En estos quince años de gobierno del Frente Amplio hemos asistido a una serie de transformaciones que han sido revolucionarias, solo comparable al periodo batllista que tuvo su origen en los gobiernos de José Batlle y Ordoñez o, yendo más lejos en el tiempo, a la épica lucha por nuestra independencia.
Muchos lo negarán o no querrán aceptarlo o pondrán énfasis en los errores, que como toda obra humana los tiene, pero nadie puede tapar el sol con un dedo. Se le llamará el período progresista o la era frenteamplista, pero los libros de historia recordarán como nunca este período; gane o no gane el Frente Amplio la elección, ya ha hecho historia en el país por sus logros y por el cambio de paradigma que encarnó en la ciudadanía.
Decía Jorge Batlle con insistencia que si el Uruguay exportaba cinco mil millones de dólares se salvaba y nunca lo consiguió. Hoy, quince años después, nuestro país exporta casi catorce mil millones de dólares y si la inversión de la planta de celulosa se concreta – todo indica que si-, superará con creces los quince mil millones de dólares. Esa cifra muestra, no solo el crecimiento del país en tan poco tiempo, sino la inmensa inversión que se tuvo que dar para que ello ocurriera.
A esto se le agrega la gran capacidad que se tuvo en acompañar el desarrollo con distribución generando los niveles de vida jamás alcanzado por los uruguayos en su historia, aunque sabemos que hay mucho aún por hacer. No solo la redistribución a nivel de los salarios y de las jubilaciones alcanzó un cincuenta por ciento más de poder adquisitivo real en comparación a los quince años antes, sino que el salario familiar, (tomando todas las entradas de un hogar) estuvo aún más alto, producto de la creación de más de 250 mil empleos genuinos en el país. Que la pobreza esté en términos históricos y la indigencia también solo es una muestra de la capacidad distributiva que este período progresista hizo que los cambios revolucionarios alcanzaran a todos y todas.
Ha sido una Revolución en Democracia, lo que reafirma el concepto de que ambos no son antagónicos y que a pesar de las contradicciones que lógicamente se generan en todo proceso de transformaciones, existen propuestas superadoras.
Los antagonismos persisten pero conviven en una tensión que exige que el Estado sea proactivo y naturalmente articulador con una visión humanista, que promueva el desarrollo social, mientras que el Mercado debe crecer con responsabilidad y adscripto a mecanismos que brinden garantías a la Sociedad.
Esa ha sido la tónica de las cambios impulsados y realizados por el Frente Amplio, sumando a una agenda social que contempló a los olvidados o postergados como nunca había pasado en la historia de nuestro país desde la Revolución Artiguista que se ocupaba de los pobres, de los indios y de los negros, inexistentes en otros procesos revolucionarios de aquellas épocas.
La Revolución en Democracia tuvo dos componentes básicos, y paradójicamente no son económicos como muchos pudieran creer: la recuperación de la autoestima de nuestro pueblo de tantas batallas perdidas luego de la recuperación democrática y la confianza que las políticas que se instrumentaban tenían respaldo político y eran sostenibles en el tiempo.
La autoestima de nuestro pueblo, bajo aquella frase de Artigas “Nada debemos esperar sino es de nosotros mismos”, forjó esta Revolución en Democracia, marcada por ser hoy Uruguay un país de plena libertad, de mayor igualdad y con solidaridad. Fue un grito de “Sí Se Puede” que ya quedó en la historia de los corazones de todos los uruguayos.
(*) Senador del Frente Amplio