De profundis
La historia está en las actas, decía Carlos Maggi, pero también en los actos, en todos los actos sin distinción de tamaño, espectacularidad, ni grado de conciencia. Pasar de los actos a las actas, exige la delicadeza y la probidad del orfebre medieval que desmonta, quizás anhelando encontrar lo inesperado, un antiguo camafeo.
Sólo desde esta perspectiva resulta posible abordar la jornada de cambio de mando, cumplida el 1º de marzo pasado en Montevideo, donde en un marco de sencillez republicana, resultaron rescatados y expuestos a la luz, fuerzas y sentimientos, largamente pospuestos o inadvertidamente olvidados, que perviven en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo.
La Banda Oriental, “tierra sin ningún provecho” para los argonautas de la primera hora, que delinearon sus cartas en ignorancia del destino asignado a esta zona, por su particular forma de bolsón geográfico, de ser sitio de refugio y respiro para los pueblos que, ingresados por el extremo norte al continente, descendieron luego por el mismo, dentro de descomunales coordenadas de tiempo y espacio. Así, desde el 15.000 A.C. se fueron superponiendo en la Banda Oriental la mayoría de las etnias que llegaban al cono sur. Por el 1.500 A.C., cruzando las calzadas de piedra del Río Uruguay irrumpen los Charrúas, cazadores superiores de origen pámpido, con sus flechas de ancho pedúnculo y vigorosas aletas en el limbo, que se asientan en las riberas del Río de la Plata y del Océano, en una franja continua de 150 kilómetros de ancho, desde la desembocadura del Río Uruguay hasta las proximidades de la Laguna Merín, inaugurando el período neolítico y el inicio de las culturas meso indias en nuestra tierra, desde entonces reconocida como “Banda de los Charrúas”. Siglos después, prácticamente junto con el español, llegan las primeras oleadas de guaraníes. En 1603 el vigésimo séptimo gobernador de Nueva Andalucía del Río de la Plata, el criollo Hernandarias, promueve un cambio en la legislación sobre el trabajo de los aborígenes, que supone la supresión de las mitas y encomiendas, por las cuales los españoles gozaban de los frutos del trabajo de los nativos a cambio de su evangelización, en la práctica inexistente. Obtenida la aprobación de esta reforma por parte del rey Felipe III, en 1608 se dispuso la creación de Reducciones Jesuíticas y Franciscanas en la región del Guairá. Fue este el inicio de un cambio sin parangón en nuestra historia, complementado en el período 1611/1617 por la introducción del ganado vacuno y caballar. Esto modifica profundamente el entorno, se liberan las arenas, mientras nuestros indígenas se volvían carnívoros, por comodidad, y jinetes, por imitación. “No existen palabras capaces de reflejar el grado de fascinación con que contemplaron los indígenas, como el mayor y más increíble y jamás soñado regalo de los dioses, la pujante y avasalladora realidad del caballo” (Eduardo Martínez Rovira, “A pie y a caballo por tierras de Maldonado”). El ingreso de los guaraníes a la Banda Oriental continuó incrementándose, hasta alcanzar un peso poblacional enorme. Según afirma el Doctor José Claudio Williman (h), frente a los pocos miles de Charrúas que sobrevivían cuando el levantamiento artiguista, los Tapes-Guaraníes llegaban a ser cincuenta o sesenta mil, mezclados con la población criolla y cruzados con ella, dejan un abundante legado en la toponimia de la Banda Oriental, a donde llegan convertidos al Cristianismo.” Catequizados en su propia lengua por los Padres Jesuitas, con el decisivo peso que este hecho tiene en el apoderamiento profundo de la fe. He aquí la primera estampa a recoger en nuestro camafeo simbólico: Dos criollos bien montados, sosteniendo uno el estandarte y otro la imagen de Santa María, llamada “Virgen de los Treinta y Tres”; una talla de la Inmaculada Concepción, labrada en cedro americano en las Misiones Orientales, en la primera mitad del siglo XVIII. Resumen de la primera evangelización y mestizaje en estas tierras: cultura hispánica, fe católica y expresión barroca, corporizadas por el cincel de un artista indígena. Completa la estampa, la presencia de un sacerdote, evocando a aquellos que, en su momento, se constituyeron en padres de la patria.
La transmisión del mando y la colocación de la Banda Presidencial al nuevo mandatario, mostraron la actitud de concordia que los uruguayos necesitábamos encontrar allí. Fue el reconocimiento mutuo entre un joven y el anciano que le cede la tarea y la responsabilidad. El retiro de Vázquez, acompañado y apoyado en el brazo de Lacalle, constituye la segunda estampa del camafeo, la que cubre, y quizás comience a curar, el dolor y la incomprensión acumulados en las últimas siete décadas de nuestra historia.
