La Federación Uruguaya de Aeroclubes (FUDA) reúne a 25 instituciones de todo el país que buscan contagiar la pasión por volar. Aunque cambios en las reglamentaciones y falta de incentivos han golpeado a una actividad que tiene más de un siglo de historia en nuestro país, Jorge Radi, presidente de la asociación aseguró a La Mañana que “es difícil quitar las ganas de volar” e hizo énfasis en el vínculo con la sociedad
Volar ha sido una de las más grandes conquistas de la civilización moderna. El surgimiento de los aviones y su posterior desarrollo han sido el puntapié inicial para un cambio en la forma del transporte, de la defensa e, incluso, del disfrute. Los pies se despegan del suelo, la vista se vuelve panorámica y las posibilidades parecieran ser infinitas. Fue a comienzos del siglo pasado cuando los hermanos Wright, a ojos de sus contemporáneos, lograron ganarle la batalla a ley de gravedad. Pero lo cierto es que detrás de ello hubo métricas, ingeniería, métodos, física. La realización del primer vuelo aéreo a motor en Estados Unidos generó el comienzo de una nueva etapa y apenas una década después, la apertura de un Aeroclub en Uruguay –una de las primeras en su tipo en el mundo-. Es que desde el año 1913 nuestro país cuenta con una asociación sin fines de lucro que promueve la práctica, la enseñanza y la difusión del vuelo con fines deportivos y de entretenimiento, así como el fomento de la aviación en general.
Desde entonces y hasta hoy, han surgido otros aeroclubes en el país, haciendo que a la fecha sean 25 las instituciones que ponen, a disposición de la población, lo que fue el sueño de la humanidad: volar. En cada rincón del país se encuentra una oportunidad para hacerlo. Los aeroclubes del país están distribuidos en Artigas, Salto, Paysandú, Guichón, Fray Bentos (especializado en lanzamiento de paracaídas), Mercedes, Cardona, Colonia, Nueva Helvecia, San José, Canelones, Montevideo, Rivera, Tacuarembó, Paso de los Toros, Durazno, Florida, Rocha, Punta del Este, Treinta y Tres, Melo, Minas y Flores. Entre ellos, conforman la Federación Uruguaya de Aeroclubes (FUDA), una institución surgida en el año 2015 frente a los cambios en la normativa latinoamericana del sector que lleva como bandera contagiar la pasión por los aires a los uruguayos en general.
Aunque es poco sabido, todos los aeroclubes y los pilotos civiles son, de alguna manera, reserva de la Fuerza Aérea Uruguaya en caso de guerra o catástrofe. Tal fue así en las inundaciones del año 1959, cuando se utilizaron los aeroclubes como puentes aéreos debido a que el agua no daba paso. En el comienzo de la pandemia, además, se puso a disposición 50 aviones en orden de vuelo, reunidos entre los distintos aeroclubes del país, que fueron ofrecidos al Ministro de Defensa Javier García para el traslado tanto de personas como de exámenes PCR de un lugar al otro.
El acercamiento con la sociedad
Los aeroclubes son instituciones sin fines de lucro. Más allá de la Fuerza Aérea, los son una especie de escuela pública donde se puede aprender a volar de forma civil.
En los vuelos de paseo, que se fomentan a lo largo y ancho del país, los pilotos trabajan de forma honoraria, por lo que las personas abonan un costo simbólico para cubrir los gastos del avión. Los aeroclubes también brindan la posibilidad de ser piloto por un día. Además, llegan a niños de escuelas, ONGs e INAU que viven su primera experiencia en los aires. Sin embargo, en el último tiempo han dejado de percibir ayudas estatales para su financiación, lo que hace que esta iniciativa sea cada vez más difícil de solventar, indicó en entrevista con La Mañana Jorge Radi, presidente de FUDA, quien se refirió a los desafíos que enfrentan las instituciones de este tipo tanto en el desarrollo de su actividad como en su vínculo social. “Es el mejor regalo que podemos dar a los niños. Si pudiéramos multiplicar lo que hacemos, lo haríamos. Lamentablemente, por un tema de costos, no podemos. Hasta el año 2005 los aeroclubes eran subsidiados por el gobierno en lo que concernía al mantenimiento y reparación de motores. A partir del año 2005 todo eso fue cayendo hasta un nivel mínimo. Hoy, prácticamente es nada”, dijo.
De menos a más, pero levantando vuelo
Y es que la actividad aeronáutica civil tiene sus propios desafíos. “El Uruguay ha venido de más a menos. Hoy hay algo más de 200 aviones en orden de vuelo, cuando en los años ’80 eran entre 1000 y 1500. Las restricciones han sido tantas que la gente ha vendido sus aviones, pero ahora hay una nueva ola de resurgimiento. Hay operadores que están comprando aviones nuevos (adquirir un avión pequeño puede costar como un auto de alta gama, pero existen opciones de ultralivianos o deportivos más económicos) y eso que no tenemos una aerolínea. Cuando estaba Pluna la gente estaba más motivada”, indicó Radi.
Pero, son las nuevas normativas del Reglamento Aeronáutico Latinoamericano (LAR) las que generan preocupación. “Las nuevas reglamentaciones LAR son bastante restrictivas y hubo una gran desmotivación por parte de muchos operadores. Pero igualmente, es muy difícil quitarnos las ganas de volar”, aseguró Radi.
De hecho, fue la implementación de la normativa la que impulsó el surgimiento de FUDA en el año 2015. “A nuestro modo de ver estaba mal interpretada por parte de las autoridades la normativa y nos vimos amenazados ante esto”. Este hecho, junto con la falta de ayudas, hace que despegar cueste más. “Uruguay es un país muy lindo para volar por su geografía. Ojalá el futuro sea más prometedor que el que hemos tenido hasta ahora, pero le estamos poniendo garra para que se dé vuelta la situación en la aviación. Sería necesario la flexibilización de las normas y que se brinde algún incentivo”, indicó.
Respecto a las personas que se reúnen hoy en torno a la actividad mencionó que, para tener una idea, el Aeroclub de Uruguay nuclea alrededor de 100 personas. Mientras que un aeroclub del Interior puede convocar a 50 personas, más allá de quienes se acercan los fines de semana para tener una experiencia de vuelo. Actualmente llegan más personas jubiladas que hoy, con mayor tiempo libre, lo toman como un esparcimiento. También se acercan muchos chicos jóvenes que aspiran a volar en el exterior.
Enfrentarse a lo desconocido
El miedo a la primera experiencia de volar es normal, pues se va a lo desconocido. Sin embargo, Radi hizo énfasis en que volar en avión es más de un 99.9% seguro, y que hay estadísticas que señalan que el avión es 300 veces más seguro que la moto, 45 veces más que el auto y 15 veces más que andar a pie.
Además, en Uruguay todos los aviones cuentan con un programa de mantenimiento que se debe cumplir, el que la Dirección Nacional de Aeronáutica se encarga de controlar. Asimismo, todos los operadores que tienen pistas (ya sean duras o blandas) están registrados en la Dirección Nacional de Aviación Civil. Al momento, son cerca de 100 y todas ellas, subrayó Radi, están en excelente estado. De todas formas, para aprender a volar no es necesario contar con un avión, sino acercarse a una de los 10 aeroclubes certificados y solicitar una reunión. “Queremos que la gente sepa que los aeroclubes están de puertas abiertas a la sociedad”, resumió Radi.
Para más información de los aeroclubes se puede ingresar a Instragram.com/fuda.uy
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