Hoy iniciamos esta sección destinada a evocar, semana a semana, figuras que han pertenecido a la redacción del diario La Mañana y que han derramado su talento, en esa paciente y cotidiana labor de comentar con objetividad las noticias que fueron hilvanando una historia que lleva más de cien años.
Y en este renacer del legendario periódico, comenzamos con su fundador, el doctor Pedro Manini Ríos que fue sin lugar a dudas, una de las figuras políticas más gravitantes de la primera mitad del siglo XX: periodista, escritor, abogado, catedrático de economía política en la Universidad de la República, incursionó en todos los ámbitos del conocimiento, y en ocasiones se hizo guerrero. Este infatigable creador de emprendimientos fue fundador o co-fundador de entidades como el Club Nacional de Fútbol o la Federación Rural.
Su padre, que murió cuando tenía 2 años, era un inmigrante italiano piamontés que se desempeñaba en el área de la construcción, y su madre Graciana Ríos, hija de un oficial de Oribe que se había radicado en Villa Encarnación (La Unión) una vez finalizada la guerra Grande, solía definirse como “blanca oribista, del Cerrito y de Quinteros”. Cuando su hijo Pedro se hizo colorado, sus amigas –que eran del círculo de Aurelia Viera- comentaron: “pobre Graciana su hijo se hizo “salvaje”.
Aún adolescente se unió a Arturo Santana, Emilio Frugoni, Sebastián Puppo, Isaac Diaz, Héctor R. Gómez, el núcleo bullicioso de la juventud colorada que disidentes del oficialismo partidario (los colectivistas) rodearon a la naciente figura de José Batlle y Ordóñez en aras de la renovación del partido.
Con gran esfuerzo culminó su carrera de abogado –arrastraba una situación económica muy ajustada y tenía que encarar no sólo el mantenimiento de su casa sino también ayudar a sus hermanas y tías solteras y es así que ingresó como periodista en el diario El Día llegando a jefe de redacción y luego director.
Hizo toda la guerra de 1904 como secretario del Cnel. Pablo Galarza, un militar caudillo que agregaba a un innato don de mando una fina inteligencia de estratega. Finalizada la contienda armada fue Manini el verdadero negociador de la Paz de Aceguá. En aquellas largas jornadas de cabildeos –donde se alternaban las discusiones crispadas con las distendidas conversaciones a la hora del mate en torno al clásico fogón criollo- selló una amistad hasta el fin de su vida, con el joven negociador de la contraparte blanca, Luis Alberto de Herrera. Y allí fue donde coincidieron en que la Constitución de 1830 debía ser reformada si es que se quería aventar para el futuro el germen de la violencia que periódicamente sacudía a la República: las libertades públicas debían comenzar con la universalidad del sufragio y sus garantías.
“El mal predominante de nuestra democracia, ha sido el de sus agitaciones armadas intermitentes, sangrientas y destructoras, que han creado el descreimiento propio en la virtualidad de las instituciones…” meditaba Manini después de las distendidas charlas con Herrera, entre mate y mate, en los fogones de Aceguá, donde se buscaba por ambas partes, afanosamente encauzar el ímpetu bravío de nuestra raza por andariveles civilistas…”Como remedio a esas calamidades públicas, hemos llegado a creer, en las horas angustiosas de nuestras tribulaciones patrióticas, que solo podríamos ajustar a su centro de gravedad, la vida institucional de la República gracias a una reforma de la Constitución, consulta leal de la soberanía popular…”
En el período de la presidencia de Williman junto a Domingo Arena –su socio en el estudio jurídico- se convirtieron en los articuladores de la segunda presidencia del líder colorado. En 1907 viajó a París para participar con Batlle en la Conferencia de Paz de La Haya que a instancias de Rusia bregaba por detener la carrera armamentista, de una Europa enceguecida -que como en las tragedias griegas- todos tenían la premonición del desenlace fatal, pero nadie podía evitar que se siguiera avanzando hacia la hecatombe…
Al asumir Batlle en marzo de 1911 su segundo período, a todos les pareció normal que se designara a Manini ministro del Interior que era el nuevo nombre que adquiría el Ministerio de Gobierno, dado que durante su ausencia era él quien había meticulosamente preparado su segunda presidencia.
