“Si la lengua inglesa, y su Poesía fuesen más conocidas, que lo son al presente, en donde se habla castellano, la lámina a que se refiere este artículo atraería los ojos de todos, a pesar de no ser de las más bellas”. Claro que estas líneas no son de mi autoría ni la ilustración es la que se menciona. El texto pertenece a una nota publicada en Variedades, o Mensajero de LondresNº 7 del 1/4/1825, periódico trimestral que editara la imprenta de Rudolph Ackermann sita en el 101, Strand, Londres. La imagen pertenece al sitio fr.academic.com y está allí, solamente porque, pese a que la nota se vincula con una imagen, la lámina no aparece en la publicación revisada hoja por hoja. El interés del artículo radica en que se trata de un buen resumen y no de un inglés, sino de un español, y del juicio de un contemporáneo.
No todos sabían en la España de la época quién era lord Byron. Y no solo entre quienes no estaban obligados a saberlo, sino entre los periodistas. Así, el medio El Universal del 6/11/1821 se ve impelido a corregir a su colega El Imparcial “que aquel Byron que dijo a los griegos: ‘No esperéis vuestra libertad de los francos’, no es el mariscal de Biron, sino un lord inglés, hombre muy conocido por sus obras en prosa y en verso, y por sus viajes. Descuido garrafal ha sido por cierto confundir a lord Byron con ‘el famoso mariscal de la comedia’”. La referencia es a la obra de Pérez de Montalbán La gran Comedia del mariscal de Biron.
El domingo 4 de noviembre El Imparcial había publicado: “Inglaterra. Londres, 18 de octubre. Cuando los griegos están dando pruebas de su valor, no pueden dejar de tener amigos. Algún día contarán con los gobiernos europeos; pero parece que han entendido el mérito de este consejo del mariscal de Biron: ‘No esperes tu libertad de los francos…”. La confusión aumenta si tenemos en cuenta que el mariscal Biron, en que se inspira Montalbán, realmente existió.
Byron, no Biron
Aclarada la duda y entendido que se trata de George Gordon Byron sexto barón de Byron de quien se habla, sigamos con la semblanza del español.
“Newstead Abbey perteneció al gran poeta Lord Byron, cuya temprana muerte llora la Inglaterra.
Del edificio, y campos ajardinados que lo rodean poco diré, porque las descripciones verbales dan idea muy imperfecta, de lo que solo los ojos pueden pintar a la mente. Del gran poeta, y hombre extraordinario cuya familia habitó esta casa desde principios del siglo decimosexto, solo puedo decir, a los que no entienden sus composiciones, que sus obras superan en mérito a las más célebres de nuestros tiempos, y no ceden a las mejores de la antigüedad.
Lord Byron mostró grandes talentos desde muy temprano; pero al mismo tiempo dio a conocer que su carácter moral era de aquellos que no sufren freno alguno. Su persona, a excepción de un pie, que desde su nacimiento fue imperfecto, era una de las más bellas que se ven en esta isla fecunda en hermosura”. [Con relación a su pie deforme, si mal no recuerdo, es Rafael Llopis quien, relacionando el espíritu del romanticismo con ese defecto de Byron, señala que “el monstruo es el individuo por excelencia”].
“Sus riquezas y su carácter lo hubieran hecho libertino, sin este agregado. Así es que desde sus primeros años apenas halló límites a sus placeres”. [Con respecto a su precocidad sexual se señala que se inició a los diez años con su institutriz Mary Gray. Supongo que la afirmación correría por cuenta del propio Byron…].
Su orgullo le hizo adoptar cierto sistema de misantropía: “No quiero parecerme a los borregos, aunque esté destinado a ser su rey”, cita el diario Eco de la opinión 11/5/1834], aunque su corazón sensible lo inclinó toda su vida a obras de beneficencia. El desenfreno con que se entregó a todo género de placeres le causó hastío de la sociedad, [en su desenfreno no hacía acepción de personas, ni de sexos] y esto le movió a viajar. Durante sus dilatados viajes su imaginación fecunda y fogosa pintó las costumbres, y carácter de los pueblos, con una energía y belleza de que no podrá formarse idea quien no pueda leer sus obras originales.
Una calentura nerviosa
“Su poema Childe Harold [un joven libertino hastiado de todo que se dedica a viajar] describe con no menos destreza el aspecto exterior de los países, que la disposición interna de sus habitantes.
Lord Byron escribía con facilidad; y sus composiciones son numerosas. Varias de ellas, aunque abundan en bellezas son indecentes, y casi todas inspiran cierta inmoralidad, cierto desprecio de las máximas generales de virtud, especialmente de las que refrenan los apetitos animales del hombre. Gran dolor, que talentos tan extraordinarios como los suyos, no se declarasen en favor de la virtud, y honestidad de costumbres.
Ansioso de gloria, y renombre, sobre el que sus obras le habían conseguido, lord Byron se reunió a los griegos en la guerra que están haciendo en defensa de su independencia. Para este fin vendió la mansión paterna que [ahora] se ve en la lámina, y acompañado de ciertos militares, sus amigos, se estableció en Grecia dedicándose enteramente a promover la causa de la libertad entre sus habitantes, a quienes prodigó sus caudales.
[…] Lord Byron, se vio rodeado de dificultades insuperables. Incapaz de ceder, y determinado a perecer, o salir con lo que se habla propuesto, la fatiga y cansancio le ocasionó una calentura nerviosa, [se presume que murió de malaria] que atacando al cerebro puso fin a su vida a los 36 años de su edad. En Lord Byron la Inglaterra compadece los errores, y admira las prendas de uno de los hombres más extraordinarios que su suelo ha producido”.
Tres meses antes de morir el 19 de abril de 1824, escribió:
Es hora de que este corazón se aquiete, /pues ya ha dejado de agitar a otros:/ y aunque no pueda ser amado, / dejadme amar…
Mis días enhebran sus hojas marchitas, / las flores y frutos del amor se han ido; / el gusano, el chancro y el dolor / son míos.
El fuego que hace presa en mi pecho / como ínsula volcánica está solo; / ninguna antorcha prende a su llama / de pira funeraria.
La esperanza, el miedo, el afecto celoso, / el cariz exaltado del dolor y la fuerza / del amor no puedo compartirlos, / pero desgastan la cadena.
Mas no será así, y tampoco es aquí / donde tales ideas agitarán mi alma, ni / el día presente / aquel en que la gloria adornará el / féretro del héroe / o ceñirá su frente.
La espada, el estandarte, la batalla, / ¡la gloria y Grecia veo alrededor! / El espartano que cayó sobre su escudo / jamás fue tan libre.
¡Despierta (no Grecia: ella está despierta), / despierta, alma mía! / Piensa a través de quién tu savia / ha de intuir el lago de su origen, / y luego vuelve a casa.
Persigue esta pasión vivificante, / indigna humanidad: así debiera / sonreírte o mirarte indiferente / la Belleza.
Si reniegas de la juventud, ¿para qué vives? / La tierra de la muerte honorable / está aquí. Salta al campo de batalla / y rinde tu aliento.
Busca -a menudo menos buscada que hallada- / la tumba del soldado, la mejor para ti; / luego mira alrededor y elige el sitio, / y toma tu descanso.
Si alguien quiere seguir la recomendación del crítico español, puede leer la versión original en https://allpoetry.com/On-This-Day-I-Complete-My-Thirty-Sixth-Year