Las largas filas en las puertas de las casas de préstamos se volvieron una imagen recurrente en estos últimos meses. Las supuestas promociones y facilidades se muestran como un salvavidas, que termina siendo de hielo para muchos ciudadanos. La Mañana dialogó con Dora Szafir, especialista en derecho al consumidor, quien explicó el funcionamiento de estas financieras y las desventajas de deberles dinero.
Basta con ingresar a un buscador web y escribir la palabra préstamo para que la pantalla de inicio anuncie: “¿Necesitás un préstamo? Retiralo en minutos”. “Préstamos personal en la mano y solo con tu cédula”. “Préstamos aquí”. “¡No importa que estés en el clearing, vení con tu cédula y te vas con el dinero!”. “Llevate hasta $80.000 en efectivo”. La primera, segunda y tercera página del buscador únicamente tiene publicidades de este tipo, recién si se avanza a la cuarta es posible encontrar resultados como la definición de la palabra, o noticias vinculadas, por ejemplo.
Algo similar sucede al ver la televisión abierta, en un período de una hora en el horario comprendido entre las 15:00 y 16:00 horas (solo por citar un ejemplo), al hacer zapping entre los canales de aire es posible visualizar publicidades de cuatro financieras diferentes que ofrecen “los préstamos más altos con los intereses más bajos” y que, además, “se puede abonar la primera cuota a los 90 días”. ¿Qué hay detrás de estos supuestos beneficios y facilidades para acceder a un crédito al instante? ¿Cómo regula el Banco Central del Uruguay (BCU) a estas entidades financieras y prestamistas independientes?
Sobre estos temas conversó La Mañana con Dora Szafir, abogada, juez, profesional especialista en derecho al consumidor y docente en la Universidad de la República. Tomando en cuenta que hoy el país no solo se encuentra en una emergencia sanitaria, sino que además tambalea económicamente -debido a que miles personas ingresaron al seguro de paro, otras fueron despedidas y un tanto más están desempleadas desde antes de la llegada de la pandemia-, se le preguntó sobre el peligro que corre la gente al aceptar un préstamo como los anteriormente nombrados.
La especialista sostuvo que en este contexto y especialmente quienes se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad financiera, posiblemente no se puedan pagar los créditos sin atrasarse. “Lo más probable es que si se atrasan una vez no puedan salir más debido a las normas que tenemos en ese sentido”. Aseguró que generalmente estos préstamos son pedidos por personas que se encuentran en el clearing de informes y, en caso de tener empleo o alguna pasividad, tienen parte del monto retenido, porcentaje que, legalmente, puede llegar al 55%.
Por más que el interés sea “el más bajo” del mercado, la profesional advirtió que igual es elevado y en general las personas no cuentan con la solvencia económica para cubrir el monto. Cuando se atrasan en una cuota ya no va a pagar ese interés que tenía calculado, sino que va a pagar uno más alto, que es el interés de mora. Por ejemplo, una persona sacó un préstamo a 10 cuotas, pagó una y se atrasó en la segunda, ya no debe solo la segunda, sino que debe las nueve con un interés cada vez más alto en cada cuota restante, explicó.
“Si a veces para los profesionales es difícil de entender esto, mucho más lo es para una persona que no tiene noción de reglamentaciones al respecto”, opinó. Aseguró además que la ley requiere de una urgente modificación para que no se permita “cobrar esos disparates”. Indicó que es necesario ser considerados con la situación: “lo que están ofreciendo ahora es con las mismas condiciones que antes, solo que las publicidades son muy atractivas, y parece que les van a solucionar la vida a las personas”.
Falsas soluciones
Una financiera puede cobrar como interés moratorio un 280% anual, cada mes se capitalizan las cuotas y sube el interés de manera exponencial. Por eso una deuda en pocos años puede pasar de $30.000 a $600.000. “Es evidente que una persona no puede hacer frente a eso”, sentenció la entrevistada.
En ese sentido indicó que algunas instituciones han dispuesto soluciones que a las personas “nos les van a servir de nada. Pagar más adelante no es un verdadero ofrecimiento que resuelva la situación, además de que en estos momentos aparecen prestamistas nuevos que se aprovechan del contexto. Obvio que a una persona que está pasando hambre no le vas a decir que no pida el préstamo, porque en él ve un salvavidas. El problema amerita ser revisado desde las autoridades pertinentes”.
