Realizó estudios universitarios en sociología para entender el contexto que marcó su juventud y así fue construyendo no solo una brillante carrera profesional sino también una identidad propia que la llevaron a expandir sus horizontes. Esta “socióloga blanca”, admiradora de Wilson Ferreira, llegó a La Sorbona de París para profundizar sus conocimientos sobre cooperación internacional e integrar grupos de investigación de América Latina con el reconocido Alain Touraine. En entrevista con La Mañana, Rosina Piñeyro dialogó además sobre la incursión en los primeros planos de la política nacional de su hijo, Juan Sartori, a quien acompaña en su nueva labor legislativa.
¿De dónde proviene su familia?
Mi papá venía de una familia vasca del campo. Mi abuelo paterno falleció cuando él y su hermano eran muy chiquitos, entonces mi abuela Marizcurrena siempre fue muy unida. Con ellos y una cantidad de primos pasé casi toda mi infancia. En Florida tenían campos y se generó una tradición allí, por eso cuando no estoy en la ciudad no extraño tanto. Después mi papá se dedicó a la actividad bancaria, fue gerente general y director de bancos de acá, una persona muy ordenada y rigurosa. En algún momento de su vida dejó todo eso y se volvió al campo.
Como el campo uruguayo no se encuentra en ningún lado y es lo que más me gusta del Uruguay. A mí me mandaban todo el verano y tengo muy lindos recuerdos de esa época con los payadores, los caminantes. Daría cualquier cosa para que sigan existiendo.
Por el lado de mi mamá tenía ascendencia genovesa y también influencia francesa y eso también hizo que me enviaran al Liceo Francés y me vinculara con ese mundo. Era toda una época donde la cultura francesa tenía mucha importancia en Uruguay, antes de que la referencia pasara a ser la cultura norteamericana.
En un momento pasé a estudiar en la sede del liceo del centro en la avenida 18 de julio. Me tocó una época muy intensa porque estábamos al lado de la Facultad de Derecho y estaban todas las luchas previas a la dictadura.
¿Cómo se vivía eso desde un liceo privado, ajeno a la política universitaria?
Se sentía todo muy cercano, estaba en la calle y era algo cotidiano. Me acuerdo del miedo con el que mi familia me mandaba al colegio. Al mismo tiempo daba una curiosidad terrible, había información que estaba vedada para que no nos metiéramos en líos. Había movimientos sociales muy fuertes que influían, aunque uno no fuera totalmente consciente. Después cuando hice la licenciatura lo que hice fue recrear en parte esas cosas, qué era lo que había pasado.
“Siempre admiré enormemente la forma de ser de Wilson, me parecía un líder carismático increíble y comprometido”
Durante la escuela compartieron estudios con el actual senador Guido Manini Ríos, al que reencontraría en el Senado hace poco tiempo cuando lo tocó asumir su banca.
Siendo chicos, él vivía a una cuadra y media, sobre la misma calle. Había que ir caminando hasta el colegio que eran cuatro cuadras, nos mandaban por una calle de tierra junto con él y su hermano Mauro. Éramos buenos alumnos, me acuerdo de los cumpleaños porque ellos tenían una casa muy linda llena de animales. Luego él se fue al Liceo Militar y perdimos contacto que recién retomamos durante la campaña electoral a través de Juan.
Mencionaba sus estudios en Sociología. ¿Qué se encontró allí?
La carrera había sido cerrada al inicio de la dictadura. Yo entré el primer o segundo año que se restableció la licenciatura. La información estaba bloqueada y yo tengo un espíritu aventurero y de cuestionar las cosas.
Quería hacerme mi propia idea de los hechos. Entonces buscaba gente que había estado involucrada, de un lado o del otro. Siempre me gusta indagar en las distintas circunstancias que se dan en un momento determinado de la historia. Hice de noche casi toda mi licenciatura, porque en el medio me casé, tuve a los niños, me divorcié, fue una etapa muy intensa.
Al mismo tiempo ya había empezado a trabajar porque tenía deseos de independencia desde joven y lo que tenía claro es que la independencia empezaba el día que no tenía que ir a pedir plata para tomar el ómnibus.
Tuve varios trabajos, por ejemplo como recepcionista en un banco pero les dio lástima porque vieron que yo era muy estudiosa y me mandaron como ayudante en una dirección así podía leer. Después trabajé mucho tiempo en la OEA donde se podían hacer muchas cosas porque era una oficina chica, un grupo humano muy lindo.
Luego estuvo su vinculación con el CELADU (Centro de Estudios para la Democracia) donde estaba Wilson Ferreira. ¿Era difícil encontrar una “socióloga blanca” en ese momento?
