En un mundo marcado por diversos conflictos y guerras, esta Navidad trae un mensaje de paz y de fraternidad. “Estamos llamados a vivir como hermanos y no como enemigos”, afirmó el cardenal Sturla en una extensa charla con La Mañana. El arzobispo de Montevideo destacó la importancia de esta fiesta para la Iglesia y llamó a encender la “brasa” de la fe de cada persona, aunque admitió que se ha perdido, en parte, por el éxito de la secularización.
En nuestra realidad tan secularizada, ¿hay lugar para la fe o la Navidad pasa más por ser el “Día de la Familia”?
La Navidad es la fiesta más popular de las fiestas cristianas en Uruguay, porque otras fiestas cristianas, como la Pascua, no se tienen en cuenta, y Semana Santa está empatada con Semana de Turismo. En cambio, nadie dice “Día de la Familia”, la gente celebra Navidad. El tema es tratar de darle contenido y desde hace años venimos organizando el programa Navidad con Jesús para revitalizar el sentido cristiano de la Navidad y poner de vuelta a Jesús en el centro de la fiesta frente al desplazamiento que le hace Papá Noel, una figura de tipo comercial. Nosotros queremos que se tome conciencia de que lo que se celebra es el nacimiento de Jesús.
Hace unos años aparecieron las balconeras, un fenómeno que fue creciendo año a año, se pudieron apreciar nuevos diseños y algo que comenzó en Montevideo se trasladó a todo el país. ¿Cómo surgió esa idea y cómo ve su evolución con el paso del tiempo?
Surgió en 2017. Fue una idea que se me ocurrió a partir de que una vez en una casa en Montevideo vi una balconera de Navidad y pensé: “Qué bueno sería poder propagar esto”. Llevó su tiempo porque hubo que buscar el modo de hacerlo y que fuera un producto barato. Queríamos que mucha gente pusiera su balconera de Navidad y el primer año fue muy impactante, sobre todo en algunos barrios de Montevideo, en la rambla se veían muchísimas y eso causó un impacto muy grande que tuvo resonancia en la prensa. En los años siguientes hubo muchas, más dispersas, en toda la ciudad y en todo Uruguay. Creo que ha sido muy positivo. En el programa Navidad con Jesús también está rezar el rosario de la aurora en la novena de la Inmaculada en distintos puntos de la ciudad; hacer un gesto solidario por parte de las personas o de las familias; llevar al Niño Jesús del pesebre a ser bendecido en las iglesias; y hacer la oración en familia, porque se ha perdido la tradición de la misa de Navidad y de rezar en estos tiempos.
¿Por qué cree que se ha perdido esa tradición?
Es parte de la secularización del país, que ha sido muy exitosa, y hay un componente del comercio con la figura de Papá Noel, que es muy atractivo, que está muy bien pensado. Es una deformación de un santo católico, Santa Claus, pero tomado por una empresa y transformado en un personaje que desplaza al Niño Jesús del centro.
¿Cree que a partir de las balconeras la gente está más propensa a mostrar su fe públicamente?
Es una invitación a hacerlo, que, además, si bien ha sido algo positivo, a algunas personas les puede haber molestado. Si ponemos una bandera del cuadro de fútbol de nuestra simpatía, eso no se encuentra mal. Si se pone algo político, ya eso trae un poquito más de resquemor. Pero lo religioso también, si bien mucha gente lo ha hecho, me consta que en algunos edificios, por ejemplo, se ha dicho: “Acá no se pueden poner signos religiosos”. Creo que es un error, porque se expresa de distintas formas lo que uno vive y cree, y también lo religioso tiene su lugar en el espacio público porque es parte de la vida de las personas expresar lo que viven espiritualmente.
¿Con la situación internacional actual hay lugar para la alegría y la esperanza que trae la Navidad? ¿Cómo vive la Iglesia los graves conflictos mundiales del presente?
La Navidad siempre es un mensaje de paz y de fraternidad. Está esa famosa película que hace referencia a un episodio de la Primera Guerra Mundial, cuando era la guerra de trincheras y en el canto de “Noche de paz, noche de amor” fueron cantando de un lado y del otro de las trincheras entre alemanes y franceses, y al final hubo un encuentro donde dejaron las armas y ambos grupos cantaron la canción. Precisamente, en un momento de guerra, de conflicto, es importante ese alto que nos lleva a que Dios está con nosotros, somos sus hijos y por lo tanto estamos llamados a vivir como hermanos y no como enemigos.
Obviamente, pienso en las familias ucranianas, por ejemplo, el dolor que están viviendo es muy grande y además es una guerra entre pueblos de tradición cristiana, tanto el pueblo ruso como el ucraniano, más allá de lo que ha sido el comunismo, sobre todo en Rusia, que ha tratado de extirpar la fe del pueblo. Distinta es la situación de la Tierra Santa, pero, precisamente, en la tierra que vio nacer al Hijo de Dios es donde siempre hay un conflicto armado, y si bien esas personas no comparten en su inmensa mayoría la fe cristiana, también hay cristianos allí. Uno piensa que este mensaje que resonó por primera vez en esa tierra, ojalá pueda ser un motivo de esperanza.
