Continuamos con la sección destinada a evocar, semana a semana, figuras que han pertenecido a la redacción del diario La Mañana. Mario Benedetti luego de su primer viaje como corresponsal a Europa, en una carta dirigida a Emir Rodríguez Monegal el 15 de noviembre de 1957 le anuncia haber sido contratado por la Sociedad Editora Uruguaya S.A. (La Mañana y El Diario) como cronista general, vertiendo así su talento, en esa paciente y cotidiana labor de comentar con objetividad las noticias que fueron hilvanando una historia que lleva más de cien años.
“Yo creo que este es un mal libro, de un buen poeta”, le había dicho a Benedetti su admirado Juan Cunha, a propósito de la expectativa del incipiente escritor que acababa de publicar en 1945 La víspera indeleble. Con muy pocos recursos económicos y con la generosidad de un amigo propietario de la imprenta Prometeo, Benedetti había podido imprimir el pequeño poemario y lo había enviado a algunos amigos y escritores ya reconocidos. Cuenta Benedetti en diferentes entrevistas esta conocida anécdota, desde la cual da un salto a su natural autocrítica y, al tiempo que decide dejar el librito “de costado”, inicia una imparable carrera de escritor implacable con el cuidado del texto, así como prolífico en temas, géneros literarios, registros de habla, y toda la gama de aspectos y alcances de los contenidos. Se destaca el trabajo periodístico por la evidente proyección en lo social, así como se jerarquiza la tarea poética, ya que es el género en el que se siente “más cómodo”, según sus frecuentes declaraciones al respecto.
Entre 1945 y 1974 la comunicación de Mario Benedetti en dos de los centros periodísticos de nuestro país, tan descollantes como disímiles, como fueron Marcha y La Mañana, fue sostenida y aguda. Desde 1945 trabajó y se formó al lado del criterio severo y generoso de Carlos Quijano (1900-1984). Entra en este año emblemático en que se centra el movimiento de la Generación del 45, en el equipo periodístico de Marcha, en el que las ideas jugaban con la exigencia crítica, y especialmente con la controversia como figura de pensamiento tipificadora del grupo. La luz de las ideas y la presencia de Carlos Quijano lo formó y lo fogueó, entonces, desde sus jóvenes veinticinco años. En ese importante órgano periodístico tomó luego el cargo de Director del Departamento Literario. Permaneció en él hasta la clausura de Marcha en 1974.
Durante diez años cumplió simultáneamente funciones en La Mañana, desde 1964 a 1973. La mirada crítica a las obras de teatro de Montevideo especialmente lo mantuvieron en comunicación con los lectores de todo el país a través de la recordada sección del matutino, “Al pie de las letras”. En ese espacio periodístico dirigió la tarea junto con José Carlos Álvarez. Por allí pasó el análisis atento, exigente, crítico, implacable a la vez que comprensivo, de un buen hijo de la llamada “Generación Crítica”.
El nombre que la distinguida investigadora Mercedes Rein eligió para uno de sus trabajos sobre Benedetti reza Mario Benedetti y el proyecto cultural del “45”. Es en esta línea que la tarea de este gran escritor se despliega en todas sus expresiones y actividades en las que no falta la controversia y la polémica. Hay un plan “de extensión” cultural en la mirada crítica, que unifica el rigor del punto de vista de sus análisis de la dramaturgia, lo que corresponde a la página mencionada de La Mañana, así como la crítica literaria en, por ejemplo, Literatura Uruguaya del siglo XX.
Dice Mercedes Rein: “Preciso es reconocer, sin embargo, que los gobiernos batllistas de la época apoyaron a este proceso cultural impulsado por sus más intransigentes opositores” (Historia de la Literatura Uruguaya Contemporánea, Tomo I. Dirección de Heber Raviolo y Pablo Rocca. Asesoría de Wilfredo Penco. Montevideo. Banda Oriental, 1966). El SODRE (fundado en 1930), la Comedia Nacional (fundada en 1947), la E.M.A.D, la escuela pública, obligatoria y laica, crearon -explica Mercedes Rein- “el marco necesario para este desarrollo espiritual”.