Sí. Yo siempre admiré enormemente la forma de ser de Wilson, me parecía un líder carismático increíble y comprometido. Además mi hermana estaba casada con gente que estaba muy vinculada al movimiento. Cuando estaba terminando mi licenciatura me llamaron del CELADU donde recuerdo que estaba Mariano Berro que estaba buscando sociólogos blancos que justamente eran raros. Me llamaron a mí y a otro que estaba trabajando. En ese momento había contacto con cantidad de institutos de todo el mundo.
Incluso yo viajé a Portugal a una academia internacional que formaba jóvenes políticos, donde confluían muchas corrientes.
En el centro había distintas áreas. Yo estaba en el tema de la descentralización. En base a todos los discursos de Wilson, el sociólogo Walter Menéndez había hecho un documento que era un verdadero plan de acción. Me encargaba entonces de ejecutar acciones para las intendencias en pos de esa descentralización. Es un proyecto que para mí sigue siendo tan válido como lo era en aquel momento. La descentralización para mí es un tema fundamental.
¿Fue difícil hacerse camino en estos ámbitos?
En un momento me di cuenta que todas las cosas que me habían dicho que yo no podía hacer las había logrado, con mucho esfuerzo y ahí tomé conciencia que lo que uno quiere lo tiene que construir. Entonces por el cariño que yo tenía de la cultura y sobre todo el pensamiento francés, tenía como sueño ir a hacer un doctorado a París, lo que parecía inimaginable siendo divorciada y viviendo de mi sueldo. Pero me tiré a intentarlo.
Tenía conciencia que para seguir el camino de la cooperación internacional que a mí me gustaba debía abrir el espectro a lo internacional. Y era la posibilidad de darle otras oportunidades a los niños. Encontré un colegio muy lindo en París que en la época era bastante experimental que era el Federico García Lorca y tenía medio horario francés y medio español. Me parecía que era una buena transición para ellos, porque antes acá iban a un colegio inglés aún contra mí voluntad (risas). A los dos meses manejaban todo, los chicos son increíbles, absorben todo.
“Uno puede poner todas las reglas que quiera, pero si la cabeza de la gente no acompaña no sirve”
Fue un periodo para mí muy lindo, con sacrificio y poca plata pero estaba fascinada de haber elegido todos los cursos en La Sorbona. No podía creer poderme cotejar con Alain Touraine, entre otros, muchos que había leído en libros. Aprendí que ahí mientras tuvieras algo inteligente que plantear, aunque fueras nadie, te escuchaban. Eso fue fascinante.
¿Sobre qué versó su tesis en ese doctorado?
Había un instituto de estudios para el desarrollo económico y social entonces trabajaba el tema de las políticas y prácticas en el enfoque de seguir con la relación con los organismos internacionales. Pero tenía claro que solo con sistemas y políticas no cambias una sociedad, entonces hacía paralelamente psicología social, que es el manejo de los inconscientes colectivos. Para mí eso era imprescindible y complementario. Uno puede poner todas las reglas que quiera, pero si la cabeza de la gente no acompaña no sirve.
La tesis la hice sobre la corrupción política. Un estudio histórico a través del tiempo y las sociedades. También un estudio de casos que hice en base a entrevistas. Ya Washington Abdala había hecho un libro-entrevista sobre esto. Así trabajé sobre el caso uruguayo.
¿A qué conclusión llegó?
En mi intimidad profunda llegué a la conclusión de las teorías de la corrupción del alma, de los antiguos filósofos. Creo que es una cuestión individual. Evidentemente hay una cuestión cultural porque si todo el mundo pisa al otro para lograr lo que quiere, los demás posiblemente harán lo mismo.
¿Las religiones tienen alguna incidencia en ese sentido en cuanto a conducir los caminos individuales y colectivos?
Yo soy agnóstica y veo a las religiones como teórias sobre la humanidad. No tengo fe, pero creo en la importancia de las religiones. Y sí, son temas que han manejado todas las religiones, el tema del bien y el mal.
¿Cómo es que llega luego a Ginebra a trabajar para Naciones Unidas?
Había terminado con mis cursos en París y fui a hacer una suplencia. Estaba en un grupo de investigación sobre América Latina dirigido por Touraine. Empecé a vincularme con las Naciones Unidas, con el departamento de América Latina en el sector de la cooperación para el desarrollo. Al principio eran proyectos que se manejaban en conjunto con el BID. Luego hubo elecciones dentro del organismo donde yo estaba y el que dirigía la cooperación se presentó como candidato. Yo adhería profundamente a sus valores porque hasta ese momento el organismo había sido manejado por los países más ricos y él era de un país en desarrollo, extremadamente inteligente, estratégico y visionario. Ganó la elección y creó una academia interna donde me puse a trabajar.
