Dentro de pocos días estamos conmemorando el primer aniversario de esta aventura que significó reconquistar –aunque más no sea como semanario- no solo el título sino también el espíritu de un órgano de prensa que hizo historia en el periodismo nacional como La Mañana, y que el primero de julio cumple su 103 aniversario.
En aquellos tiempos recios, había todo un compromiso tácito de sustituir la contienda armada, donde las diferencias políticas se dirimían en las cuchillas con las armas en la mano, por la postura más civilista de hacer jugar las ideas, para que el voto en las urnas con las consabidas garantías que se había comenzado a recuperar, exhibiera un veredicto acorde con el respeto por las mayorías – y también por las minorías – de la participación de la gente.
En ese sentido la prensa y en particular este diario, jugaron un rol preponderante en la consolidación de las libertades públicas. Sin olvidar dolorosas historias donde esta defensa, quedó rubricada con la sangre de periodistas sensibles a los códigos del honor de aquel entonces.
Poner un periódico en circulación no era la decisión de un inversor con una apuesta oblicua de consolidar poder económico, sino que su nacimiento era posible merced al esfuerzo de convencidos adeptos, que participaban activamente de la causa de lo que el medio vendría a tutelar.
Que lejos estamos cuando vemos a algunas publicaciones sin aparente coloración partidaria- en su momento baluartes en defensa de la libertad- que adquiridas por inversores ávidos de consolidar su poder en nuestra plaza, no disimulan su obstinada monotonía en hostigar a grupos parlamentarios que suponen adversos a sus intereses. Para ellos todo vale sin medir consecuencias. Hasta ventilar chabacanas conversaciones de boliche que puedan generar escándalo y discordia…!
Honoré de Balzac es el fundador de la novela naturalista moderna, y ocupa un sitial de relevancia en la creación de un nuevo género literario de honda crítica social.
Con motivo de su prematura muerte, en una sentida oración fúnebre, Víctor Hugo afirma…”El nombre de Balzac ha de asociarse al rastro luminoso que nuestra época dejará en el futuro…”
Es evidente que el creador de La Comedia Humana nos brinda un minucioso friso de su tiempo, esculpido sin escatimar los detalles de las sordideces humanas, que afloraban en una época que ya había perdido los valores tradicionales y esbozaba el culto del dinero como suprema lex. Una suerte de prólogo de lo que con mayor rigor materialista padecemos en nuestros días.
Papá Goriot o Eugenia Grandet -para citar sólo dos de sus obras más conocidas- relatan con meticuloso realismo, ese mundo sórdido de miserables avaros, que amasaron su fortuna en la usura o en la especulación, y perdieron todo atisbo de sensibilidad por el prójimo. Lo que no quita que el matizado talento creativo de su autor permitiera hacer surgir alguna flor en el pantano…
Se podría decir que en la configuración de esta vasta crónica social, Balzac desarrolló una exigua labor de periodista profesional. Y al igual que Chesterton – también escritor periodista- sintió desconfianza por algún uso indebido de esa noble profesión que a ambos los consagró como exitosos escritores.
En Las Ilusiones Perdidas, Balzac realiza un descarnado relato de los oscuros intereses mercantilistas que movían a las publicaciones periodísticas en ese entonces. En un arrebato de apasionamiento llegó a generalizar:
“Si la prensa no existiese sería preciso no inventarla…”
Resulta extraño que un pensador tan sensible para retratar y difundir la injusta realidad social de la que fue testigo, solo pensara en los grandes medios adquiridos para manipular intereses espurios y lanzara una anatema tan avinagrada.
El nadólogo que él asociaba como símbolo de la vulgaridad dominante de aquella Francia burguesa, operó – y continúa operando- desde todos los escaños de la sociedad cuando se impone como único derrotero el logro económico.