El candidato por Cabildo Abierto a la Intendencia de Montevideo se mostró sumamente crítico con la gestión de la comuna y dijo que “se dejó de lado la meritocracia, para instalar una militantocracia”. En diálogo con La Mañana explicó, entre otros temas, su idea de qué hacer con la basura de la ciudad, planteando instalar una planta que procese los residuos y genere energía eléctrica.
¿Cómo está encarando la campaña rumbo a estas elecciones de mayo?
La campaña la estamos encarando con un entusiasmo bárbaro, con muchas ganas de salir a la cancha y darlo todo. Estamos visitando un montón de ferias, que es algo que a mí me encanta porque te pone cara a cara con la gente. Por ejemplo, el fin de semana pasado estuve en la feria del Parque Rodó y en la de la calle Salto. Estuvimos hablando con la gente, repartiendo volantes, explicando nuestras ideas. Y te encuentras de todo. Algunos te miran con cara de “¿y este qué quiere cambiar?”, bien refractarios a cualquier propuesta nueva, como si todo tuviera que seguir igual para siempre; y otros, en cambio, te dicen con una mezcla de bronca y esperanza que, así como está la cosa no se puede seguir, que ya no da más, que hace falta un sacudón. Entonces, por eso estamos encarando la campaña en varios niveles. No es solo ir y repartir papelitos, sino también conectar de verdad, escuchar y a la vez meterle fuerza a la comunicación para que el mensaje llegue a todos lados.
¿Y cómo sigue ese contacto en otros ámbitos, más allá de las ferias?
El contacto con la gente en la calle es la base, el primer nivel, porque ahí está el pulso real de Montevideo, lo que la gente vive todos los días. Pero también estoy hablando un montón con la prensa, que es otra pata fundamental de la campaña. He dado varias entrevistas, algunas en radio, otras en televisión y sigo en esa ronda de contactos con los medios porque creo que es clave para amplificar lo que queremos decir. Realmente está bastante movido, no paramos un segundo, y eso me gusta, porque significa que estamos en el juego, que estamos llegando a la gente de distintas maneras.
¿Cuál es el tema principal de Montevideo que usted destacaría?
No sé si puedo señalar un solo tema principal, porque Montevideo tiene tantos frentes abiertos que reducirlo a uno sería quedarme corto. Tenemos cinco ejes bien claros, y los cinco son fundamentales, no hay uno que sobresalga por encima del resto como si los demás no importaran. Pero si me pide que le diga qué tiene de novedoso nuestro enfoque, es que no venimos con el discurso típico de “vamos a administrar mejor lo que ya está”. No es eso. Yo digo que la maquinaria está rota. No es cuestión de agarrar el volante y manejar un poquito mejor, como si con un nuevo chofer se arreglara todo. Acá el problema es más profundo: el motor está fundido, no da más, está para el taller hace rato. Entonces, lo que nosotros planteamos son estos cinco ejes de transformación, que son limpieza e higiene, transporte y movilidad, gobernanza, descentralización y cultura, que funciona como un eje transversal que atraviesa todo lo demás. Es una crítica fuerte no solo a la gestión actual, sino al modelo entero de cómo se viene manejando la Intendencia desde hace décadas. Es como si dijéramos: “Muchachos, esto no se parchea más, hay que cambiarlo de raíz”.
Dentro de esos ejes, ¿qué es lo que más le ha llamado la atención de la situación actual y qué piensa que hay que cambiar de fondo para que la Intendencia funcione mejor?
Lo que más me llama la atención, y lo que creo que hay que cambiar de una vez por todas, es cómo la Intendencia dejó de lado la meritocracia hace muchísimo tiempo. Lo que se instaló en su lugar es una especie de militantocracia, donde lo que importa no es cuánto sabés ni cómo gestionás, sino cuánto militás, cuánto ruido hacés en el partido o cuánto le servís a la rosca política. Eso, a lo largo de las décadas, fue carcomiendo todo. Y se nota, porque se ve que la Intendencia recauda dos millones de dólares por día, ¡por día!, una montaña de plata, y sin embargo el vecino no ve que eso se traduzca en servicios decentes. Entonces, ¿a dónde está yendo ese dinero? ¿Qué pasa con todo ese “calor” que entra por un lado y no sale por el otro? Para mí, es como un sistema con pérdidas enormes, no solo de dinero, sino de eficiencia. Hay una estructura que se fue deteriorando porque se privilegió la lealtad política por encima de la capacidad técnica, y eso llevó a que hoy tengamos una Intendencia que no rinde como debería. Ese cambio de mentalidad, volver a poner el mérito en el centro, es clave para que las cosas empiecen a funcionar como corresponde.