A partir de los primeros seis meses de gobierno comenzó una creciente pero leal discrepancia con Batlle y Ordóñez, originada en el proyecto de reforma constitucional, que éste comenzó a esbozar desde el sillón de gobernante, para sustituir en el futuro la institución presidencial por un ejecutivo colegiado de nueve miembros.
En el año 1912 se le encomendó presidir la delegación uruguaya que viajaría a la conmemoración del Centenario de las Cortes de Cádiz a realizarse en Madrid el 12 de octubre, donde España en un gesto de hondo significado político, buscaba resarcirse del revolcón de la guerra de Cuba y reunir en su seno a sus ex-colonias. Y ahí surgió una segunda discrepancia con José Batlle y Ordóñez: la lista de la delegación que le presentó Manini, la encabezaba José Enrique Rodó. El Presidente tomó un lápiz y tachó su nombre oponiéndose terminantemente a que el intelectual compatriota viajara al magno evento en misión oficial. No hubo forma de explicarle que se había creado una inmensa expectativa en torno a la asistencia de Rodó. Y que la mayoría de la intelectualidad hispano parlante conocía más a Rodó y su Ariel que al Uruguay.
En 1913 se produce la ruptura definitiva con Batlle. Renuncia al cargo de Ministro y asume la banca de Senador por Flores. Y junto a 10 senadores del oficialismo que se oponen al proyecto de ejecutivo colegiado, se funda el Partido Colorado Fructuoso Rivera –conocido como Riverismo- lo que significa la primera gran escisión del Partido.
En vista a la inminente convocatoria a una Asamblea Constituyente, en 1915 funda la Federación Rural junto a Luís Alberto de Herrera y José Irureta Goyena, como contrapeso a los Jefes Políticos que digitaban –de acuerdo a la influencia directriz en ese momento “moral”- al esmirriado electorado en su mayoría rural. Imprescindible herramienta para lograr que el electorado blanco volviera a participar en los comicios, habida cuenta que la Asociación Rural era en su mayoría gubernista.
”He vivido siempre a campo raso y a cielo abierto en nuestras jornadas ciudadanas, no tengo una sola hipocresía de que acusarme, un solo doblez a disimular. Detesto las maniobras silenciosas y los golpes por la espalda, y por eso me parece mas noble y provechoso dirigirme abiertamente a las reflexiones de mis amigos…”
En ese momento Manini se transforma en el actor principal del acuerdo con los blancos de cara a las elecciones para la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución de 1830, y logra con el gobierno de Feliciano Viera hacer prevalecer el criterio del voto universal y secreto. Hasta ese entonces solo participaban en la elección de los gobernantes entre un 3 y un 5 %. En un país que superaba el millón de habitantes solo concurría a las mesas de votación menos de 50.000 ciudadanos. Estas elecciones tuvieron lugar el 30 de julio de 1916 y fue la primera vez en el Uruguay independiente que la ciudadanía gozó del beneficio del voto secreto. Y también fue la primera vez que los candidatos gubernistas fueron derrotados en casi todas las circunscripciones electorales.
A partir de 1919 Manini superó los sinsabores del triunfo frustrado de la Constituyente y su vigorosa personalidad volvió a gravitar al servicio de un país que resplandecía en la región y en el mundo.
Durante la presidencia de Baltasar Brum, ocupó el Ministerio del Interior y en 1923 fue designado como Ministro de Relaciones Exteriores por el Presidente José Serrato. Entre 1920 y 1940 encabezó como ministro plenipotenciario o como jefe de misión las más importantes delegaciones al extranjero. Basta recordar el rol que desempeñó en las negociaciones para poner fin a la guerra entre Paraguay y Bolivia (Conferencia de la Paz del Chaco) junto al canciller argentino Carlos Saavedra Lamas. Y en la negociación de los tratados internacionales con Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia. Se reunió con Franklin D. Roosevelt en Hyde Park y en 1940 suscribió las bases para la Seguridad Hemisférica en La Habana en el marco de la 8ª Conferencia Panamericana.
El 31 de marzo de 1933 dio su apoyo al pronunciamiento del Presidente Gabriel Terra de disolver las cámaras y dejar sin efecto la Constitución de 1918, luego de una larga negociación donde exigió que simultáneamente hubiera una convocatoria del cuerpo electoral en un plazo no mayor de 60 días. Esta interrupción institucional que se denominó “Revolución de Marzo” se produjo en momentos que la crisis desatada en Wall Street a fines del 29 golpeaba muy duro a los países periféricos.
