Pertenece a una familia de larga tradición en la herrería y conoce de primera mano el desarrollo de la industria siderúrgica en el país. En entrevista con La Mañana, Gabriel Murara consideró que la posibilidad de establecer acuerdos de libre comercio debe contemplar especialmente las condiciones actuales de competitividad de la economía nacional y prever una legislación adecuada frente a prácticas comerciales desleales, para evitar la afectación del tejido de pequeñas y medianas empresas de la industria manufacturera.
¿Cómo es la historia de su familia en el ramo siderúrgico y metalúrgico?
Desde mi abuelo hasta acá hemos tenido varias adaptaciones y cambios. Él empezó con una herrería de obra cuando llegó de Italia en el año 1927. Durante la Primera Guerra Mundial, en la que peleó por el Imperio Austrohúngaro, se defendió mucho con toda la parte de hojalatería y cuando vino a Uruguay siguió con lo mismo. Luego ya con la empresa consolidada, se puso el tren de laminador con un grupo grande de gente de la cámara de herrería y después vino el desafío de seguir con el proceso y en el camino de los treinta socios quedaron muy pocos por diferentes motivos.
La empresa Raltur S.A. era de mi padre con unos socios y cuando él se estaba retirando, mi hermano y yo que teníamos una importadora llamada Tiscor S.A. de productos siderúrgicos-metalúrgicos que no se producían acá en Uruguay como chapas planas, caños, vigas, le compramos el local y juntamos el mercado de ambos. Hemos pasado momentos difíciles que logramos superar, pero allí pienso en los problemas que tuvo mi abuelo subiendo a un barco sin saber adónde iba y no nos podemos a quejar. Nos dejó un legado económico y de trabajo.
¿En qué momento se desarrolla la industria siderúrgica en el país?
Yo entré en la empresa familiar en el año 1974 y en aquella época estaban las firmas Inlasa, Laisa y Raltur. La que estaba fundiendo haciendo materia prima en aquella época en principio era solo Inlasa, después Laisa trajo un horno y luego nosotros también pusimos un horno y una colada continua en el año 1982. A partir del año ’80 empezamos a tener hornos eléctricos con electrodos, uno de los pocos países en el mundo que fundía toda la chatarra con horno eléctrico y colada continua, lo más moderno que había en ese momento.
Ahí hay un inicio del 100% de la producción nacional de barras en el tema siderúrgico y semi-integrado, porque antes se importaba la palanquilla. Se reciclaba todo lo que estaba en el país que era mucho. El ferrocarril y el puerto eran grandes generadores de buena chatarra porque era pesada, que acá en Uruguay no hay. El Tacoma, por ejemplo, aquel barco que era apoyo del Graf Spee, se chatarreó y transformó en varillas. Y hoy sigue siendo mucho lo que se recicla porque entran 5 o 6 mil toneladas de chatarra por mes al horno, aunque es mucha lata, mucha chatarra liviana, de mucho costo de procesamiento.
Se ha anunciado una licitación para el retiro y desguace de embarcaciones que están hundidas en el puerto de Montevideo. ¿Siguen este asunto con atención?
Es muy caro sacarlos porque hay que arrimarlos a puerto, desguazarlo en parte ahí, y eso precisa mucha mano de obra y oxicorte. Nosotros lo evaluamos varias veces, pero hay otro problema más, que no sé si se solucionó, y es que los barcos no son nacionales, entonces primero hay que nacionalizarlos para poder venderlos y cortarlos después.
La industria siderúrgica nacional fue hacia un sistema integrado. ¿Cómo fue ese proceso?
En noviembre de 1992 se remata Inlasa y de los tres hornos que había produciendo quedamos dos, Gerdau Laisa y el nuestro. A su vez, unos años antes el Ministerio de Industria había traído a unos ingenieros suecos que hicieron un análisis del sector donde hacían varias recomendaciones en cuanto a que el país no podía tener tres trenes de producción andando porque era anti-económico y que se debía tener un solo horno de producción. En base a ese estudio fuimos tratando de cumplir esos pasos, se concentró toda la materia prima en el horno de Laisa y nosotros empezamos a especializarnos en perfiles y ellos en redonda. Hubo ahorros importantes de costos y nos fortaleció como sector. Además, aprendimos a trabajar al lado de una empresa multinacional con objetivos que no son los habituales de uno o dos años sino mirando diez años para adelante.
En cuanto a la actualidad del sector, ¿cómo lo definiría?
Cuando empieza la pandemia veníamos con un mercado muy estable y más bien a la baja. En marzo de 2020 yo estaba en la presidencia de la Cámara de Industrias y nadie sabía qué iba a pasar. Nosotros en la empresa armamos por las dudas un presupuesto con el 40% de lo que habíamos vendido, tuvimos que mandar gente al seguro de paro a la cual le compensamos el salario para que no tuvieran pérdidas, pero era un costo importante. Nos preparamos para lo peor, pero la realidad es que pasó marzo y vendimos el doble de lo que pensamos, luego en abril lo mismo y a partir de mayo empezó un aumento en el consumo muy importante, que se mantuvo prácticamente hasta ahora, sobre todo por la construcción y la industria. A finales de 2020 empieza un boom de los precios de los commodities, como el acero, que fue otro empuje más para la empresa, que vivió uno de los mejores años de su historia.
