Las nuevas pautas de relaciones sociales, generan tipos de conducta que dificultan las establecidas habitualmente, obligando a adaptar nuestras preferencias dentro del marco legal establecido.
El museo pertenece a la sociedad, guarda las colecciones que son la memoria del pasado y estimula las manifestaciones del presente. La divulgación de los fondos de los museos o de los contenidos de las exposiciones por Internet se ha convertido en la herramienta indispensable en los tiempos que vivimos. Lejos queda el simposio “Museum and the web” que tuvo lugar en Los Angeles en marzo de 1997, que suscitó la controversia entre partidarios y detractores de la divulgación del arte por Internet. Se aducía que el público dejaría de acudir a las manifestaciones artísticas de los museos y de las galerías. Los defensores esgrimían, con razón, que jamás la red pretendía sustituir la contemplación real por la virtual, y que la divulgación por Internet, como se ha demostrado, enriquece el conocimiento y fomenta la curiosidad, siendo un método eficaz y sin precedentes para divulgar el arte.
Es evidente que todo el mundo prefiere acudir al museo o a la galería para contemplar las obras de arte, que verlas por Internet, pero en la actualidad esta actividad está restringida y la red nos ayuda a una visualización de la obra de arte.
Tras unos meses en que los museos y las galerías de todo el mundo han permanecido cerrados, algunos países comienzan a relajar su estado de emergencia, los museos reanudan de a poco sus actividades y diversos medios de comunicación publican estos días informes que analizan el impacto sin precedentes de la situación actual en los museos.
Las situaciones varían sustancialmente entre los diferentes modelos de museos. Estos tendrán que replantearse mucho de lo que hasta ahora se daba por sentado. Medidas de seguridad para su reapertura y reanudación de la actividad son uno de los principales retos a los que se enfrentan. La apertura de los mismos con las nuevas pautas de conducta, el distanciamiento social y el aforo limitado de visitantes no se alinean con los modelos de negocio de aquellos museos cuyos ingresos dependen fundamentalmente de las entradas vendidas o, dicho de otra manera, de las exposiciones taquilleras. Las restricciones a los viajes internacionales dificultarán el turismo cultural que tanto se ha desarrollado últimamente. Cada ciudad rivaliza en número de museos. París incluye necesariamente ir al Museo del Louvre, Nueva York supone visitar el Guggenheim, Madrid el Museo del Prado, por citar algunas ciudades que están asociadas a un museo. Esta situación en la que estamos inmersos supone la pérdida de ingresos económicos en los museos, que ya de por si eran entidades de dudosa rentabilidad, y la disminución de una fuente de energía vital para la institución y sus públicos, para las ciudades y para los Estados.
Otro aspecto muy a tener en cuenta es la pérdida de otro tipo de ingresos derivada de estos cierres, al tiempo que el aplazamiento y la cancelación de exposiciones, y eventos divulgativos y programas de tipo educativo, que sin lugar a dudas lleva a la cancelación de la financiación filantrópica del patrocinio.
Los museos pasaran un largo tiempo hasta poder volver a “ir de compras”. Hasta ahora las galerías y las salas de subasta tenían un potencial comprador cuando aparecía una obra relevante, para completar el ciclo de un artista o de una corriente artística. El museo estaba “obligado” a cerrar ciclos para mayor representación educacional del público visitante. El circuito económico se retroalimentaba entre las empresas de arte.
Otro desafío es el rápido desarrollo y las necesidades de los programas en línea de museos de todo el mundo han puesto en marcha programas digitales durante el confinamiento. Rivalizan en la creatividad de sus programas algunos muy atractivos, como el Museo de Florencia que hace hablar a sus estatuas y otros más tradicionales en su presentación, pero todos ellos interesantes para nuestra memoria. Este ámbito virtual seguirá siendo muy importante, ya que nos brinda la posibilidad de conocer y disfrutar de exposiciones en otros países que jamás tendríamos la posibilidad de visitar. A modo de ejemplo, la British Library comparte en su página web un archivo interactivo de una colección completa de globos terráqueos que muestran las visiones del mundo en épocas pasadas.