Lo que más trabajé fue la cooperación entre Europa y América Latina, que son sistemas a la base parecidos, el derecho continental y el asociacionismo, entre otras características. Naciones Unidas se fue abriendo más a iniciativas privadas y yo me encargaba todo lo que era ONGs, industria, es decir, todo lo que no era gobierno. Viajé mucho por América Latina, una vez por mes estaba una semana recorriendo.
En esa época pensaba que podía volver a Uruguay. Veníamos todos los años a las fiestas y Juan ya había empezado a trabajar con nuestro país con inversiones.
¿Cómo ve a Europa hoy?
Uno de los temas que me interesan del área internacional es la integración, ver las compatibilidades entre los países y lo que se puede compensar, guardando cada uno lo que tiene como riqueza propia. El proceso de la Unión Europa es largo. Es difícil hacer una unidad preservando la diversidad, pero eso lo manejan muy bien los europeos. Pero con todo esto que está pasando ahora, no sé cuánto se va a ver afectada esa integración.
El tema del coronavirus está exponiendo a cada ser humano, su fragilidad y futuro. Ojalá esto se acabe pronto y se tomen buenas medidas, que sean constructivas para lo que viene.
“Juan (Sartori) sintetiza una cantidad de tendencias mundiales que hay en economía y en el empresariado”
¿En qué momento su hijo Juan le manifiesta que quiere ser candidato a presidente de Uruguay?
Él siempre se quedó muy uruguayo. Con sus negocios siempre quiso hacer cosas con Uruguay. Como hijo de socióloga también escuchó mucho sobre políticas, planes y desarrollo. Concretamente estábamos de vacaciones, él empezó a tener reuniones y ahí me dijo que iba a ser candidato a presidente.
¿Siempre manejó que fuera con el Partido Nacional?
Sí, siempre. Yo le preguntaba por qué y no hay duda que es donde tiene más afinidad. Yo al principio no creía mucho porque con las cosas de Juan parece que estás soñando, pero en verdad está cumpliendo cosas. Luego vi que se fue dando.
¿Participaste con tus consejos en la campaña más allá de como madre, como profesional y conocedora de la psicología social?
En este caso yo soy madre antes que todo. Pero era un proceso muy interesante de seguir analíticamente. Lo que más estuve en la parte de campaña fue en el interior. Opinar siempre opiné, no sé si me escucharon pero bueno (risas).
¿Qué aporta el ingreso de Juan Sartori a la política uruguaya?
Creo que el fuerte de él es la parte de economía internacional porque ha desarrollado cosas en todas partes del mundo. Conoce muy bien América Latina, estuvo viviendo en Suiza, también un año en Harvard donde aprendió del sistema americano. Juan sintetiza una cantidad de tendencias mundiales que hay en economía y en el empresariado. Eso lo encuentro muy particular de él.
“El coronavirus está exponiendo a cada ser humano, su fragilidad y futuro”
Me parece muy bueno el contacto que tiene con la gente. Él siempre fue muy sociable y puede manejarse en distintos medios, porque hemos pasado por no tener plata y por tenerla entonces todo sigue igual. Es capaz de transmitir cosas en distintos ambientes. Está especialmente preocupado por la situación del desempleo.
¿Desde el Senado cuáles son las prioridades?
Ahora está todo concentrado en la ley de urgente consideración, que abarca todos los temas. Hay un trabajo impresionante abocado en ese sentido.
Cuando el tango le “tocó el corazón”
Consultada sobre sus pasiones y pasatiempos, Piñeyro habla de la lectura, la naturaleza y también la música. “Me encanta leer libros, se puede vivir muchas cosas a través de ellos. Me gusta la literatura, la filosofía, también las biografías. Me encanta el agua, además del campo, o sea tener contacto con la naturaleza. Y me gusta bailar tango”, señaló.
“Cuando me fui a vivir a Europa me empezó a fascinar el tango, que acá no le daba bolilla. Era una música que me traía a los orígenes. Sentí que me tocaba el corazón. Transmite cosas lindas, aprendizajes, sobre códigos, historias nuestras. Incluso sobre la relación del hombre y la mujer. Dicen que el tango es machista pero no, hay una actitud fuerte de la mujer”, opinó.
La entrevistada consideró “increíble” que no haya una mayor difusión del tango en la sociedad uruguaya. “Hay que difundir muchísimo más el tango en Uruguay. Es increíble que no valoricemos lo propio cuando lo tenemos. En Europa conocen mucho más que acá. Hay algunos proyectos, por ejemplo a través del señor Omar Correa que trabaja en varios barrios desfavorecidos”, indicó.
Piñeyro también subrayó la creciente inmigración en nuestro país, principalmente latinoamericana. “Uruguay ya es mucho más multicultural. Cuando yo vivía acá hace años América Latina no existía, yo la descubrí afuera y la adoro. No podía creer la riqueza y la belleza que hay. Para mí es bueno que se cotejen los distintos grupos que hay en nuestro país hoy”, sostuvo.