Ya circulan estimaciones de todo orden y fuente acerca de la magnitud de la caída en el nivel de actividad que habrán de experimentar las economías individuales y la global durante el año en curso. Las cifras oficiales del PBI generalmente tardan un trimestre en confeccionarse, lo cual significa que recién en julio tendremos algún detalle del impacto del primer trimestre.
Mientras tanto, habrá que manejarse con proyecciones y simulaciones.
Pero no se trata de un concurso de aciertos: el objetivo es lograr cuanto antes que todas las economías recuperen su nivel del 2019. Lo primero es estimar el daño y de allí en más los gobiernos, las empresas y los hogares deberán planificar sus programas y actividades en base a metas factibles, no excesivamente pesimistas ni fantasiosas.
Primeros abordajes estadísticos
Estimaciones iniciales del Banco Mundial para China indican una caída del 4% del PBI para el primer trimestre de 2020 con relación a su nivel de 2019. Bajo un escenario “base” de recuperación dinámica, dicho organismo prevé un crecimiento total de 2.3% para China en el 2020, frente a una expectativa original (pre-pandemia) del 6.1%. La hipótesis de mínima es el estancamiento (0.1%).
Informes procedentes de China (Bloomberg) confirman que su economía ya está en camino a retomar los niveles de 2019 según indicadores tales como el empleo, tránsito carretero, refinación de petróleo, consumo de carbón, inventarios de cobre y acero e importaciones de gas natural licuado. Si tomamos como referencia la fecha de inicio de cuarentena (enero 23), estaríamos en presencia de un ciclo cercano a los tres meses entre caída y el comienzo de la recuperación de la economía.
Para los países industrializados de Europa, sin embargo, las previsiones son bastante más negativas. Por ejemplo, la OCDE estima que cada día de cierre en la producción diaria se traduce en una caída del 25% en la producción. Cada mes de cierre, entonces, representa un impacto equivalente a una contracción del 2% anual con relación a la previsión pre-pandemia. Tres meses de cierre (la experiencia de Wuhan) restarían 6% a la previsión pre-pandemia para el año.
Estimaciones preliminares de Alemania y Francia concuerdan con estos órdenes de magnitud. Un informe emitido por las cinco principales instituciones de investigación alemanas ubica en -1.9% la caída del primer trimestre, -9.8% el segundo y -4% la expectativa para el año entero. El Banco de Francia estima en -6% el resultado del primer trimestre, por lo que ya se encuentra técnicamente en recesión a raíz del resultado también negativo del último trimestre del 2019. Las expectativas para España e Italia son aún peores. Dado que las expectativas para Europa en su conjunto eran de estancamiento para el 2020, la nueva proyección es de una recesión anual del orden del 5% para dicha región.
En los EE.UU. – donde la expectativa previa era de una expansión del 2% – la demora en reaccionar ante la emergencia prolongará el cierre y agravará la recesión. El banco Morgan Stanley estima una caída del 3.4% en el primer trimestre, seguida por una fuerte contracción del 38% en el segundo. Si bien el inicio de la recuperación se pronostica para el tercer trimestre, los niveles del 2019 recién se lograrían a fines del 2021. La proyección para los EE.UU. en 2020 es de una contracción del 5.5% (ver cuadro).
Los restantes países comprenden tanto a emergentes como desarrollados cuyo desempeño promedio se proyecta en un punto intermedio entre los de China y los altamente industrializados (-2%). Ponderando estos cuatro grupos por sus contribuciones al PBI global de 2018, llegamos a una proyección de una caída del 2.8% en la economía global para 2020.
Shock de oferta vs. demanda
Como hemos visto – tratándose de un promedio- este impacto no tiene por qué ser igual en todas las economías: las hay afectadas en mayor o menor medida por el virus. Los países también exhiben grados varios de apertura a los mercados mundiales, distinta participación de los sectores productivos (agropecuario y extractivo, industrial y de servicios) en el PBI, y diferente composición estacional de la actividad. También un grado dispar de acatamiento a las autoridades y madurez de la población.
Algunos analistas enfatizan que el “shock” es de oferta. Es decir, la actividad se frenó porque las cadenas de producción se paralizaron, ya sea por normas de distanciamiento social o falta de insumos. Pero eso no implica que la recuperación sea automática, porque en el ínterin los ingresos de las empresas y los hogares habrán caído sustancialmente, lo cual resultará en una insuficiencia de poder adquisitivo (ingresos). En cuyo caso se estaría frente a un shock de demanda.