“Montón de pequeñas ineficiencias”
Justamente, hablando de esos dos millones de dólares diarios que entran a la Intendencia, son cifras importantes para el estado en que está la ciudad. ¿En qué cree que se va ese dinero o cómo se está fugando?
No es que haya un agujero gigante por donde se escapa todo de una, sino que son un montón de pequeñas ineficiencias que, sumadas, se vuelven un problemón. Imagínese que, durante décadas, en todos los cargos de gestión vas poniendo gente que no es la ideal para el puesto. No digo que sean un desastre total, pero tampoco son los mejores, no son los que realmente saben cómo hacer las cosas bien. Entonces, por ejemplo, una obra que podrías haber terminado con 15 bolsas de Portland te termina saliendo 25, y encima la calidad es un desastre, se rompe a los dos meses. Otro ejemplo son los camiones de basura: en cualquier lugar del mundo van con dos operarios, pero acá, por alguna razón, mandan tres. Ahí ya tiene un 30% más de costo en personal, sin que eso mejore el servicio. O los inspectores, que muchas veces van con un policía atrás, y la Intendencia termina colaborando con el salario de ese policía. Son detalles. Ninguna ineficiencia sola va a tumbar el presupuesto, pero cuando las sumás todas, y son cientos, miles de esas cositas, el resultado es una máquina que pierde plata y eficacia por todos lados. Ese es el gran drama: no hay una catástrofe evidente, pero sí un montón de goteras que te dejan el barco hundido igual.
Con respecto a la limpieza, que es un poco el tema central para los montevideanos, ¿cuál es la idea que usted plantea para mejorar la situación?
La limpieza es lo que más le afecta al vecino en el día a día, lo que ven cuando salen a la calle y por eso es tan sensible. Pero si lo observa con una perspectiva más amplia, se da cuenta de que es solo la punta del iceberg, la parte visible de un problema mucho más grande. Resolver la limpieza es, si se quiere, lo más fácil; lo difícil viene después. Por ejemplo, imagine un niño que come un alfajor y tira el envoltorio en una papelera: el vecino pasa, ve la calle limpia y dice “listo, todo bien”. Pero ese envoltorio tiene plástico, tiene plomo, y si lo agarra, lo mete en un camión y lo lleva a la usina de Felipe Cardoso para apilarlo con el resto de la basura. Ese plomo tarde o temprano se filtra, llega a las napas freáticas y contamina todo el sistema de agua. Eso no es limpiar, eso es esconder el problema. La gestión de residuos en Montevideo está atrasada, yo diría que unos 30 años, comparada con lo que se hace en Europa. No alcanza con barrer y sacarla de la vista; hay que pensar qué hacemos con esa basura después. Y no solo eso: mientras estamos hablando, el colector de la ciudad está roto, tirando desechos humanos directo al Río de la Plata. Es una locura, una vergüenza, y algo que no podemos seguir dejando pasar como si nada. Entonces, nuestra idea es atacar eso de fondo, no quedarnos en la superficie.
El tema de la disposición final de los residuos es algo que poco se menciona en esta campaña. ¿Cuál sería su propuesta concreta para resolverlo?
La solución más lógica y moderna es quemarlos, pero no como se hacía antes, sino con tecnología de punta. En el centro de Viena, una ciudad preciosa, histórica, tenés una planta de incineración que no molesta a nadie. ¿Por qué? Porque esas plantas modernas queman los residuos en hornos especiales, filtran los metales pesados, y lo que sale por la chimenea es básicamente vapor de agua. Además, generan energía eléctrica que se vuelca a la red. Al final, queda una ceniza mínima, casi nada. Es una solución genial, pero para llegar ahí necesitás un sistema previo: no puede quemar agua ni residuos orgánicos como frutas, porque no tiene sentido y sale carísimo. Entonces, primero hay que separar bien: vidrio por un lado, plástico por otro, orgánicos aparte, y lo que sí sirve para quemar va a la planta. Nuestra propuesta es instalar una de esas plantas acá, que no solo limpie la ciudad, sino que transforme la basura en algo útil, en energía que la Intendencia pueda vender y sacar plata. Eso es lo que se hace en el mundo desarrollado, y nosotros estamos a años luz de eso. Incluso, si la hacés un poquito más grande, podrías quemar la basura de Canelones y de toda la región metropolitana. Pero claro, no es solo poner la planta y listo; hay que cambiar toda la concepción, dejar de enterrar la mugre y empezar a aprovecharla de verdad.