Y tal como se había acordado a los dos meses de disuelto el Parlamento, se convocó a una Asamblea Constituyente en la que participaron junto a figuras de colorados y blancos herreristas el representante de la Unión Cívica Joaquín Secco Illa, del Partido Socialista Emilio Frugoni y también participó Eugenio Gómez en representación del Partido Comunista. Se discutió y se aprobó una carta magna de avanzada para la época inspirada en algunos aspectos en la constitución española de 1931 y en la alemana de Weimar. Se incorporaba el derecho al voto femenino consagrando así el sufragio universal. Su sección programática de derechos, deberes y garantías pasó incólume las sucesivas reformas a que fue sometida.
Para cierta historiografía – flechada y maniquea- que pinta al año 1933 con colores ominosos, pasa absolutamente desapercibida la importancia que tuvo la reunión en Montevideo de la 7a. Conferencia Panamericana del 3 al 26 de diciembre, que la presidió nuestro ministro de RREE Alberto Mañé dándose cita en nuestro país la totalidad de cancilleres hemisféricos, incluyendo al influyente Secretario de Estado de Estados Unidos, Cordell Hull. Lo allí acordado, constituye un tremendo aporte al derecho internacional. Las conclusiones allí suscritas se las conoce como: Convención sobre Derechos y Deberes de los Estados, o más conocida como “Convención de Montevideo” y es una verdadera innovación, un verdadero quiebre – por lo menos del punto de vista teórico- con el pasado reciente sobrecargado de intervenciones armadas en América Latina . Es el quiebre del oscuro capítulo del “Big Steak”. Y el comienzo de una nueva política de buenas intenciones, que preconizaba Franklin Roosevelt…
Una vez más Manini y Herrera (a través de sus letrados de confianza) se ponen de acuerdo para que este transcendente acuerdo hemisférico llegue a buen puerto. Era hora de buscar soluciones pacíficas a los conflictos armados que desangraron a nuestra América.
Se puso sobre la mesa la intención “de suscribir soluciones por medios pacíficos a los conflictos internacionales…”
Y las tres conclusiones mas importantes que se logró aprobar en este Encuentro cimero fueron 3 principios medulares: La No Intervención, la Autodeterminación de los Pueblos y la Suspensión (no se logró derogarla) de la Enmienda Plat, que hacía de Cuba una colonia de EE.UU.
Pedro Manini Ríos fue proclamado candidato a la presidencia en el estadio Centenario por el Partido Colorado en diciembre de 1941 –-según la constitución vigente sólo podría postularse un candidato por lema- pero no llegó a ejercer la primera magistratura puesto que el 21 de febrero de 1942, el General Baldomir protagonizó un golpe de estado derogando la constitución de 1934. A partir de ese entonces fue abandonando paulatinamente la actividad pública, guardando un escrupuloso silencio –a pesar de disponer de dos periódicos- sobre los entretelones que motivaron el golpe de estado del 42.
Su vida se extinguió lentamente el 4 de julio de 1958. Herrera desde el Consejo Nacional de Gobierno expresa: “Nos golpea hoy su deplorada ausencia, cuando todavía estaba destinado a prestarle grandes servicios a la patria en la hora del consejo y de la decisión, su voz de prócer marcaba rumbos…”
Eduardo Víctor Haedo en su libro “Herrera Caudillo Oriental” nos brinda una precisa y escueta semblanza del fundador de La Mañana:
“Pedro Manini Ríos fue periodista, profesor universitario, economista, legislador, ministro, diplomático internacionalista y candidato de su partido a la más alta magistratura. Poseía talento, cultura y nutrida experiencia de los problemas públicos. Formado ideológicamente al modo de los radical-socialistas (franceses), tuvo de ellos las normas del pensamiento y asimilo el ajuste del método y la claridad de la expresión…”
“…Pulcro y recatado, cierta adustez exterior lo presentaba como inexpresivo. No era otra cosa que una defensa contra su propia sensibilidad. Él que era colorado, desde las bancas universitarias mantuvo amistad con Herrera acrecentada en los días de Aceguá, cuando se acercaron para aguardar en la frontera brasileña, los tramites de la paz, terminada la guerra civil en que uno y otro cumplieron con su deber en trincheras opuestas; hasta las últimas horas embellecidas por ideales comunes…”
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