Desde hace algunos años Szafir plantea la necesidad de revisar los contratos de préstamo cuando se pierde la ecuación económica.
Uruguay: el país de la usura lícita
Szafir citó, a modo de ejemplificar posibles soluciones, los casos de Argentina y de Brasil. En el primer país cada vez que hubo crisis económicas se han dictado leyes de urgencia donde se le tomaba el capital a un deudor de hace 10 años, con una cifra imposible de pagar y, de la misma manera que se favorece a las empresas endeudadas, se favorecía a la persona tomando en cuenta la situación, dándole un plan de pago razonable “para que no tenga que meterse en un pozo más y generar una bola de nieve de préstamos”, relató.
Por otra parte, en Brasil se ha llegado a condenar a quien presta a las personas que sabe que no podrán devolverle el dinero. Se toma como que le dio un préstamo en forma culpable, y si no puede cobrar se perjudica a él mismo. “No digo que estas sean las soluciones que debemos aplicar, pero sí podría ser interesante buscar un equilibrio entre ambas”, sostuvo la especialista.
Desde hace algunos años Szafir plantea la necesidad de revisar los contratos de préstamo cuando se pierde la ecuación económica. Aseguró que es un elemento que se utiliza en casi todos los países, y que implica considerar las circunstancias relativas de cada persona, de la misma manera que se hace con empresas. “Lo que en otro lado es usura (interés excesivo), para nosotros es lícito. Sé que es difícil resolverlo totalmente, pero sería bueno al menos alivianarlo y más en este momento que hay muchos fundamentos para brindar ayuda a la población”, expresó.
Si bien la inflación que tenemos hoy es alta, para la entrevistada “no justifica esos intereses moratorios altísimos y las capitalizaciones mensuales”. Aseguró que esos elementos se usan para grandes inflaciones, donde la moneda nacional pierde demasiado el valor, pero que no es el caso actual de Uruguay.
Expuso que no tenemos instrumentos legales vigentes para frenar la situación, “salvo que la gente no pida préstamos”. Pero afirmó que para aplicar sanciones cuando hay abusos no necesitan leyes específicas, porque la ley del consumidor ya lo permite. “El directorio anterior del BCU no se ocupó mucho del tema de los consumidores, al contrario, no había receptividad para estos problemas”, sopesó.
En carne propia
Roxana no puede comprarse una moto, tampoco puede sacar un préstamo, tampoco puede acceder a un alquiler para poder salir de la situación precaria en la que vive. A Roxana a veces le cuesta conseguir un empleo formal, porque cuando verifican las retenciones que va a tener en su salario, dudan que se pueda comprometer con el trabajo. Pero además de esto, tampoco está en condiciones todavía de pagar la deuda a su acreedor, quien por el año 2010 le prestó una suma de dinero para que pueda arreglar el techo de su casa y darle un comienzo de clases digno a sus dos hijos.
No es una historia imaginaria ni una situación hipotética, es la realidad de una ciudadana uruguaya que los estudios jurídicos “persiguen” por no hacerse cargo de un monto impagable para ella. “Lo que necesitaría es empezar de cero. Tengo las intenciones de hacerme cargo de lo que debo pero lo que me proponen es hacer una entrega de dinero que no tengo, y a partir de ahí poder financiar mi deuda”, relató a La Mañana.
Lo cierto es que Roxana no cuenta hoy con la solvencia para pagar. Estuvo desocupada durante un largo período y en ese entonces logró acceder a otros préstamos y tarjetas de créditos que le salvaron varias cenas. “Estoy agradecida de que me hayan dado la oportunidad de poder sacar un crédito y tener para sobrellevar esos meses sin trabajo, pero mi ignorancia me jugó en contra y a medida que pasa el tiempo me doy cuenta que cada vez tengo que pagar más y termino en la rosca de sacar un préstamo para pagar otro”.
La historia de Roxana no es la única, como ciudadana conoce a más personas que están en contextos similares y con las mismas dificultades. “Sé que algunas personas no están dispuestas a abonar nada, pero ese no es mi caso, estoy dispuesta a limpiar mi nombre y trabajo para ello, pero con eso no me alcanza”, describió.