Esas plantas de incineración, ¿no tienen un costo muy elevado para ponerlas en práctica?
Sí, claro, no voy a mentir. Estamos hablando de inversiones millonarias, de muchos millones de dólares. Pero la idea no es que la Intendencia pague todo de su bolsillo. Lo que hay que hacer es traer una empresa privada que se encargue de construirla y operarla, y que esa empresa recupere su inversión cobrando por el servicio y vendiendo la energía eléctrica que genere. Es un modelo que funciona en otros lados. Se hace una licitación internacional, se trae la tecnología, se pone la turbina a girar y con el tiempo eso se paga solo e incluso da ganancias. Ahora, no es algo que se resuelva de la noche a la mañana. La gestión de residuos en Montevideo está atrasada 30 años y cualquiera que le diga que esto se arregla en tres meses le está vendiendo humo. Lo que están haciendo ahora es barrer bajo la alfombra, tapar el problema para que no se vea. Pero si quieres solucionar la limpieza y los residuos de verdad, se tiene que pensar a largo plazo, armar toda una cadena desde la separación en los hogares hasta la incineración final. Es un desafío grande, pero es lo que hay que hacer.
Algunos candidatos plantean propuestas como la separación de residuos en los hogares o contenedores subterráneos. ¿Qué opina de esas ideas?
Esas propuestas están bien, son pasos en la dirección correcta, pero nosotros vamos más allá. Nosotros tenemos un programa muy fuerte de descentralización, porque creemos que Montevideo necesita descentralizarse más y mejor. Los municipios de acá tienen más habitantes que muchas ciudades del interior: algunos, como el CH, llegan a 140 o 150 mil personas, y durante el día duplican eso porque la gente va a trabajar ahí. Entonces, lo que planteamos es que cada municipio decida qué sistema le conviene más, siempre respetando la separación básica de metal, vidrio, plástico y orgánicos. Por ejemplo, en un barrio como Carrasco, donde hay pocas casas por cuadra y muchas tienen servicio doméstico, capaz que los vecinos prefieren contenedores subterráneos, que quedan prolijos y no afean una propiedad que vale millones de pesos o inclusive de dólares. Pero en el Montevideo rural, con chacras separadas y más espacio, quizás quieran contenedores grandes afuera. Y en el centro, con edificios altos y veredas angostas, tal vez haya que buscar otra solución, como camiones más chicos que pasen más seguido. Montevideo es una ciudad complicada, con un Montevideo rural, un Montevideo superurbanizado, y muchos Montevideo distintos en el medio. Un camión que entra en Ramón Massini, con calles angostas y edificios, tiene que ser chico, como los que usan en Europa, ágil y práctico. Pero ese mismo camión en el Montevideo rural, donde las chacras están a kilómetros una de otra, no sirve; ahí necesitas algo más grande, más robusto. No hay ingeniero en el mundo que te arme un plan único que funcione para toda la ciudad, porque la ciudad es enorme y diversa. Cualquier candidato que diga que va a poner una solución única para todo te está simplificando algo que no es simple. La Intendencia actual aplica un sistema igual para todos, y por eso tenemos la ciudad sucia que tenemos.
¿Entonces usted es partidario de que los municipios gestionen directamente la recolección, o prefiere que siga centralizado en la Intendencia?
Yo te digo clarito: la centralización está matando a Montevideo. Hay que dejarla de lado cuanto antes, porque cuanto más centralizás, más lejos estás del vecino y de sus necesidades reales. Las diferencias entre los barrios son abismales. Hasta los nombres de los municipios son un desastre: les pusieron letras, como si fueran códigos, en vez de nombres que reflejen dónde vive la gente. La gente no dice “vivo en el municipio A”, dice “vivo en la Teja” o “vivo en el Cerro”. Entonces, nosotros creemos que hay que darle más poder a los municipios, que los vecinos decidan cómo quieren manejar sus cosas. Descentralizar es la clave para que cada lugar tenga lo que necesita.
