La capacidad del hombre en distorsionar la realidad que lo rodea no tiene límite. No aludimos solo a la facilidad excepcional que poseen ciertos seres humanos de imaginación generosa, pero cargada de idealismo, de confundir molinos de viento con gigantes. Apuntamos al universo de los enfoques políticos que es allí donde se transforma en una enfermedad endémica y generalizada.
Pretender afirmar que la izquierda uruguaya es la única fuerza que resiste a los supuestos embates del imperialismo –usamos el término de cúneo marxista que solo señala los abusos de la política exterior de EE.UU.- es una de esas falacias, que de tan generalizada, se transforma en aburrida letanía, que al no ser contestada debidamente, se ha incorporado al firmamento de las verdades que se imponen por repetición. Es aquello de las mentiras que repetidas mil veces…
Pensemos en nuestra Raza y dentro de ella al doliente Méjico, aquel del que se decía tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. Su destino malogrado (no el manifiesto) y su tragedia, sin duda fue la que desplomó la frontera norte de ésta nuestra América mestiza, que al decir de Rubén Darío, aún habla en español y le reza a Jesucristo…
Aquel reino de Nueva España independizado de su matriz peninsular, con el Grito de Iguala con Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero a la cabeza del ejercito Trigarante, el 24 de febrero de 1821. Lo firmado en Córdoba, que prometía ser uno de los más prometedores actos independentistas del continente, se va al diablo y se transforma en frustración, cuando el general Iturbide es asesinado por la oligarquía letrada al servicio de insaciables intereses. Bástenos recordar que la Ciudad de México, al iniciar su vida independiente, contaba con más de 150 mil habitantes, con su universidad, con sus diez colegios de primer orden y sus grandes construcciones, que la ubicaba como la ciudad más culta y elegante del continente, como lo documenta el barón de Humboldt.
Y en un pormenorizado estudio del escritor, Salvador de Madariaga, se demuestra que esta ciudad en 1750 era una de las más importantes del mundo, por encima de cualquiera de las de España y superando aún a Londres y París.
El asesinato del verdadero libertador que marca el comienzo de las interminables disensiones civiles y la guerra endémica entre hermanos que desemboca en el desmembramiento territorial. Prácticamente la mitad del territorio de México es arrebatado y absorbido por su vecino del norte, los EE. UU. Veamos lo que opinaba Carlos Marx, el mayor referente ideológico de la izquierda de los últimos cien años, cuando se consuma el despojo.
En el mes de setiembre de 1847, cuando las tropas norteamericanas atacaban la ciudad de México, la “Revista Comunista” editada en Londres por Carlos Marx y Federico Engels no hablaba de “imperialismo yanqui”, sino que decía: “Los norteamericanos continúan comprometidos en una guerra con los mexicanos. Es de esperarse que le ganarán y tomarán la mayor parte del territorio mexicano”. Y poco después Engels añadía en “Deutsch Brussel Zeitung” del 23 de enero de 1848: “Con la debida satisfacción hemos presenciado la derrota de México ante los Estados Unidos. Esto representa un paso adelante… La evolución de todo el continente americano no perdería nada si los Estados Unidos, después de tomar posesión de California, también se hicieran cargo del resto de la costa del Pacífico…”
Dejamos para otra oportunidad analizar los distintos jalones de un hilo conductor que siempre reitera cipayismo obsecuente.
Para muestra un botón. En 1939, cuando se evitó que las directivas del Secretario de Estado de EE.UU. nos impusiera una base aeronaval en Maldonado de los 30 senadores (Senado de medio y medio), 29 se opusieron y fue la elocuencia de Eduardo V. Haedo, mandatado por Herrera, lo que impidió la instauración de una Guantánamo en el Rio de la Plata.
¿Cuál fue la actitud de la izquierda, socialistas y comunistas, frente a ese frustrado intento imperialista? Agitar la opinión pública angustiada –por la pandemia belicista de Europa- con el grito ominoso de “Herrera a la cárcel, cerrar El Debate”.
¿Se podría olvidar el logro que significó para el derecho internacional haber intentado ponerle punto final a la triste historia del “Big Stick”, con el apoyo de Luis A. de Herrera y Pedro Manini Ríos en la 7ª Conferencia Panamericana de diciembre de 1933, que constituyen los dos pilares fundamentales de la dignidad de nuestras naciones: la no intervención y la auto-determinación de los pueblos?
Y para finalizar, no se debería olvidar el pedido de ayuda militar del presidente Vázquez al presidente George W. Bush por una posible guerra con Argentina, como se sinceró años más tarde el líder de la izquierda uruguaya en el colegio Monte VI.
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