En nota del 12 de marzo corriente nos referíamos a la tragedia del héroe nacional de Haití. Su lucha, su auge, su caída traicionado por los franceses, su prisión y su muerte llenan toda la escena. Él es el protagonista y en torno a su peripecia se construye el relato. Napoleón no aparece sino a través de sus enviados. Será el general Leclerc el encargado de someter al rebelde. Y con él viajará su esposa Pauline Bonaparte, y ella también es un personaje con una historia para contarse. La mayoría de sus biógrafos no la tratan demasiado bien. En su Biografía del Caribe, que no es la de Paulina, el historiador colombiano Germán Arciniegas la menciona en el contexto del capítulo que dedica a Toussaint.
Cuando se organiza la expedición contra Toussaint, a quien Napoleón, con razón, consideraba excesivamente independiente, se asigna el mando de la fuerza a su cuñado el general Charles Leclerc. Napoleón tuvo tres hermanas: Elisa (1777-1820), Pauline (1780-1825) y Caroline (1782-1839). Elisa se casó con un noble corso; Pauline con Leclerc, y Caroline con el general Murat. Se entiende que la grafía de los nombres se corresponde a su traducción al francés. La isla de Córcega había sido vendida a Francia por los venecianos en 1768, así que Pauline había sido bautizada como Maria Paoletta.
El padre de Napoleón tenía el modesto título de Noble Patricio de Toscana, que sus sucesores mejoraron notablemente gracias a que Napoleón se encargó de distribuirlos con generosidad cuando se cansó de la chatura republicana. Pauline había cumplido diecisiete años cuando se casó con Leclerc, que tenía veinticinco. Parece que ya la muchacha había dado muestras de que mejor le resultaba casarse que quemarse, cuando menos, en la mirada de su encumbrado hermano.
Esa generosidad amorosa que se le atribuye a Pauline, parece haber estado justificada, aunque sus biógrafos no dan mayores detalles de sus amoríos. Al caso, volvamos a Arciniegas. Según el colombiano, Pauline “ve la expedición como la conquista de un reino para ella” y agrega con su estilada ironía: “Napoleón Bonaparte en Francia, Paulina Bonaparte en América: he aquí una división fraternal del mundo”. Mientras Leclerc diseña su estrategia “Paulina alista sus tocados”.
“Vanidad de vanidades, dijo el Cohelet; todo es vanidad. Y ella parece encarnar la sentencia del Eclesiastés.
Un marido para Pauline
Y después, el duro golpe contra la realidad. El combate no es solamente contra las tropas de Toussaint, sino que hay un enemigo común: la fiebre amarilla. Capturado Toussaint, la terrible enfermedad termina con la vida de Leclerc el 2 de noviembre de 1802. “Paulina, viuda ahora, muy desmoralizada, regresa a Francia como amante del gallardo general Humbert”, dice Arciniegas. Napoleón está furioso. No solo porque ha perdido un soldado de la valía de Leclerc, sino porque Pauline parece tener una alarmante capacidad de recuperación. De modo que destierra a Humbert mientras piensa qué hacer con esta jovencita de veintidós años a la que hay que asignar con urgencia un nuevo marido, aunque más no sea, para intentar conservar las apariencias.
Y el marido aparece rápidamente. Para el príncipe Camillo Borghese (1775-1832) no estaba nada mal casarse con la bella hermana de Napoleón. Y en cuanto a Pauline, debía obedecer a su hermano y por otro parte, parece que el príncipe era tan apuesto como lo requieren los cuentos de hadas. De todos modos, el matrimonio fue catalogado dentro de la categoría “de conveniencia”. Aunque el príncipe, por lo menos, debió haber estado orgulloso de la belleza de su mujer, porque contrató al famoso escultor veneciano Antonio Canova (1757-1822) para que creara la obra que ilustra esta nota. Venus Victrix, Venus Victoriosa, tal el nombre de la escultura que representa a Pauline semidesnuda, reclinada en su chaise longue y sosteniendo en su mano la preciada fruta. No pensó el italiano que la pieza fuera a exhibirse al público, pero ahí está, en Roma, en la Galería Borghese expuesta a los ojos profanos.
El historiador italiano Bruno di Porto (1933-2023) traza una semblanza de Borghese en su artículo en la Enciclopedia Treccani, un fruto del Istituto dell’Enciclopedia Italiana fundado hace cien años (se cumplieron en febrero) por Giovanni Treccani (1877-1963) y Giovanni Gentile (1875-1944). Allí lo define como un hombre que “recibió poca educación, pero se distinguió en cambio por su aptitud caballeresca, así como por su carácter afable y su buena presencia”. Además, era portentosamente rico.
Otros tiempos
Según parece, el príncipe no tardó en comenzar a quejarse del proceder de Pauline, que al decir de di Porto era “inquieto y frívolo. Y ya en marzo de 1804 había escrito al diplomático toscano Luigi Angiolini sobre el tema, atento a que este había sido partícipe de las negociaciones que condujeron al matrimonio. También Napoleón le llamó la atención a su hermana a instancias de su tío el cardenal Joseph Fesch (1763-1839) embajador en Roma. La dama mantuvo sus intereses haciendo oídos sordos a las reconvenciones.
Pauline no estaba cómoda en Roma y deseaba regresar a Paris. Como compensación por su asentimiento, en marzo de 1805 le fueron otorgados a Borghese los derechos de ciudadano francés y el título de príncipe de la familia imperial, más varias condecoraciones.
Las desavenencias con Pauline aumentaban y esta presionó para que se le asignara un destino militar. No le fue del todo mal a este poco educado pero afable individuo, porque llegó a general y por mérito propio. Así, participó en la guerra contra la tercera coalición (Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia contra Francia). En 1805 ya era coronel.
Borghese no necesitaba títulos, ya con el de príncipe estaba cumplido, pero la generosidad napoleónica le concederá uno nuevo el 30/03/1806: duque de Guastalla, como marido de Pauline. Pero la dama un par de meses después, vendió la propiedad al reino de Italia en seis millones de liras, di Porto dixit. Los lectores del Mercurio de España se enterarán en la edición del 30/09/1806 de la resolución que, parcialmente, se transcribe:
“ART. I. Habiendo sido cedido al Reyno de Italia el Principado de Guastala, con autoridad de S. M. el Emperador y Rey, se comprarán en Francia bienes por importe de esta cesión. II. Estos bienes los poseerá la Princesa Paulina, el Príncipe Borghese, su esposo, y los descendientes nacidos de su matrimonio, de varón en varón, en quanto á la herencia y á la reversibilidad, libres de todas cargas, del mismo modo que debiera serlo dicho Principado; y con las mismas cargas y condiciones explicadas en la acta de 30 de Marzo último”.
Cuando en 1807 terminó la guerra contra la cuarta coalición (Inglaterra, Prusia, Rusia, Sajonia y Suecia) ascendió a general. Hubo que esperar hasta la séptima coalición para derrotar al corso. Caído Napoleón, Borghese tomó prudente distancia de su cuñado e intentó anular su matrimonio. Pero la dama se mantuvo firme y logró una simple separación legal. Por tanto, el príncipe tuvo que continuar pagándole su asignación y los otros beneficios estipulados en el contrato matrimonial.
Cuando Pauline enfermó de cáncer, el poco educado, pero caballeresco y afable Borghese, la recibió en su casa de Florencia y la asistió hasta que murió el 9 de junio de 1825.
Napoleón dijo de ella, con cariño fraterno, que era “tal vez la mujer más hermosa de su tiempo” y que “ha sido, y será hasta el fin, la mejor criatura viviente”. Los hermanos sean unidos.