Los principales problemas
Cuando dialoga con la gente en las ferias, ¿cuáles son los principales problemas que le plantean?
Siempre, pero siempre, te nombran los mismos tres, en este orden: primero limpieza, después seguridad y tercero impuestos o gestión municipal. La limpieza es lo que más les duele, porque lo ven todos los días: la basura en la esquina, los contenedores desbordados. Después viene la seguridad, que tiene mucho de sensación, de cómo se siente caminar por la calle. Y por último se quejan de los impuestos, de las tasas que pagan y no ven reflejadas en nada, o de la gestión municipal, que es lenta, que hay que esperar meses para un trámite, que todo es un lío. Esos son los temas que te tiran en la cara apenas abrís la boca en una feria, y no los culpo, porque son los que les cambian la vida cotidiana.
Sobre la seguridad, ¿cómo puede la Intendencia colaborar para hacer una ciudad más segura o transmitir esa sensación?
La Intendencia tiene un montón de herramientas para meterse en el tema de la seguridad, porque no es solo cuestión de policías y patrulleros; la seguridad es una sensación. Hay estudios que lo demuestran: los delitos pueden estar pasando en un barrio, pero si otro está sucio, lleno de grafitis, con las veredas rotas y gente durmiendo en la calle, todos piensan que ahí es donde está el peligro, aunque no sea cierto. Entonces, la Intendencia puede hacer mucho. Tiene un cuerpo de inspectores, creo que son 800 o 900, que trabajan en distintas áreas; tiene la posibilidad de contratar guardaparques para las plazas; puede mejorar la iluminación, que es clave para que la gente no sienta miedo al caminar de noche; y tiene toda la estructura para mantener la ciudad en orden. Nosotros vamos a entrar desde el primer día con todo, especialmente con el tema de la gente durmiendo en la calle, que es algo que genera una sensación de abandono total. Vamos a tomar un enfoque directo, sin dar vueltas, y hacernos cargo de una problemática que nadie quiere agarrar, porque todos se pasan la pelota y nadie hace nada.
¿Y cómo sería hacerse cargo de esa gente en situación de calle? ¿Cuál es su idea concreta?
Hay una ley de 1935 que dice que el intendente ejerce la policía de la higiene en la ciudad. Eso no es un invento mío, está escrito ahí, en la normativa. Cuando una persona orina o defeca en la calle, no importa su situación personal, está afectando la higiene de todos los vecinos. Es una amenaza biológica, punto. La Intendencia no puede mirar para otro lado como si no fuera su problema; es la primera que tiene que actuar, antes que cualquier otro organismo. Entonces, lo que proponemos es empezar por lo básico: hacer un censo serio de cuánta gente está en la calle, quiénes son, qué les pasa. Porque los estudios que hay, y lo que se ve a simple vista, te dicen que no es un grupo homogéneo. Muchos tienen problemas psicológicos graves, otros son psiquiátricos, otros psicóticos, y prácticamente todos tienen una adicción fuerte a las drogas, un problema químico que los tiene atrapados. No es gente que está ahí porque quiere; están en un ciclo de angustia y desesperación, buscando la próxima dosis para sobrevivir el día. Eso no lo arregla solo el Mides, porque no es solo darles un plato de comida o “desarrollarlos” como dicen algunos. ¿Cómo vas a desarrollar a alguien que está en crisis permanente, drogado de la mañana a la noche? Es un problema de salud mental, y hay que tratarlo como tal. Una vez que tengamos ese diagnóstico claro, se lo vamos a pasar a la Justicia y le vamos a exigir al Estado que cumpla con la ley de internación obligatoria, que existe y aplica perfecto a estos casos. Si alguien es un peligro para sí mismo o para los demás, hay que internarlo y darle tratamiento. Vamos a apretar al Ejecutivo para que se haga cargo, porque no solo afecta los derechos de los vecinos, que tienen derecho a vivir en una ciudad limpia y segura, sino también los derechos de esa gente, que merece atención médica de verdad, no un parche. Nosotros vamos a defender a ambos, al vecino y al que está en la calle, y no vamos a quedarnos mirando con indiferencia como hace el Estado ahora.
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