Gradualmente la reanudación de actividades productivas y su generación de ingresos a los hogares llevará a la economía a su nivel de plena capacidad productiva, aunque éste se podrá haber resentido por la desaparición de empresas. Pero el tiempo que insumirá dicho proceso es aún incierto. Las estimaciones van desde un semestre hasta un año y medio.
El mundo necesitará siempre alimentos y nuestro único reto es poder producirlos con rentabilidad
En principio parece lógico pensar que los países industrializados serán más afectados por el shock inicial de oferta, mientras que los exportadores de productos primarios sufrirán más por el shock secundario de demanda. Por la composición típica del PBI en ambas categorías, el cierre afectará con mayor dureza a las actividades de alto valor agregado, mientras que la merma en la demanda por productos primarios no alimenticios se notará más en las economías de menores ingresos.
Shocks fiscal, político y financiero
A su vez la recesión golpeará duramente a la recaudación pública. En vista de que la intervención del Estado será crucial, ya sea otorgando facilidades a las empresas para evitar situaciones de quiebra y complementando los ingresos de los hogares con transferencias directas y regímenes de excepción para los mecanismos de subsidio del desempleo, será necesario un gran esfuerzo fiscal.
Obviamente los gobiernos de países de altos ingresos tienen mayor margen de maniobra fiscal para paliar los impactos del cierre, ya sea por emisión de deuda o monetización directa de los déficits fiscales. Sin embargo, vemos que en la Unión Europea los países no han logrado acordar una emisión conjunta de deuda (“coronabonos”) para financiar el gasto fiscal de los miembros con finanzas comprometidas.
Esta falta de solidaridad dentro del bloque europeo puede llegar a resquebrajar aún más su integridad política, con crecientes cuestionamientos a la “unión cada vez más perfecta” y polarizaciones internas en los países que incluso podrán llevar a nuevos abandonos.
En el sur, aquellos países que no emiten moneda de reserva internacional o vean vedado su acceso a los mercados financieros internacionales (que han retirado más de USD100 billones de los mercados emergentes desde el comienzo de la crisis), deberán acudir a los organismos internacionales para evitar recurrir a fuentes más heterodoxas de financiamiento que contribuyan a desestabilizar sus economías.
Por el momento la magnitud de las intervenciones de la banca central en los principales mercados financieros del mundo ha logrado recuperar terreno e imponer una tensa calma. Pero una vez que los mercados vislumbren el panorama económico global de estancamiento pos-pandemia, con bancos centrales sobregirados y gobiernos, empresas y hogares altamente endeudados, es posible que los “espíritus animales” sufran un nuevo embate.
La producción es la solución
Claro está que nuestro país – así como no pudo evitar la pandemia – tampoco podrá evitar sus consecuencias económico-financieras. Sin embargo hay una vieja ley de la economía que suelen enunciar quienes llevan décadas en el oficio: nunca nada es tan bueno ni tan malo como uno se lo imagina de antemano.
Sí vendrán tiempos difíciles; es más, ya están aquí. Pero en peores aprietos nos hemos visto y aquí estamos todavía. Ser una economía pequeña y abierta tiene sus ventajas. Aún con la economía global en recesión o estancada, siempre se podrá identificar nichos de oportunidad comercial y productiva para explotar cuya escala no sea atractiva para los competidores. El mundo necesitará siempre alimentos y nuestro único reto es poder producirlos con rentabilidad.
Los eventos de notoriedad comprueban que los mercados no tienen todas las respuestas. Para liderar una campaña de recuperación económica hace falta un gobierno proactivo que identifique, negocie y señale rumbos productivos, proveyendo estructuras de apoyo que mitiguen los riesgos de mercado.
Ahora más que nunca el sector privado requiere hechos que acompañen las palabras. El desafío productivo que enfrentará el país en los años venideros naturalmente debe basarse en oportunidades de mercado. Pero una planificación indicativa conjunta impulsada por el estado sería una gran aliada en esta tarea. Como siempre, el campo es el único sector con el potencial y la capacidad de respuesta inmediata para fungir de plataforma de lanzamiento del esfuerzo económico nacional requerido.
[1] World Bank: “EAST ASIA AND PACIFIC IN THE TIME OF COVID-19”; https://www.worldbank.org/en/region/eap/publication/east-asia-pacific-economic-update.
[2] https://www.dw.com/en/economic-researchers-see-germany-head-toward-deep-recession/a-53057069
[5] El Banco Mundial proyecta una caída del 2.7% para Uruguay en el 2020. A efectos comparativos, el PBI cayó 15% en el trienio 1982-84 y 7.1% en el 2002.
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