonato que requiera de clasificación previa y aumenta la cantidad de clasificados pierde prestigio y valor. Se bastardea el premio de clasificar, las eliminatorias dejan de tener sentido, los estadios dejan de llenarse y los goles ya ni se gritan porque no definen nada. Ya no es un mérito ir a un mundial puesto que van “todos”. No hay deporte que tenga 64 países de nivel y el fútbol no es la excepción.
No olvidemos que los goles, la máxima expresión del fútbol, ya habían sufrido el embate del VAR, que no deja festejar tranquilo y además se usa para anular decenas de conquista por semana ante la aparición de mosquitos y no de elefantes en las pantallas que requieren decenas de personas trabajando y cobrando en dólares, achicando las ganancias, generando déficit y con un reglamento confuso que le da más poder al poder para que en caso de malicia pueda torcer resultados.
Muchos se enceguecen con los premios que se pagan, por ejemplo, en la Libertadores. Dicen con orgullo que se paga “mucho más que antes”. El tema no es lo que se reparte sino lo que no se reparte entre los clubes participantes. A las recaudaciones se les descuenta, decenas de miles de dólares por partido en VAR, superpoblación de cargos adjuntos, etcétera.
Eso lleva a que quienes deciden cómo se gasta el dinero sin controles externos ni internos sean los que marquen cuánto repartir y además premien a sus subalternos con viáticos y viajes. Desde que se fundaron en 1900 la AUF, 1904 la FIFA, 1916 la Conmebol y luego el resto de las confederaciones, los países tenían representantes y delegados que defendían sus intereses y eran capaces de votar en contra cuando algo los rozaba o podían golpear la mesa cuando algo no los convencía. Hace al menos dos décadas no existen más los delegados, hoy todos son empleados o funcionarios, dependientes de quien maneja sin control el poder.
Quejarse o preguntar es molestar. Molestar es quedar fuera del reparto. Por eso se jugaron los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022 cuando estaban presos por soborno en 2015 los que decidieron que fueran sede. Los que estaban sin prisión mantuvieron las sedes… el chiste se cuenta sólo.
Lo de Qatar fue más patético porque se jugó todo en una sola ciudad, sin turistas y cambiando la fecha “sagrada” de julio/julio para noviembre/diciembre para no jugar con 50 grados.
Cuando digo sin turistas sepan que lo que se veía por TV eran miles de trabajadores pakistaníes o hindúes e incluso de Myanmar y otros países en donde no saben si la pelota de fútbol es redonda, pero vestían camisetas por lo general argentinas o brasileras que se les regalaban junto con la entrada, un refrigerio y unos dólares de viático para que los jeques no quedaran mal parados.
Llegué a entrevistar un grupo de “brasileros” que eran africanos con camisetas de Neymar. Al preguntarles por qué hinchaban por Brasil uno me dijo al aire “por Messi”. Era lo único que sabía que existía.
Éramos pocos y surgió la idea de un mundial de 64… siga el baile, siga el baile.