“Mientras hay vida hay esperanza, y tal vez, un mañana”, dice Roberto Canessa. Es una fría mañana de domingo cuando el doctor recibe a La Mañana en su hogar. Con su nieto de tan solo tres meses en brazos –tan pequeño como tantos de esos pacientes a los que les ha mejorado la vida-, relata con total humanidad cómo la tragedia de los Andes lo impulsaron a empoderar a las personas, lo que, reconoce, es una de sus máximas satisfacciones.
Canessa convirtió su experiencia de vida en un combustible inspirador y, a partir de él, se ha dedicado a recuperar vidas de dos formas. Una de ellas es a través de la cardiología infantil. La otra, como orador motivacional frente a miles de personas y públicos de los más variados.
“Mirando hacia atrás, lo que he hecho siempre ha sido empoderar a las personas y hacerles darse cuenta que son capaces de llegar mucho más lejos de lo que ellos mismos creen”, comenta. Su voz no es ni más ni menos que la de la experiencia, donde cada uno de sus pasos dados en la montaña fue vital para lograr el objetivo de la supervivencia.
En el mensaje que intenta transmitir al mundo se encuentra la idea de que el ser humano cuenta tan sólo de sí mismo. “Es una excusa decir que no están las condiciones dadas para efectuar lo que no tiene que hacer. Siempre hay cosas que están al alcance”, subraya. En estos términos, asegura que “tenemos más de lo que necesitamos y hacemos menos de lo que podemos”.
Es que, entre lo que uno anhela y los resultados finales, la clave en el cómo llegar radica en la gestión. Para ello se debe contar con los elementos que se encuentran a disposición, como la familia, los empleados, el equipo de rugby o tus compañeros del avión.
Dentro de ello, es rol de un líder parecería volverse fundamental, pero Canessa advierte: “Creo en el liderazgo de las ideas, que mueve a las personas a salir adelante”, asegura que todos las tienen, pero, también observa que cada uno de ellos tiene sus tiempos. A la vez, ni las personas ni la vida son inmóviles. “Se debe tener la capacidad de reposición en el equipo”, comenta.
Es que el papel de la esperanza parece ser ese motor de vida que infunde en quienes escuchan sus conferencias, en donde asegura que el buscar dentro de uno mismo es el comienzo de una vida más plena. “Todos podemos ser felices y eso depende de uno mismo, de lo que vale tu mente, tu corazón y tus sentimientos”, asevera. Luego de todo proyecto está la pasión, pero en el medio se encuentra la técnica, el trabajo duro, el aprendizaje y el esfuerzo, agrega.
La pasión de salvar vidas
Esa mañana, Canessa debía informarle a una futura mamá que su hijo nacería con un desperfecto en el corazón. Pero, en la sala de espera, una adolescente que había nacido con la misma cardiopatía se encontraba esperando a ingresar. Ese tipo de “casualidades increíbles”, como él las denomina, y que permiten dar tranquilidad a ambas partes, son hechos que marcan su profesión. Ver correr a sus pacientes pueriles por el corredor del hospital con una gran sonrisa en el rostro, también.
“Creo mucho en la gestión, que consiste en potenciar a cada uno sus posibilidades. Todos tienen motivaciones diferentes, pero hacer crecer a las personas es uno de mis máximas satisfacciones”.
Si bien desciende de una familia de médicos, durante su carrera se vio atrapado por la pasión que le generó la cardiología infantil. Dentro de esta área, es además vicepresidente de la Fundación Corazoncitos, dedicada a la detección prenatal y neonatal de las cardiopatías congénitas así como también la mejora del tratamiento y el seguimiento en los niños que las padecen.
Con entusiasmo y detenimiento, comenta cómo con pequeños o grandes cambios al corazón, se permite a un niño para que puedan comenzar una vida normal y, sobre todo, ser libres, tal como si se tratara de liberar a un ave de una jaula que la aprisiona. O a un grupo de jóvenes perdidos entre las montañas.
Es que, cada año, nacen en Uruguay 400 niños con cardiopatías congénitas y, en el primer año, deben operarse la mitad. “Nuestro país tiene un excelente grupo de cirugía cardíaca, y muy pocas de las patologías no se pueden operar en este momento aquí”, asegura.
Sin embargo, para que más vidas puedan salvarse, es urgente la adquisición de un Ecmo, un aparato que permite la oxigenación por membrana extracorpórea, es decir, que la sangre de un niño pueda circular durante dos semanas cuando su corazón no resultó bien de la operación y sus pulmones no funcionan. “El Hospital Pereira Rossell nos apoya pero hay que esperar a que el Fondo Nacional de Recursos lo financie. Mientras se esperan las burocracias, hay niños que mueren”, sostiene.
En tanto, en esta constante búsqueda de la vida, Canessa es uno de los fundadores de Doctari, una plataforma que conecta pacientes con médicos para realizar una consulta –que puede ser vital- a través de un celular o una computadora. Se trata de un proyecto que no tiene fronteras y permite que, si hay un niño con una cardiopatía congénita en algún lugar recóndito del mundo, se pueda realizar una entrevista con un médico por sólo 20 dólares. En Argentina, ya cuenta con 700.000 socios para armar la plataforma.
“Aprendí que en la vida todos tenemos algo para compartir y para dar”, expresa. Esto le ha permitido gestionar becas en los mejores centros a parte de su equipo y otros médicos, a través de una red “fina pero indestructible” entre cardiólogos.
Su labor en esta área de la medicina en nuestro país se ha ido acompasando con las nuevas exigencias, colocando la vara cada día más alta. “Estamos en un programa en que los niños puedan hacer todo, aunque tengan un solo ventrículo”, indica.
Canessa ha llegado más lejos de lo que esperaba, durante un camino donde vivió los momentos más extremos que puede pasar un ser humano. Pero, frente a toda la tragedia, vio la fortuna del estar vivo, y convirtió el tener un aliento en sentirse afortunado. En base a sus premisas y valores, ha construido su vida, donde no espera helicópteros de rescate, sino que confía en sus propias piernas. “Si tenés donde vivir y qué comer, no te quejas. No esperes a que se te caiga el avión para darte cuenta lo bien que estabas”, dice. Su pequeño nieto no se ha dormido. Continúa observando todo a su alrededor, como si deseara comprender más allá su entorno. Es, también, un nuevo soplo de vida que llegó al mundo, uno más que lleva Canessa entre sus brazos.
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