Se sabe que en el transcurso de 1969 y habiendo presentado un análisis polémico para la sección “Al pie de las letras”, Benedetti contó con el rechazo del director de El Diario. Sin embargo, dentro del Directorio, el Dr. Carlos Manini Ríos dejó oír su oposición a tal rechazo, basándose en que el trabajo llevaba la firma de Benedetti, y eso era razón suficiente para el libre ejercicio de la profesión. Como es de público conocimiento, deberá irse del país, pasando por Buenos Aires, Perú, Cuba, hasta radicarse en España por doce años.
Benedetti ejerció la escritura en forma descollante en todas las ramas, géneros, como se dijo anteriormente, incluso conjugó también los géneros lírico y narrativo, característica notoria en la novela versificada El cumpleaños de Juan Ángel. La agudeza de su visión literaria, su originalidad en la concepción artística, el alto grado de excepcionalidad en el manejo discursivo poético hicieron de Benedetti al reconocido dueño de un perfil de escritura ejemplar.
A propósito, y para seleccionar solo un elemento para ampliar dentro del desarrollo de este artículo, cabe señalar la calidad de sus diálogos en el texto literario. La capacidad dialógica es singularmente empleada en sus relatos, bajo la luz de sus maestros narrativos Chejov, Maupassant, Poe (también maestros para Horacio Quiroga) así como también el propio Quiroga. Expresaba Benedetti en una recordada entrevista, que una vez, conversando con Atahualpa del Cioppo, el gran director le había dicho: “Usted sabe, Mario, que a mí me parece que usted dialoga mejor en sus cuentos que en su teatro”. Con su consabida sencillez, Mario Benedetti tomó la sugerencia y apenas pasó de algo más de tres obras de teatro, siendo una de ellas la consagrada Pedro y el capitán.
El diálogo benedittiano brilla en sus registros originales, como necesidad de tender hacia el otro, de encontrarlo, esté presente o ausente. Una modalidad inolvidable de su diálogo se da en el “monólogo-dialógico” en segunda persona en el cuento “Requiem con tostadas”. El narrador, Eduardo, lleva su palabra al destinatario ausente quien, sin embargo, es personaje imprescindible para que el narrador trace el retrato psicológico de la madre.
Al finalizar la novela La tregua, Martín Santomé lleva su solitaria figura a la casa de Laura Avellaneda, solo para posibilitar el diálogo con la madre de ésta, y así poder completar la etopeya de la protagonista y dialogar con ella en el nivel simbólico, cruzando un puente entre la vida y la muerte.
Otro aspecto agudo de la observación de Benedetti con respecto a la escritura asoma en la misma novela en la carta que Santomé encuentra, como por casualidad, de su esposa fallecida, Isabel. Allí la caligrafía es el objeto de la descripción y del sentido del relato, que le permite al protagonista ahondar en su propio autoconocimiento.
“Me sentí un poco extraño al enfrentarme a aquellos caracteres delgados, de largas y perfiladas colas, en los que era posible reconocer una persona y también una época. Era evidente que no había sido escrita con una estilográfica, sino con una de aquellas plumas cucharitas que, no bien se las obligaba a escribir sabían quejarse sordamente y hasta escupir a su alrededor gotitas casi invisibles de tinta violeta”. Y sigue:
“Tengo que transcribir esta carta en esta libreta, tengo que hacerlo, porque ella es parte de mí mismo, de mi incanjeable historia. Me fue dirigida en una circunstancia muy especial y, además, su relectura me ha descentrado un poco, me ha hecho dudar de algunas cosas, incluso diría que me ha conmovido”.
Las reflexiones de Benedetti a través de sus personajes, sobre el lenguaje, la comunicación, la palabra, llegan a zonas de exquisita profundidad. Recordemos la secuencia en que Santomé evoca sus diálogos pasados, con Laura Avellaneda:
“…es evidente que me había ido desacostumbrando a la sinceridad. Incluso es probable que sólo en forma esporádica la practicara conmigo mismo. Digo esto porque alguna vez, en estos diálogos francos con Avellaneda, me he encontrado pronunciando palabras que me parecían más sinceras aún que mis pensamientos. ¿Es posible eso?”
*Profesora de español y literatura. Licenciada en letras. Instituto de Filosofía, Ciencia y Letras
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