El esforzado trabajo zafral de la esquila y la producción de ovinos, constituyó el símbolo del otrora Uruguay rural feliz, donde cualquier criollo avispado, con una majada de lanares se abría camino en la campaña oriental. Con la lana pagaba la renta, con unos pocos consumos por mes, alimentaba a su familia y a algún colaborador, y en el resto del campo arrendado criaba los vacunos que constituían su “capital”.
Este reencuentro genético de buenos criollos con los ancestros hispanos, es como mantener viva esa tradición de raíces que provenían de la madre patria y se perpetuaron en el interior profundo. En muy corriente pensar que nuestro país, sólo es reconocido en el exterior por el fútbol, a veces un puñado de esquiladores enseñan que la disciplina aplicada al trabajo duro también puede identificarnos y destacarnos.
“Con la llegada de los uruguayos a España se salvará la campaña”, dijo Gaspar González, dirigente de la sociedad agraria extremeña Fovex en referencia al grupo de 250 esquiladores que la semana pasada arribó desde Montevideo al puerto de Barajas en Madrid.
Marco Antonio Calderón, gerente de EA Group, uno de los mayores grupos cooperativos de carne de ovino de Europa, se refirió a los esquiladores uruguayos señalando que “sin ellos hubiera sido imposible quitar la lana a más de 3 millones de ovejas de Extremadura”.
El diario barcelonés La Vanguardia los mencionó como “profesionales especializados”, y hasta el rey Felipe VI mantuvo por lo menos una reunión a distancia con empresarios ovinos tratando de solucionar la falta de esquiladores y concretar la llegada de los uruguayos a aquel país.
Así de importante son los esquiladores uruguayos, una de las tantas profesiones rurales que desde hace años se desarrolla en Uruguay de forma profesional y con capacitación destacada, pero que no tienen la visibilidad acorde a la importancia del trabajo que realizan, acá y en otras partes del mundo.
Luis Gordillo es uno de los 250 esquiladores que viajó a España donde permanecerá hasta el 25 de julio. Serán más de dos meses de trabajo duro, pero él sabe a lo que se enfrenta ya que ha cubierto la zafra española en varias oportunidades.
“Empecé a ir a España hace 11 años cuanto tenía 34” de edad, dijo Gordillo a La Mañana. “No vine todos los años, he faltado alguna zafra, pero es un viaje de trabajo que ya he hecho porque la esquila en España coincide con que no la hay en Uruguay, eso me mantiene ocupado todo el año y además la remuneración es buena”.
Este año, con los problemas generados por el coronavirus COVID-19, el viaje a España se retrasó más de un mes, y la concreción se logró luego de acuerdos y negociaciones que garantizaran la sanidad de los esquiladores como la de los españoles. Además, la urgencia por comenzar a esquilar llevó a las autoridades locales a permitir que los uruguayos pudieran trabajar al otro día de llegar, sin necesidad de hacer la cuarentena obligatoria que se exige a todo el que ingresa al país.
En España el desempleo ronda el 15 % con más 3 millones de personas sin trabajo, el mayor guarismo desde 2013. Desde el gobierno y organizaciones rurales se pensó que los trabajos de campo, incluida la esquila, podría ser una solución para los que necesitan recomponer sus ingresos, pero resultó en un rotundo fracaso que el diario Heraldo de la ciudad de Zaragoza (Aragón) lo explicó señalando que el de esquilar es un trabajo duro, nada fácil y que exige experiencia y productividad.
Ángel Taracón del grupo Oviaragón-Grupo Pastores dijo que se hizo un llamado a personas que han perdido el empleo para realizar a esquila, pero apenas recibieron solicitudes de 16 personas de las que sólo quedó una. En Aragón el desempleo es del 11 % con 70.000 personas desocupadas.
“La empresa en la que estoy trabajando paga 1,20 euros por oveja, y en Uruguay se paga alrededor de 20 pesos, o sea que acá pagan tres veces más que en Uruguay”
Que los españoles no estén preparados y que tampoco quieran aprender este tipo de oficios termina siendo beneficioso para la economía de los esquiladores uruguayos. “La empresa en la que estoy trabajando paga 1,20 euros por oveja, y en Uruguay se paga alrededor de 20 pesos, o sea que acá pagan tres veces más que en Uruguay”, dijo Gordillo.