En un mundo lleno de desafíos, ¿cómo podemos encontrar esperanza y renovación, sobre todo, en esta época?
Hay una cosa muy linda que dice el papa Francisco, que la paz es artesanal, se construye con el aporte personal de cada uno, no se fabrica en serie. Esto nace en el primer ámbito que tenemos, que es la familia. Sabemos que también en las familias hay conflictos, dificultades, peleas y es allí el lugar de educación para la paz. Ojalá se pueda partir de eso tan sagrado que es la niñez, el respeto en el ámbito familiar y eso ya sienta las bases para una convivencia en paz.
Los uruguayos tenemos que estar agradecidos, porque si bien hay violencia y este año ha habido muchos femicidios, asesinatos en las cárceles y situaciones de violencia en las calles, podemos decir que aun con estos elementos vivimos en una sociedad pacífica y la inmensa mayoría de la gente lo que quiere es la paz.
¿Cómo encuentra esta Navidad a los uruguayos?
A veces somos un poco negativos de la mirada sobre nosotros mismos, y asomarnos al mundo en el que vivimos nos tiene que hacer conscientes de las enormes gracias que tenemos, es decir, vivimos en una democracia plena, no hay violencia política, no hay violencia social, salvo la que puede provocar la delincuencia o el narcotráfico. Si bien tenemos problemas, podemos decir que Uruguay está en una situación mejor que en otros años, mejor que otros países. Se dice mucho, y yo creo que es así, que este es un país de cercanías, tenemos naturalmente una tendencia a la solidaridad, a ser cercano con el otro, también por el hecho de ser pocos. Tenemos mucho que hay que cuidar. El año que viene es año electoral y por ahí se crispan los nervios y hay acusaciones que pueden ser algunas ciertas, pero muchas veces infundadas, entonces hay que cuidar lo que decimos y saber que a este país lo sacamos adelante entre todos.
Hablaba de la violencia generada por el narcotráfico y la delincuencia. ¿Preocupa esto en la sociedad en la que vivimos?
Preocupa mucho y la clave es que no siga creciendo. En los barrios ha habido un crecimiento importante del microtráfico de drogas y la pelea por las bocas y todo lo que eso conlleva. Hay un accionar del Gobierno que busca dar solución a esta situación, pero es un problema muy difícil de abordar. Eso ha cambiado la realidad de algunos de nuestros barrios y ha complicado la situación fuertemente. Es un problema de múltiple abordaje, porque si existe el narcotráfico es porque la gente se droga. ¿Por qué es que se llega a ello? Nosotros como Iglesia tenemos más de una experiencia, pero una a la que he estado muy cercano es la Fazenda de la Esperanza, que marca cómo la droga llega a deshacer a una persona, a dejarla en una situación deplorable física, mental y psicológicamente, pero también cómo, si hay un mínimo de voluntad y posibilidades de atención, es recuperable, y si bien es portadora de una enfermedad muy difícil de curar totalmente, puede llevar una vida normal si logra dominar la adicción y dejarse ayudar. Pero de fondo hay un problema espiritual, de insatisfacción, de problemáticas familiares. A veces es la moda, el hecho de probar, que en un adolescente tiene su peso. El gran problema de Uruguay, más allá de los problemas económicos y sociales, es la falta de sentido de la vida. Muchos no tienen razones para vivir por el materialismo, la secularización.
Uruguay de hecho tiene una tasa muy alta de suicidios.
Ese es uno de los emergentes de este Uruguay. A eso le uno la falta de crecimiento demográfico y la sombra del proyecto de ley de eutanasia que, como dice un libro que escribió Miguel Pastorino, “no es lo que parece”, porque parece que fuera un derecho de la persona para ser más libre, pero en el fondo es una sombra oscura sobre el sentido de la vida y por lo tanto también una amenaza a la vida humana.
Decía que ha percibido el crecimiento del microtráfico en los barrios. ¿Esto ha afectado el ingreso o participación de la Iglesia en estos lugares?
Hace poco me contaron que una persona fue asaltada por un chico que estaba drogado en la puerta de una iglesia, por ejemplo. Eso crea una inseguridad que es la sensación que en muchos barrios existe y eso corta la participación en la vida social y por ende en actividades que la Iglesia puede ofrecer.
¿Cuál es el mensaje central que le gustaría transmitir a la comunidad en esta Navidad?
Por todas las circunstancias que vivimos, el mensaje es el Dios que trae la paz. Dios trae la paz al corazón humano, al corazón de las sociedades, al corazón de las naciones. Y ese Dios que trae la paz está en el Niño Jesús, el Hijo de Dios, príncipe de la paz, que como tal es saludado por los ángeles. Es muy importante para nosotros al encarar un nuevo año, que es un año de decisiones en Uruguay, pensar en la paz, que realmente es una construcción artesanal a la que todos estamos llamados a colaborar.