Las galerías
Uno de los motores del arte es el galerista porque está muy cerca del artista. Él es el que primero reconoce al verdadero artista, lo alienta en su trabajo, se convierte en su mecenas y le apoya mediante la difusión de la obra. Muy cuidadosos y exquisitos tienen que ser, para dar a conocer los artistas a sus clientes, preservando la confianza y la seguridad de lo que ofrecen. El retorno a la actividad diaria con nuevas pautas de relación, mediante visitas concertadas de este frágil sector, se ve con preocupación. Pero la crisis también puede verse en términos de oportunidad y esta puede ser una buena ocasión para reformular la regulación de este mercado para hacerlo más ágil y accesible. Tienen que motivar a un público que está azotado por la crisis económica, que siente una prudencia por emplear un dinero en algo que es superfluo, y renovarles la ilusión por la posesión de la obra de arte. Renacer después de las crisis económicas no es un proceso nuevo para ellos, están reinventándose a través de la web, presentan exposiciones virtuales de sus artistas que suponen verdaderas clases de historia del arte. Nunca habían tenido tanta audiencia pero la competitividad seguirá siendo feroz. A ello se añaden los artistas, la parte más debilitada de la cadena, que a través de las redes sociales muestran sus obras organizando muestras individuales o colectivas con el ánimo de venderlas. Esta nueva actividad, que antes no se estaba ofreciendo porque la visita personal a la galería era la forma tradicional de relación, supone una adaptación ardua en el poco tiempo que han tenido, para no perder el contacto con sus clientes.
Otro aspecto a considerar es que la participación de las galerías en ferias de arte va a cuestionarse, no solo por la prohibición de la aglomeración de público, sino también por el alto presupuesto económico que supone ir de feria en feria. No se puede faltar a esas convocatorias; un verdadero escaparate y un mundo de contactos trepidante, tanto por los contactos y ventas entre profesionales, como por el reencuentro con los coleccionistas que año tras año se citan para la siguiente convocatoria. Este año se celebraron algunas ferias anteriores a marzo, como es el caso de Arco Madrid a fin de febrero cuando la pandemia ya estaba invadiendo Europa. A partir de entonces algunas se han postergado al año siguiente, como el Salón del Dibujo de París, u otras que todavía no han anunciado fecha, como Art Basel Basilea, Art Paris, Frieze New York, Art Miami. Aun así, algunas se han atrevido a continuar su programación en línea, y son visitables a través de la pantalla. Entre otras la veterana London Prince Arthur, un referente en obra gráfica que celebra su 35 edición de forma virtual. Como vemos, el terreno de la plástica se resiste aunque no pueda celebrarse en sus sedes físicas.
Las salas de subasta
Las salas de subasta han alterado su calendario debido al cierre temporal de sus convocatorias presenciales, trasladando en muchos casos sus ventas a la esfera virtual, algo que muchas ya venían haciendo. Han tenido que perfeccionar sus métodos y canales de comunicación. El comprador con experiencia ya está acostumbrado a ver los catálogos en línea y comprar por este medio. Para el visitante local, el inconveniente de no poder visitar la exposición de los lotes ha significado una pérdida de interés, que se espera ir mitigando con el paulatino restablecimiento de unas pautas de aforo controladas. A pesar del impacto, el mercado secundario es de los sectores que se verá favorecido por la afluencia de mercadería, debido a la crisis económica mundial. Las personas se desprenden de objetos de arte porque es de lo que primero el individuo puede prescindir. Habrá una revolución en los precios, pero saldrán lotes notables que esconden historias curiosas que esperan cautivar a los compradores y coleccionistas. Siempre existen…y permiten que el arte cambie de manos. Las personas se seguirán sintiendo tentadas por algo que les puede pertenecer y que les puede acompañar en su vida, aportándoles placer y curiosidad. Esta actividad de venta pública al mejor postor se ve complementada por la venta directa a particulares una vez que finaliza la subasta de los lotes que no se han adjudicado.
No es fácil calcular el daño que esta situación va a causar a los artistas, sus distribuidores y aquellos que de alguna manera viven en ese entorno profesional. El tejido cultural es fino y delicado, la diferencia entre los que producen cultura y los que la consuman es tal, que solo unos cuantos pueden vivir de sus creaciones y de su trabajo.
Galerías, salas de subasta y museos…son arte y parte en este ecosistema del arte plástico, a tener muy en cuenta como un activo más para la economía del Estado.
(*) Catedrática de Sociología – UB, Dra. Historia del Arte, Crítica de Arte, Miembro de AICA y ACCA.
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