“¿Por qué se ha llegado a esta situación? Por tres razones: se comprometió innecesariamente la eficiencia de la producción agropecuaria; no se siguió una política acertada y previsora de sustitución de importaciones; y no se ha dado a la explotación de petróleo nacional el fuerte estímulo que necesitaba ineludiblemente…
La intervención excesiva y desordenada del Estado ha perturbado seriamente el sistema económico en detrimento de su eficiencia, y juntamente con la inflación, ha generado fuentes de beneficios extraordinarios…
El Estado ha pervertido burocráticamente la actividad económica privada, y alentado ciertas proclividades que perturban sobremanera el sano desenvolvimiento de la economía y la administración. No es el Estado incorpóreo, infalible y omnisciente el que actúa en la realidad económica, sino funcionarios concretos que al intervenir en el juego de las actividades privadas, adquieren un considerable poder discrecional que trasciende de la órbita puramente económica… Han quedado pocos técnicos de reconocida capacidad… La cantidad de horas de trabajo necesarias por metro cuadrado de construcción parece ser casi el doble de antes…
Hay 25 años de atraso en la renovación de material ferroviario… El desarrollo de la red de caminos se ha estancado, en obras sanitarias las necesidades insatisfechas son considerable, también se impone el mejoramiento de los puertos que están en muy precaria situación”.
Economista argentino Raúl Prebisch, describiendo la situación de su país a mediados de la década de 1950, en que el crecimiento se encontraba estancado por limitantes en el stock de infraestructura, maquinaria y equipos, así como por el estrangulamiento externo. Según Prebisch, la recuperación económica pasaba por una menor intervención estatal. (Extraído de “Prebisch, a 20 años de su muerte”, Juan Carlos de Pablo, 2006).
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