La planificación económica ha adoptado muchas formas distintas según los periodos y las circunstancias en las que ha sido empleada. Desde las economías “de guerra” a las del socialismo autoritario, pasando por las de reconstrucción y desarrollo, los estados han recurrido a distintos grados de intervención en la asignación de recursos económicos y la producción.
Pero en general podemos distinguir entre dos modalidades principales:
- La planificación centralizada, en la que los estados autoritarios – dueños de los factores de producción – crean una agencia especializada para remplazar las funciones del mercado en las decisiones de inversión, empleo, producción y distribución.
- La planificación indicativa, utilizada en economías mixtas (coexistencia económica del sector privado y el estado) para alinear las decisiones en cuanto a metas de crecimiento general y producción sectorial, con sistemas de incentivos y sin el elemento de obligatoriedad.
Sombras y luces
El resonante fracaso económico de los países (URSS, China de Mao, Cuba) que apelaron a la planificación centralizada como instrumento principal de asignación de recursos terminó dándole mala fama. La falta de precios de mercado que señalasen desequilibrios de oferta y demanda, la ausencia de incentivos al esfuerzo individual, la lentitud de respuesta de las burocracias, la corrupción, el mercado negro y la desidia general fueron todos elementos que contribuyeron inevitablemente al derrumbe.
En cambio las distintas variantes de la planificación indicativa tuvieron suerte más diversa. El tradicional dirigismo francés reapareció en la posguerra inmediata, cuando De Gaulle lanzó el primero de varios planes quinquenales (el formato preferido de la planificación), bajo la dirección de Jean Monnet, reconocido como uno de los creadores de la Unión Europea.
En la India recién descolonizada (1947), Nehru combinó su pragmatismo y admiración del modelo soviético con los primeros de una serie de planes quinquenales dirigidos a modernizar la agricultura, mejorar la infraestructura y crear una industria pesada detrás de un muro proteccionista. El agobiante peso del estado fue minando el apoyo a estas políticas, llevando a fuertes reformas de mercado (1991).
Pero hay otras formas de planificación indicativa que – sin estar formalizadas en planes quinquenales y sus matrices de insumo-producto subyacentes – conforman un conjunto de políticas y medidas de apoyo que apuntan a metas económicas. Tal es el caso de la primera ola de tigres asiáticos (Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán y Singapur), quienes adoptaron estrategias de crecimiento basadas en la exportación de manufacturas livianas dentro de un modelo de capitalismo con apoyo estatal.
Su éxito se basó en la estabilidad macroeconómica, apertura comercial, políticas industriales selectivas, crédito dirigido, fuertes empresas estatales y un sistema educativo que formó mano de obra altamente especializada y disciplinada. Entre 1950 y 1997 estos tigres promediaron un crecimiento anual del 8%.
Este proceso de consulta intersectorial trae a luz los impedimentos al logro de las metas, a tiempo de que el estado pueda disponer las inversiones necesarias en infraestructura y otros sectores
Planificación como respuesta a una falla del mercado
La planificación y el sistema de libre mercado no son necesariamente excluyentes. Es más, todo indica que la planificación gana en efectividad cuando el brazo ejecutante es el sector privado. Los fracasos de la planificación se han debido más al paciente que al instrumento.
Existe una corriente en la economía que sostiene que el mercado por sí sólo no provee toda la información necesaria para la toma de decisiones racionales por parte del sector privado en materia de futuros emprendimientos. Debe haber una estrecha y transparente coordinación entre gobierno y empresarios donde la información fluya libremente a todos los interesados.
El mismo Keynes en “El Fin del Laissez-Faire” (1926), sostenía que los grandes males económicos provenían del riesgo, la incertidumbre y el desconocimiento, cuya solución excedía el alcance individual. Hacía falta – según él – la creación de algún órgano apropiado de acción para juntar y diseminar en gran escala los datos relativos a los negocios y ejercer una inteligencia directiva, sin obstaculizar la iniciativa y los emprendimientos privados.
Las ventajas de la planificación económica
Una de las primeras ventajas identificadas opera a través de las expectativas. Las metas cuantitativas del plan tienden a elevar las expectativas del mercado, lo que a su vez se traduce en mayor demanda. Claro que este efecto depende de la credibilidad de las metas, que es obviamente sensible al historial de cumplimiento.
En segundo lugar, el proceso de elaboración del plan requiere la participación de los distintos sectores, durante el cual las intenciones y capacidades productivas de cada sector se van conociendo. Ello permite ir eliminando las inconsistencias y lograr una mejor coordinación para evitar la duplicación de esfuerzos.
Este mismo proceso de consulta intersectorial trae a luz los “cuellos de botella” y otros impedimentos (por ejemplo, escasez de insumos o falta de mano de obra especializada) al logro de las metas, a tiempo de que el estado pueda disponer las inversiones necesarias en infraestructura y otros sectores.
Al incluir también a los gremios representativos del trabajo en el proceso consultivo, se promueve el conocimiento y la comprensión de las distintas limitaciones que afectan a todas las partes, a la vez que se les ofrece un panorama más amplio de las complejidades a las cuales está expuesta la economía del país en su conjunto. Al extender el horizonte temporal de los planes, ello abre espacio para posiciones de flexibilidad por parte de todos.
Nota
El motivo de esta nota es analizar si existe alguna variante de la planificación indicativa que pudiera aplicarse en nuestro país con el objetivo de retomar una senda de crecimiento dinámico, tomando en consideración las características mayormente agropecuarias de nuestra plataforma productiva. Sobre este tema regresaremos en una entrega futura.
(*) Doctorado en Economía por la Universidad de Stanford. Ex Director Ejecutivo del Banco Mundial.
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