“La otra ventaja de España es que no perdés días de trabajo, hoy estaba lloviendo y estábamos esquilando”, contó. “El que viene dos meses trabaja los dos meses, a lo sumo se pierde un día o dos”, agregó.
“El total de ovejas esquiladas por día depende de la agilidad de cada uno”, pero en un mes un esquilador medio puede llegar a varios miles, “un total que también cambia por la cantidad de horas que se trabaje porque no todas las empresas hacen el mismo horario”. En la empresa que yo estoy “hacemos 8 o 9 horas, pero hay otras que hacen 10 o 12”. Los que tienen experiencia porque han realizado ese trabajo antes “saben cómo trabaja cada empresa y la cantidad de horas que se programa con cada una, y por eso cada esquilador se anota con la empresa que más le guste. Las que trabajan más horas esquilan más ovejas”, comentó.
La empresa con la que vamos a trabajar “es algo que sabemos desde antes de viajar porque el visado tiene que mandarlo la empresa que te va a contratar, sino es imposible hacerlo”, detalló.
La rutina
Gordillo y unos 40 esquiladores más viajaron con la empresa Henryk Golab S.L. que hace más de 30 años que brinda servicios de ganadería.
“Ahora estamos en Huesca, Aragón, cerca de los Pirineos en el límite con Francia”, dijo a La Mañana, próximo a las 22.00 horas en España. “Mañana quedamos en salir 05.45 porque tenemos una hora de viaje y así poder empezar a las 07.00”. Para el traslado la cuadrilla cuenta con un micro con el cual desplazarse proporcionado por la empresa que lo contrató.
“Acá el mediodía es a las dos y media o las tres de la tarde y oscurece a las diez de las noche, por eso se empieza tarde, aunque hay otros lugares de trabajo que empiezan a más temprano a eso de las cinco de la mañana, y otros que empiezan más tarde, a las 8 o las 9, todo depende de con quién y dónde se trabaje”, explicó.
El ritmo de trabajo es “todo el día con algunos intervalos. Empezamos a las siete, trabajamos unas tres horas o un poco más, paramos un rato que puede ser media hora, y seguimos; al mediodía paramos una hora para comer”.
En cada establecimiento “estamos un par de días, lo que nos lleve la esquila, y de ahí vamos a otro que puede estar próximo o no. Un año atravesamos toda España y llegamos a Portugal donde seguimos esquilando”, recordó, “tenemos para esquilar hasta casi fines de julio, porque la fecha de regreso es el 25”.
La comida “queda a criterio de cada cuadrilla”. El almuerzo “es en las fincas donde trabajamos”. En la noche “la costumbre era comer en un restaurante, pero ahora con la pandemia todo está cerrado, entonces tenemos que comprarla hecha en algún lugar o hacérnosla nosotros”.
España no tiene la cultura de la lana
La forma de esquilar “es totalmente diferente que en Uruguay”, ya que no tienen la cultura lanera que tenemos en Uruguay. “Es una lana gruesa que antes la tiraban o quemaban, ahora la venden pero a un precio muy barato”.
Las instalaciones y lugares de trabajo “no tienen piso de hormigón y con planchada, se esquila en la tierra porque no importa si se ensucia”.
“Hay algunas zonas como Badajoz, Cáceres o Zamora, que tienen Merino, no es tan fino ni de la calidad que hay en Uruguay, pero es Merino y ahí sí vale un poco más”.
240 euros de ingresos al día
Con una esquila diaria de entre 150 y 200 ovejas, cada esquilador ganará entre 180 y 240 euros al día.
En España son conscientes que es un trabajo que exige profesionalización e implica desgaste físico mientras dure la zafra que son unos tres meses, por eso se paga bien, sin embargo los españoles no quieren aprender el oficio.
Marco Antonio Calderón dijo al diario Hoy de Extremadura, que el oficio comenzó a perderse hace 20 años “cuando el boom de la construcción. Los que estaban en el oficio, o lo aprendían, lo dejaron para irse a trabajar en el sector del ladrillo y se rompió la cadena de transmisión”, explicó.
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