Luego, el discurso del Presidente investido. Ante todos y para todos, pero especialmente para su padre. “Mi Padre…¡Ah, mi padre!”, dice, en una contenida expresión de afecto y admiración, que me trasladó a otro Presidente muy joven también, el primero de su partido en ser electo directamente por la ciudadanía, que culminara su mandato con altos índices de aprobación, para luego ser objeto de la campaña de difamación más artera de nuestra historia política, concertada entre dirigentes opositores y algunos de su propio partido, citaciones judiciales y el poder amplificador de la prensa, para denigrar su gestión. “Embestida baguala”, la bautizó, con el gracejo propio de su estirpe. Sin bajar los brazos, perdió esa elección y las que las siguieron, hasta que este 1º de marzo le fue dado ver a su hijo como presidente electo por una coalición de partidos democráticos. En ese momento, acudió a mi mente un himno muy antiguo de la liturgia de Semana Santa que dice: “Feliz la culpa que mereció tal redentor”.
Esa imagen podría cerrar nuestro camafeo, pero hubo otra escena, captada por la televisión en el Palacio Legislativo, donde integrantes del coro del Sodre, fuera de toda ceremonia, ofrecen al senador José Mujica y a la senadora Lucía Topolanski, interpretar en su honor “algo que les guste”. “A mí me gustan los tangos”, responde la legisladora, y ante la presencia, casual pero regocijada, del Ministro de Trabajo y Seguridad Social, Dr. Pablo Mieres, los muchachos cantan “El día que me quieras”, que si bien no es un tango, celebra al amor y es una expresión de esperanza.
Esas son los virtudes que nuestro pueblo necesita recuperar: Fe, esperanza y amor a nuestros semejantes.
Luis Alberto Borche Ferreira.
Rocha.
Queda el azul
Las nubes pasan queda el azul,
simples palabras, pura armonía,
aún resuenan en esta latitud
y hondamente en el alma mía
A la esperanza nos aferramos
de caminos que se han de abrir
para que unidos y hermanados
vivamos un radiante porvenir!
Siento piar los pájaros
y mi niña alegre juega,
parecen mágicos cantos,
a una nueva primavera!
Quiera Dios que estos anhelos
de paz y prosperidad
en los niños de nuestro suelo
se puedan cristalizar!
Música y letra: Raúl Montero .
28 de noviembre, 2019 – 28 de febrero, 2020
Felicitaciones a nuestro nuevo presidente y su grupo de coalición
La unión hace la fuerza vamos todos por la patria y una nueva administración a gobernar y dirigir nuestro país en paz, democracia, seguridad, soberanía e igualdad para que cada ciudadano pueda estudiar, vivir en paz y progresar en el área que deseé.
El Uruguay se merece que se respete en todos los órdenes la igualdad de aceptar el esfuerzo de quienes trabajan y estudian.
Mejorar el sistema médico, abrir acuerdos con universidad y fundaciones en busca de avanzar en mejor adelantos en diagnóstico precoz del cáncer de todo tipo y no entrar en la burocracia de atender a un número y no a un paciente, detrás de un enfermo hay una vida. Deben existir facilidades de estudios para la nueva generación que quieran ser médicos de vocación y no de comercialización de la medicina!
Aunque por ahora no esté en él, deseo lo mejor para mi país!
Patricia RayKelly
Florida, USA
El desprecio a los trabajores rurales
Señor director de La Mañana, quiero decir algo con respecto a la nota de la edición anterior “El banquero neoyorquino que da clases de agricultura”, que habla de Michael Bloomberg y que aparece en una foto con el ex presidente Vázquez.
Este señor que es el Embajador Mundial de la OMS para Enfermedades No Transmisibles y Traumatismos, por segunda vez consecutiva y que dirige una importante Fundación llamada Bloomberg Philanthropies, la cual se enfoca en cinco áreas temáticas tan importantes como: el medio ambiente, la salud pública, las artes, la innovación gubernamental y la educación; pero que todo eso no le da el derecho de pararse frente a la gente y decir tal cosa como que le podría enseñar a cualquiera a ser agricultor, que según él la considera una actividad tan sencilla como lo expresó en la Universidad de Oxford en Inglaterra: “Cavas un hoyo, pones una semilla, pones tierra encima, agregas agua, y llega el maíz ”. ¡Así de fácil!
Si fuese tan así, que buena noticia para todos nuestros agricultores que cultivan cientos de hectáreas, que viven y luchan con las sequías y el clima en general, las plagas, los altos precios de producción, la falta de gente, por solo nombrar algunos de los obstáculos más conocidos.
Evidentemente desconoce que el trabajo de agricultura hoy en día es tan sofisticado tecnológicamente como cualquier otra actividad en la que según Bloomberg hay que tener “mucha más materia gris”. Desprecia a los trabajadores rurales que alimentan al mundo. Tendría que estar a la altura de todos esos títulos y fundaciones que ostenta y no ser arrogante.
Carolina Machado