¿Qué actividades se van a realizar en estos días?
Ya celebramos la novena de la Inmaculada. Lo que vamos a hacer ahora es invitar fuertemente a llevar al Niño Jesús del pesebre a ser bendecido, eso tiene un sentido que es que las familias armen el pesebre, porque muchas arman solo el arbolito. Después, hay muchos conciertos que se hacen en parroquias, hay muchas actividades de tipo cultural, musical, villancicos. Y, por supuesto, estarán las misas de Nochebuena y de Navidad en todas las parroquias de todo el país.
Habitualmente, ¿dónde pasa usted la Navidad luego de que finalizan las celebraciones litúrgicas?
Nosotros hacemos la misa de Nochebuena y después durante años se hizo la cena con la gente que está sola en el atrio de la catedral, pero desde la pandemia lo que hacemos es repartir canastas a las personas y hacer una oración. Ha sido muy difícil volver a la cena de Navidad porque el ambiente que se forma en Ciudad Vieja esa noche es complicado.
¿Cómo pueden los miembros de la comunidad participar o contribuir con estas iniciativas sociales?
En la catedral se reciben panes dulces, turrones, que se entregan en esa canasta que se reparte el día de Navidad, más allá de que algunas empresas ayudan con la comida. Hay otras parroquias que también lo hacen. Bienvenida la gente que pueda colaborar.
En un mundo cada vez más secularizado, ¿cuál es la importancia de mantener la fe y cómo puede impactar positivamente en la sociedad?
La fe cristiana impregna la cultura de una sociedad, de hecho, muchas de las cosas que el occidente ha vivido han sido fruto de esa amalgama del cristianismo con lo mejor de la tradición grecolatina y donde hay una presencia cristiana se hace cultura. Pensemos en el flujo positivo que tiene una obra católica como puede ser una parroquia, un colegio, una obra social, eso crea una realidad nueva en las personas porque el ideal es que piensen y actúen desde su fe cristiana y eso es lo que ha llevado a tantas cosas positivas en el mundo que tocan la dignidad de toda persona.
¿Cómo puede la fe inspirar acciones solidarias y ayudar a las personas a enfrentar los desafíos y esa crisis de valores de la que hemos hablado?
Hay un tema que es parte de esa falta de sentido de la vida que tiene que ver con las personas que se sienten solas, que se sienten no amadas, no queridas, y lo que aporta la fe cristiana es decirle a cada uno: “Tú valés, no por lo que tenés, no por las cualidades que puedas tener, sino como persona, porque sos querido por Dios que es amor y que te ha pensado, te ha dado la existencia, te acompaña a lo largo del camino y te espera al final”. La fe da sentido a la vida y ayuda a las personas a sentirse amadas. El amor es lo que mueve la existencia y por lo tanto es lo más importante que la persona puede vivir.
En la Fazenda de la Esperanza muchos chicos habían tenido experiencias muy fuertes de desolación, de estar muy mal, y la fe les dio el motor para salir adelante. De algún modo fue lo que vivió el padre Cacho, que, como él mismo decía, no se propuso ir a anunciar a Cristo, sino a encontrar a Cristo en los más pobres, pero su testimonio de vida fue tan luminoso que hizo que la gente encontrara un sentido a la existencia y un motor para salir de sus situaciones de miseria, en muchos casos, a una vida más digna, a viviendas mejores, a reconocer que lo que ellos hacían, el “requeche”, era un servicio social que era ser clasificadores. Todo eso tuvo un impacto en la dignidad de estas personas que brotaba de la fe.
¿Qué consejo daría a aquellos que buscan encontrar un significado y un propósito en una fecha tan significativa como la Navidad?
Muchos en Uruguay tienen como una brasita todavía encendida, pero que está ahí, luchando entre que se enciende o se apaga, entonces, hay que arrimar alguna leñita a esa brasa encendida de la fe para encontrar el sentido de la Navidad y así encontrarse con Dios, que es quien puede realmente transformarse en un motor para salir adelante.
Un gran fruto que dejó 2023 y las expectativas para el próximo año
Este año que culmina, para la Iglesia católica estuvo muy marcado por la beatificación de monseñor Jacinto Vera, el primer obispo uruguayo. Este hecho “fue un impulso de vida muy fuerte por lo que significa tener como primer obispo a un beato reconocido por la Iglesia y por lo que representó la celebración de la beatificación, que fue como un descubrir la Iglesia viva. En un día lluvioso, medio feo, la gente llenó la Tribuna Olímpica. Eso ha sido un fruto muy grande de este 2023”, reflexionó el cardenal Sturla.
Finalmente, en lo que respecta a las expectativas para el año próximo, sostuvo que es posible que el papa visite Uruguay, y destacó que la Iglesia deberá prepararse para otro año santo que va a ser en 2025. “Cada veinticinco años hay un año santo en toda la Iglesia universal, y entonces el año que viene va a ser de preparación para un buen año santo que esperemos que dé muchos frutos”, vaticinó el entrevistado.
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