Violet Moller. La ruta del conocimiento. La historia de cómo se perdieron y redescubrieron las ideas del mundo clásico. Taurus. 2019. 385 págs. $990.
Una joya. No existe adjetivo mejor aplicado para esta obra ineludible, no solo para entender cómo se dieron los procesos históricos que confluyeron en la génesis del Renacimiento, sino para vislumbrar senderos en este momento oscuro para la sociedad humana.
La historia como habitualmente la recordamos o nos han querido enseñar, es que, luego del derrumbe del Imperio Romano, se sucedieron mil años de una época oscura y brutal que recién en el entorno del 1500 pasa a ser una época vivible.
Ese período, violento por demás, habría sido asimismo el escenario creciente del choque de la civilización cristiana con la islámica.
Violet Moller realiza una erudita investigación sobre la suerte de algunos textos claves en la historia del pensamiento humano que habían visto la luz en la sociedad griega y que hasta el día de hoy continúan signándonos. Es así que estudia la suerte de los originales y las diversas copias de los textos de Euclides, Galeno y Ptolomeo de un modo casi detectivesco. Pero esto no es un ensayo para eruditos en el devenir bibliográfico. Es una fascinante reconstrucción de la historia de la civilización occidental y de la islámica, asumiendo un hecho clave: más allá de los conflictos armados y de las obvias rivalidades, el diálogo y la cooperación fueron también parte medular de la relación entre dichos procesos civilizatorios.
Y aparte de las invasiones, pestes, brotes de intolerancia religiosa que marcaron esos mil años, también hubo monasterios que guardaron, atesoraron y copiaron textos únicos. Pero no estaban solos. En otros lugares también había eruditos realizando tareas semejantes. En Alejandría en el siglo VI, en Bagdad en el siglo IX, en la Córdoba musulmana, en Toledo católico, en la facultad de medicina medieval de Salerno, luego en Palermo con su vibrante mezcla de culturas, en Venecia, donde las imprentas permitieron que el saber se difundiera ampliamente y el Renacimiento echara raíces. En todos esos lugares hubo una maravillosa convergencia de personas sensatas de cada cultura, de cada religión que apostó por el encuentro con el otro.