Cada semana desde estas páginas se renueva la vocación por entender la realidad. Un ejercicio constante que se nutre de recursos tan valiosos como el periodismo y la opinión, que nos ayudan a conocer e interpretar hechos e ideas de la actualidad. Una actualidad que siempre es histórica y situada en un lugar, por tanto debe ser abordada en esa complejidad o de lo contrario corremos el riesgo de caer en una mera acumulación de anécdotas del presente.
Pero hay otro lenguaje, más sutil y persistente, que también nos permite captar la realidad en toda su profundidad: la literatura. A través de ella accedemos no sólo a los hechos, sino a las emociones, tensiones y sueños que los atraviesan. La literatura guarda la sensibilidad de cada tiempo y nos permite entender cómo siente una época, no sólo cómo actúa o piensa.
“Un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños”, dijo el célebre escritor Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido, durante su discurso del Premio Nobel. Y destacaba algún tiempo atrás nuestro columnista Guillermo Silva Grucci, evocando aquel discurso, que la literatura “no solo enriquece el espíritu, sino que es imprescindible para la formación del ciudadano en una sociedad moderna y democrática. Por consecuencia debería promoverse –a diferencia de lo que sucede– y considerarse esencial en los programas de educación”. “Es a través de la literatura que se arriba a ese sentimiento de pertenencia a la colectividad humana, que es, insiste, el más alto logro de la cultura”, añadió Silva Grucci.
Como medio de comunicación, este semanario asume el compromiso de promover la literatura nacional, como una expresión fundamental de la cultura, de las letras y del sentir de los pueblos. En línea con nuestra consigna de que “el interior es capital”, apuntamos especialmente a que no quede limitado a lo proveniente de Montevideo, sino que contemple a los escritores de todos los rincones del país, del medio urbano y del rural, del interior profundo y de la frontera también.
Vivimos tiempos en los que se impone, con insistencia, la idea de que sólo vale aquello que ofrece un beneficio material y con el menor esfuerzo posible. Frente a ese mensaje, creemos necesario reafirmar la importancia de la elevación de los ideales. Ante el formidable avance de la tecnología y la ciencia, no es sensato amputar el estudio de las humanidades, ni mucho menos despreciar las artes y el cultivo de las letras. En un mundo hiperconectado, saturado de estímulos y plataformas de entretenimiento, somos vulnerables a ser reducidos a espectadores pasivos. Y cuando eso ocurre, perdemos algo esencial como la capacidad de crear, imaginar y pensar por nosotros mismos.
Los 61 años de la Asociación de Escritores del Interior (AEDI) y las 48 ediciones del concurso literario “Dr. Alberto Manini Ríos” son una prueba de que la cultura se renueva con constancia cuando hay vocación, comunidad y sentido de pertenencia. En un país donde a menudo lo cultural parece quedar en los márgenes de la agenda pública, AEDI ha construido un espacio sostenido de encuentro, estímulo y legitimación para cientos de escritores que, de otro modo, quizás no hubieran encontrado oído ni lector.
En este sentido, cobran mucho significado las palabras de Mario Zóboli, responsable de la sección Buzón del Interior del diario La Mañana hace ya varias décadas:
“No se trata de un concurso estrictamente literario. Estamos promoviendo las inquietudes literarias de todo el país y entre ellas, se dan valores sólidos, se dan obras con oficio y experiencia, y también se dan, en la mayor parte de los casos, aficionados netos, autores que nos confiesan que sólo desean orientarse, relacionarse, hacer experiencia, estar en esta sana aspiración y ejercicio de las letras. Esto es lo fundamental del concurso”.
“Bien sabemos que el valor de un poema, como el de todo trabajo literario, está primeramente y desde luego, en su contenido y su forma. Pero ahondando en la producción, existe el valor de una inquietud, de un noble ejercicio, de una sensibilidad. Cuando estimulamos a alguien que escribe, no estamos juzgando fundamentalmente sino lo segundo. Nuestra sección no es de crítica literaria. Nosotros deseamos promover una inclinación. Preferimos textos defectuosos en nobles espíritus, que perfecciones formales desposeídas de la sana práctica humana. Lo que no indica que no haya muy buenos valores en lo que hemos recibido”.
Nos parece central ese esfuerzo por promover la inquietud literaria, la vibración íntima de todas aquellas personas que desean expresarse a través de la literatura. Sin barreras entre aficionados y consagrados. No como una cacería de talentos, sino como una siembra de comunidad. Vaya si esto será importante, además, en una sociedad donde abundan los problemas vinculados a la soledad.
AEDI, a través de sus directivos y con el apoyo de sus socios, ha estado a la altura de ese desafío, editando libros, promoviendo talleres literarios gratuitos, ofreciendo espacios de formación y manteniendo una independencia férrea frente a cualquier tentación de clientelismo cultural. No se sostiene con subsidios, ni ha reclamado privilegios. Ha trabajado, ha sembrado y aunque los principales canales de televisión o radios no le presten atención, los frutos están hoy, más que nunca, a la vista.
Año tras año, la fecha del 18 de marzo congrega a decenas de escritores, sus familiares y amigos en la ceremonia de premiación del concurso. Provienen de todo el país, varios comparten su experiencia llevando adelante un taller literario, otros destinando horas cuando la docencia o la familia no los demanda, o que llevan adelante con mucho entusiasmo y sacrificio alguna publicación cultural. Los hay desde muy jóvenes autores que se abren a la vida adulta hasta personas mayores, jubilados de las más variadas profesiones, que abrazan también esa vocación creativa literaria.
Lo que el lector encontrará en estas páginas no es sólo una selección de obras premiadas, sino apenas una pequeña muestra de la enorme diversidad creativa que se extiende por el país. Cuentos, poesías, prosemas y relatos infantiles que revelan mundos interiores, tensiones familiares, paisajes sensibles y gestos de ternura. Detrás de cada obra hay una historia de perseverancia, de sensibilidad, de alguien que, en medio de sus días, encontró en la literatura un modo de habitar el mundo con más conciencia y belleza. Que cada texto aquí reunido inspire a otros a leer, a escribir, a buscar. A quienes participaron, a quienes ganaron y a quienes lo seguirán intentando, nuestro reconocimiento.
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