Ahora uno nota que la situación empieza a cambiar. Primero porque acá en Uruguay las obras grandes se están enlenteciendo porque están casi prontas como UPM o el ferrocarril. Estamos muy esperanzados en la obra pública, en puentes y carreteras. Pero igual estamos en un buen mercado comparado con 2018 y 2019, a pesar de que los precios en el mundo ya han tenido una baja del 20 o 30%. Era esperable porque esto siempre es cíclico.
De alguna manera el contexto internacional ha favorecido a la industria nacional. ¿Es así?
La realidad es que Uruguay se ha beneficiado y muchas industrias han podido seguir sin problemas, es mi impresión, justamente por los precios de los commodities. Porque si uno analiza los costos uruguayos, y más en el caso nuestro que tenemos cerca de un 90% de valor agregado, no se explica. Tenemos un tipo de cambio que no ha acompañado los fundamentos de inflación como en países donde el dólar ha subido. El dólar acá bajó y cuanto más valor agregado tenés, más producción en pesos, más caro estás en dólares y más te debilitás frente a la competencia importada. Mucha gente dice que el dólar le sirve a los exportadores, pero para el mercado interno con valor agregado también sirve y se genera mucha mano de obra. Si miramos los precios tenemos energía eléctrica cara, combustible caro, lo mismo el gas, tipo de cambio que afecta el costo salarial, y no quiero decir que el salario esté muy alto, pero comparado en dólares con Brasil estamos 3 a 1 más o menos en el mismo rubro. Hoy los precios internacionales y la logística nos vienen ayudando, porque traer una tonelada de acero de China cuesta 400 dólares de flete cuando el producto vale US$ 900 o US$ 1000. El tema es cuánto va a durar esta situación.
Hay un punto en el que la industria siderúrgica hace énfasis y es su aporte medioambiental por la capacidad de reciclaje. ¿Cómo valora esta dimensión?
Yo con los años me enteré que estaba en una industria circular y sustentable. Porque si bien el horno cuando funde tiene un proceso por el cual larga polvos, que son sobre todo mugre que se concentra, se ordena y recoge, si no tuviéramos este tipo de industria la chatarra no tendría mercado en su mayoría porque el transporte al ser de poco peso específico por su calidad, el flete es muy caro y estaría tirada por todos lados, en arroyos o enterrada. Mientras que acá se funde absolutamente todo lo que entra por día. El acero hoy lo sacás y se vuelve a fundir en el horno y se producen nuevamente varillas. Eso para la calidad de acero que usamos en Uruguay, porque para la industria automotriz, por ejemplo, conviene usar mineral o pellets de hierro.
En noviembre se realizará la cumbre de Alacero (Asociación Latinoamericana del Acero) en la ciudad mexicana de Monterrey. ¿Uruguay participa de estas instancias? ¿Cómo se proyecta la industria a nivel regional?
Nosotros históricamente vamos a los congresos de Alacero, inclusive se hizo uno Punta del Este en 1976. Alacero reúne empresas latinoamericanas principalmente pero también van de todos lados, inclusive traders. Es un buen punto de encuentro con productores de toda América y con muchas reuniones técnicas.
Hay que ver cómo ha caído la producción europea de acero y cómo ha crecido la de China, es impresionante. China hoy tiene más del 50% de la producción mundial, entonces para exportar ellos dan devoluciones cuánto más valor agregado tiene el producto. Ahí es donde Uruguay tiene un talón de Aquiles enorme para esta y otras industrias, y más si pretendemos entrar en un TLC. Acá vos presentás una denuncia anti-dumping y te puede demorar hasta cuatro años y en el interin si la empresa no tiene una espalda fuerte no aguanta. Tenemos un caso que empezó antes de yo asumir en la CIU en 2017, con la anterior administración y siguió con esta un año y medio más, respecto a un producto que vos ibas al mercado interno chino y costaba US$ 110, pero acá lo importaban CIF a US$ 35. En Argentina estos temas demoran 60 días en resolverse. Yo entiendo lo de los tratados y que hay productos que los necesitan, pero tenemos que ser cuidadosos sobre la competencia desleal.
¿Estos temas deberían contemplarse en la negociación de un eventual tratado de libre comercio?
No hay más remedio. Tenemos un país que es caro en energía, que tiene un tipo de cambio planchado que hace encarecer lo salarial, somos los terceros en América Latina con más empleados públicos.
La Cámara de Industrias divulgó un informe con aportes para el estudio de factibilidad del TLC con China en el que subraya la importancia de tener un “plan de competitividad para la industria”. ¿Esto es válido para cualquier otro acuerdo de libre comercio, por ejemplo, pensando en Turquía?
