Con seguridad ni el Canciller Ernesto Talvi ni el Ministro de Salud Daniel Salinas imaginaban hace poco más de un mes, que el sábado 4 de abril estarían despidiendo a una embarcación nacional de ayuda humanitaria en el Puerto de Montevideo. A las 8 horas partía en la mañana fresca y tranquila de otoño, una misión sanitaria de 13 médicos, 8 nurses y la tripulación respectiva, rumbo al crucero de lujo australiano “Greg Mortimer”.
El “Greg Mortimer” está fondeado a 20 millas de Montevideo. Su ingreso a puerto ha sido impedido porque la mayoría de sus tripulantes y pasajeros están aquejados por la gripe COVID 19 y se había solicitado a nuestras autoridades ayuda frente a la emergencia.
Ni la tripulación ni los pasajeros que comenzaron con ilusión su viaje el 13 de marzo desde Tierra del Fuego, sospechaban entonces que la recalada más inolvidable de sus vidas sería en las cercanías del Puerto de Montevideo, capital del pequeño Uruguay.
La embarcación nacional demoró una hora y media en tomar contacto con el crucero. Luego de la maniobra de acople (“el Río de la Plata se movía un poco”), la misión sanitaria (especializada en infectología y bioseguridad) subió al mismo, debidamente protegidos por equipos especiales para evitar contagios y con medicinas e instrumental correspondientes.
Se encontraron con una embarcación de excelentes comodidades y equipamiento adecuado para estas circunstancias. Buenas instalaciones sanitarias, como corresponde a navíos de esta jerarquía, incluida una sala de cuidados intensivos. Pero fundamentalmente (no dejó de llamar la atención) personas respetuosas, de buen ánimo y con excelente disposición a colaborar.
La mayoría de la tripulación es filipina y su edad está en el entorno de los cuarenta años. Los pasajeros provienen de Australia, Nueva Zelanda, USA y una decena más de nacionalidades. Sus edades rondan los sesenta y setenta años, la mayoría de ellos matrimonios.
La operativa comenzó con un “Triage”, es decir con la clasificación de los ocupantes de la nave en función de su condición de salud. La mayoría de ellos están sospechados de estar contagiados, pero en buenas condiciones y sobrellevan la situación con entereza y buen ánimo. Se realizaron controles de saturación de oxígeno, frecuencia cardíaca y respiratoria. Como es de notoriedad dos miembros de la tripulación y un pasajero fueron traídos a nuestra capital y derivados a los centros hospitalarios correspondientes.
Si para pasajeros y tripulantes será un viaje inolvidable ¿qué decir de la exitosa misión uruguaya?
Médicos, nurses y tripulantes cumplieron con la mejor tradición nacional: el respeto a las normas internacionales, la desinteresada ayuda humanitaria, la comprensión y la solidaridad entre los pueblos. Aún a costa del riesgo natural que conllevan estas acciones. Dejaron el prestigio nacional bien alto y a quienes los apoyamos desde la costa nos llenaron el corazón de orgullo.
Otra demostración de que no es la adversidad la que detiene la marcha de los pueblos sino la falta de compromiso e inteligencia para enfrentarla.
De vuelta a casa, con la satisfacción del deber cumplido, estallaba tras nuestros compatriotas el aplauso emocionado de los viajeros agradecidos. Imposible un premio más grande.