Hace unos días el senador Caggiani manifestó públicamente que la administración anterior dejó a este gobierno “una bomba armada” con un déficit mucho mayor al que se suponía, con organismos como ASSE o Ancap fuertemente endeudados, etc. “Más que bombas, hay cráteres y agujeros enormes” agregó el legislador del MPP.
Es claro que se está buscando instalar en la opinión pública la idea de que no es real el promocionado buen manejo de la economía por parte del equipo liderado por Azucena Arbeleche. Se quiere socavar así uno de los pilares en los que se basa, y seguramente se basará en los próximos años, la defensa del pasado gobierno, apuntando desde ahora a la próxima campaña electoral. También parecería que se busca justificar por qué no se podrá cumplir con las promesas de campaña que alegremente hizo el Frente Amplio cuando de sumar votos se trataba.
Nuestros limitados conocimientos de la ciencia económica nos permiten percibir que siempre las nuevas administraciones heredan deudas de la anterior, así como también saldos en caja, significativos este año derivados de una buena temporada turística. No me atrevo a hablar de una Ferrari con el tanque lleno, pero, a grandes rasgos, el gobierno terminado el 1º de marzo dejó una situación financiera y de obligaciones a corto plazo que no es mucho peor que la que recibió cinco años atrás. El punto débil sería el mayor endeudamiento que nos afectará en el mediano plazo.
Entendemos que no es ese el punto medular de la discusión que se debe dar. La esencia de la discusión debería estar en torno a las políticas económicas que se llevan a cabo en nuestro país. Siempre hemos dicho que nuestros economistas estudian en las mismas universidades del hemisferio norte, en los mismos libros y con los mismos profesores y referentes. Por lo tanto, su “chip mental” no difiere sustancialmente. Luego, ya en nuestro país, unos se hacen frenteamplistas, otros blancos, otros colorados, pero la matriz mental es la misma. Azucena Arbeleche fue en buena medida continuadora de las políticas que impulsó Astori, ni siquiera hizo el intento de desmantelar alguna de sus creaciones como el IRPF o el IASS, o buscar variantes a la política cambiaria o fiscal, o intentar medidas novedosas de fomento al sector productivo o de apoyo a la micro y pequeña empresa. Y Gabriel Oddone seguirá en la misma línea. Podrán introducir algún matiz diferente para satisfacer a sus respectivas tribunas, pero, en esencia, se continúan sin sobresaltos unos a otros.
Se continúa una política cambiaria que hace del Uruguay uno de los países más caros del mundo, hundiendo así cada vez más al sector exportador y ahuyentando posibles inversores que optan por instalarse en otros países de la región con menores costos.
Se continúa con el exceso de gasto público que se paga con mayor endeudamiento, que año a año se lleva buena parte de nuestros recursos y compromete cada vez más a las futuras generaciones.
Se continúa abusando, con el aval de la conducción económica, del ciudadano de a pie que debe recurrir a préstamos al consumo para satisfacer sus necesidades mínimas y para ello debe pagar intereses de usura, expresamente prohibidos en nuestra Constitución.
Se continúa favoreciendo a especuladores que hacen fortunas aprovechando la política cambiaria, sin generar un solo puesto de trabajo. Por la simple operación de pasarse a pesos, colocarlos a altas tasas de interés establecidas por el BCU, y después de un tiempo volver a dólares (que no varían su cotización), han desaparecido miles de millones de dólares de nuestras reservas en las últimas décadas. Esto ha ocurrido sin cambios con ministros de economía y presidentes del BCU de cualquier pelo político.
Se continúa haciendo un uso discrecional de nuestros recursos, realizando contratos generosos con empresas privadas, que pagamos todos los uruguayos. Generosos por decir lo menos, cuando vemos que se acuerdan alegremente cláusulas leoninas que nadie aceptaría si fuera un negocio propio que honrar con su bolsillo. ¿Cómo se puede definir a los sobreprecios que nos comprometimos a pagar a los empresarios que producen energía eólica haciendo que el precio de la energía de nuestro país sea, por lejos, el más caro de la región? ¿O las exoneraciones y beneficios a UPM? ¿O las cláusulas de concesión del puerto y aeropuertos? Es bueno recordar el proyecto de Cabildo Abierto para que el Senado de la República deba dar la venia para estas concesiones. Pensamos que no es bueno que se otorguen beneficios o acceso a nuestros recursos por décadas, comprometiendo a una docena de futuros gobiernos, solo con la firma de cuatro jerarcas, que negociaron entre cuatro paredes. Más allá de la legalidad del procedimiento, que no discutimos, pensamos que debería haber más trasparencia dada la importancia de lo que está en juego. Además, una norma de esta naturaleza le daría más fuerza al Estado uruguayo a la hora de negociar.
La discusión de fondo no debe ser si es o no una Ferrari, si tiene o no el tanque lleno. La discusión debe ser si sirve seguir con esta Ferrari que desde hace años viene hundiendo al aparato productivo e industrial del país. Si seguiremos o no siendo uno de los países más caros del mundo, ahuyentando a los inversores capaces de dar trabajo genuino. Hasta Estados Unidos en estos días se está sacando de arriba a esa Ferrari…
En definitiva, la discusión debería ser si seguiremos o no fomentando el enriquecimiento de unos cuantos vivos especuladores o usureros, que poco o nada aportan a la economía del país, en perjuicio de una inmensa mayoría de uruguayos condenados a buscar trabajo durante años, o a no poder progresar desde su castigada empresa o con sus menguados sueldos o jubilaciones.