Turquía es uno de los países que más ha devaluado en el mundo, entonces ya arrancás con una enorme diferencia, porque tienen además una muy buena industria, de buena calidad y buenos productos. Hay que preparar al país. Lo dijo el otro día Conrado Ramos (NdeR: director de la Oficina Nacional del Servicio Civil) de que no estamos en condiciones de abrirnos con esta burocracia. En el caso de China estamos hablando de la segunda potencia mundial después de Estados Unidos. Yo no estoy hablando de protección, sino de reglas claras porque si un producto vale 110 en origen no puede venir a 35 para Uruguay.
Respecto al acero hoy China no es un problema sobre todo por los fletes, pero en el acero se aplica mucho dumping y tenemos que tener una política ágil y de rápidas decisiones. Entonces se necesita primero preparar al país y segundo tener leyes claras y ágiles para defendernos de prácticas desleales de comercio.
¿Cómo lo analiza desde el punto de vista de la certificación de calidad?
La calidad es otro tema importante porque acá se exige el cumplimiento de normas de calidad, pero lo que viene de afuera también debe poder controlarse con laboratorios acreditados, no con cualquier certificado. La ministra Arbeleche se comprometió públicamente en mayo a bajar del 1,5% a 0,5% el precio para analizar los productos de alimentos importados. Eso es una cosa, pero lo grave es la disminución de los muestreos y análisis. En el LATU sabemos que hay un 10% o 12% de productos rechazados. Cualquier producto de esos, te puede generar un problema importante. Nosotros estamos solicitando para que se siga analizando el 100% de lo que se importe. Estamos hablando de mantener una política sanitaria para la población.
¿De qué manera hay que evaluar el impacto que pueden tener los acuerdos de libre comercio frente a la pequeña y mediana empresa? ¿Cómo se refleja en el sector industrial?
Te lo resumo en que el 95% de la Cámara son pymes e industrias manufactureras y donde más puede afectar. Escucho que se dice que la industria cárnica y otras pagan más de US$ 200 millones para exportar y concuerdo que hay que buscar acuerdos para eso, pero ese arreglo no puede significar un costo de US$ 400 millones por afectación de las pymes. Si no tenés control de la calidad y precio de los productos, puede pasar.
Otra cosa que analizamos es que en los acuerdos de los países que tienen TLC con China no se bajaron todos los aranceles si ven que es sensible para ellos y no lo van a hacer con Uruguay tampoco. Si no me equivoco uno era la lana, que en todos los tratados tiene un arancel alto.
¿Cómo es el panorama laboral y de la educación en el aspecto productivo?
Venimos con una negociación de ley colectiva hace doce años en los que estamos fuera de lo que dice la OIT. Yo creo que ayudaría a la parte laboral, porque vos hacés un convenio hoy con estos precios internacionales, pero en tres años eso cambia y tenés que tener la ultra-actividad que dicen los convenios, si se puede o no seguir. Acá todo es a rajatabla. La OIT ha instado al gobierno a cambiar la ley, primero en el gobierno de Mujica, después en el de Vázquez y ahora con Lacalle. Estamos con este problema en la tercera administración ya y es algo necesario.
Por otra parte, la educación es fundamental. Tanto en la industria siderúrgica como en otras industrias tenés que tener gente más capacitada, porque los equipamientos que vas recibiendo son cada vez más computarizados. En un momento Inefop servía mucho porque ayudaba a capacitar, hoy yo no lo estoy usando, pero lo hicimos en su momento. Son los organismos que se precisan por la rapidez que tienen, como la UTEC también. En el LATU se firmó un convenio con Newlab para capacitación, también con Microsoft está muy avanzado. Todo esto va ir ayudando a mejoras y capacitación.
El Círculo Trentino de Montevideo
Murara es el presidente desde abril pasado, del Círculo Trentino de Montevideo, que se fundó en el año 1946 en el barrio La Teja, por la necesidad de los inmigrantes de aquella época de tener un lugar para reunirse y hacer vida social. También surgieron otros círculos en distintas ciudades del país. “Fundamentalmente eran trentinos pero no quiere decir que otros italianos no se acercaran. Ahora se está tomando otro rumbo porque estamos los descendientes de aquellas generaciones, entonces hay varias comisiones de cultura, de eventos, de viajes, de gastronomía y se trata de mantener los valores, costumbres y tradiciones de aquellos inmigrantes que tanto aportaron a nuestro país, tanto en lo cultural, arquitectónico, como en otras disciplinas, de manera amigable con la gente”, señaló Murara.
“Se hizo el 26 de junio el Día de la Polenta que se sirvió con goulash, que la gente dice ‘es alemán’ pero en realidad es de la zona, es también austríaco e italiano. Igual que el postre que fue el strudel junto al tiramisú. Hay un coro propio, un conjunto de baile y pasamos momentos muy entretenidos con el karaoke. Estaban presentes funcionarios de la embajada de Italia, el Presidente de la Cámara Uruguaya- Italiana el Ec. Carlos Sténeri, también el Consejero del CGIE Arq. Aldo Lamorte y cerca de 200 personas. Ahora estamos con algunos proyectos nuevos de cultura, gastronomía, viajes a las raíces y siempre los cursos de italiano”, agregó.
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