En las alturas de Minas, donde los cerros abrazan el cielo, la Virgen del Verdún se alza como guardiana de la esperanza y la devoción. Su santuario, testigo de fe y tradición, acoge cada año a miles de peregrinos en una jornada de encuentro, reflexión y gratitud hacia la Santísima que ilumina los corazones y guía los pasos de aquellos que buscan su protección y consuelo.
Recortando el horizonte, allá en lo alto, la figura de María Santísima custodia una ciudad enmarcada por los cerros. Sitio de descanso y de entrega, la Virgen del Verdún reúne cada 19 de abril a más de sesenta mil personas entre fieles, simpatizantes y curiosos que visitan su santuario entre la tradición y las promesas.
Posada sobre el cerro más alto del valle, a 326 metros sobre el nivel del mar, y sobre una estructura de casi veinte metros, conformada por un globo terráqueo y un monumento triangular que simboliza la fe, la esperanza y la caridad, es faro que ilumina en la noche y brújula de día. La Virgen del Verdún ha sido tomada con arraigo por los minuanos. “Virgencita de mi tierra, bien amada virgencita, la de la rústica ermita, la que en mi nativa sierra posas tu planta bendita”, evocan los versos del minuano padre Olegario María Núñez en homenaje. “Virgen de los cerros, tan lindo de admirarla, tanto al ir como al regreso. Virgen mía, de los cerros, yo te canto, y te pido que al partir seas mi guía. Allá lejos, brotará de mí un llanto, si no estás en mi horizonte, madre mía”, reza el cantautor Sergio Sosa.
Pero su manto se extiende más allá de la sierra y, de hecho, guarda una conexión especial con Uruguay, ya que la Virgen María es patrona de la gesta independentista. Su celebración tiene lugar cada 19 de abril, en conmemoración del desembarco de los Treinta y Tres Orientales, dirigidos por el minuano Juan Antonio Lavalleja.
La iniciativa de colocar una virgen en la cima de uno de los cerros que rodean Minas fue concebida en 1900 por el presbítero José de Luca, como un recuerdo cristiano del pasaje del siglo XIX al XX y como un homenaje a Cristo Redentor y su Inmaculada Madre, según indican los textos de la época. Primero se pensó colocarlo en Arequita, pero finalmente se eligió Verdún. Cuentan que, en la búsqueda, un crucifijo hallado fue la señal que indicó que ese era el lugar correcto. La familia Dartayete donó las tierras para que la Santísima tuviera un lugar y, un año más tarde, en 1901 tuvo lugar la inauguración a la que asistieron tres mil peregrinos. Sin embargo, el proceso de construcción del templete fue en etapas y la imagen que reina en lo alto del cerro hoy no es la que estuvo en un primer momento. La inicial fue traída desde Montevideo en 1901 y vandalizada tiempo después en lo que se recuerda como un acto de agresión a la Iglesia. En 1910 arribó desde Francia la figura que yace hasta hoy.
Desde entonces, y aunque hay actividad todo el año –el lugar cuenta con un centro de retiros espirituales y un santuario con capacidad para sesenta personas– cada 19 de abril acuden peregrinos a honrar a la Virgen. Primero llegan a los pies del cerro, luego recorren un camino serpenteado de un kilómetro. El panorama impacta: miles de personas llegan al pie del cerro. La veneración es tal que hay quienes suben a paso tranquilo, haciendo un alto en cada una de las catorce estaciones del Vía Crucis construidas en 1947, pero hay también quienes suben el camino corriendo, con la bicicleta al hombro, descalzos o de rodillas.
El padre Pablo Graña, párroco de la Catedral de Minas y rector del Santuario Nacional de la Virgen del Verdún, asegura en conversación con La Mañana: “He escuchado muchísimos milagros que ha realizado la Virgen, es impresionante”. Al tiempo en que indica la importancia de que las promesas sean vividas como una gratitud hacia la intercesión de Santa María. “Queremos ir encauzando esa religiosidad popular hacia un culto en el que uno se religue con la Madre con gratitud, devoción y cariño”, señala. Y agrega: “La gente viene a una experiencia de maternidad de la Virgen. Vienen a la casa de la madre con los dolores, las tristezas, las alegrías y las esperanzas para que la madre interceda ante el hijo”.
Testimonio de devoción
La minuana Leticia Colman tiene cincuenta años y 47 operaciones realizadas. Sufre neurofibromatosis, tuvo una experiencia de cáncer, estuvo a punto de perder la vista y se enfrentó a cirugías con peligro de quedar cuadripléjica. Su hija estuvo en riesgo un día antes de nacer. En cada una de estas instancias recurrió a la Virgen del Verdún. “Siempre he depositado mi fe en ella y, de cierta forma, me lo ha concedido pudiendo salir adelante y hoy poder estar hablando, caminando y viendo”, se sincera en diálogo con La Mañana. “En la operación más grande que pasé, donde me abrieron el tórax, pedí que el manto de Jesucristo y de la Virgen cubrieran la sala y que la mano de los médicos fuera guiada para salir bien y adelante. Me estaba entregando a ella, debía tener fe para salir bien”, cuenta.
Su gratitud para con la Inmaculada es tal que ha subido el cerro con su hija en brazos al poco tiempo de dar a luz, o algunas pocas semanas después de una de las operaciones. Cuenta –aunque admite que es imposible saber cuántas veces subió– que lo ha hecho caminando, corriendo, descalza y haciendo circuitos de diecisiete kilómetros. Recuerda cómo una vez prometió subir siete veces el cerro en agradecimiento y que a la sexta vez el cielo se oscureció y un fuerte viento empezó a soplar. “Tuve que irme y al llegar a casa todo se despejó. Fue increíble. Sentí que la Virgen me decía: ‘Ya está, ya me agradeciste, no es necesario más’”. Para las veces en las que no podía ir al cerro, su esposo le construyó una capillita en su casa con piedras traídas desde el Verdún y una imagen de la Madre Divina.
Colman asegura que la energía que la impulsa a subir el cerro, aun en momentos en los que el cuerpo ha pasado por grandes exigencias, viene de la devoción. “Cuando le pedís, ella en cierta forma te lo da, capaz no como o cuando lo esperás, pero te responde, entonces es importante agradecerle. Siempre le enseño a mi hija el tener fe en uno mismo para poder avanzar, fe en la Virgen y pedir siempre de corazón”, expresa.
En cada paso ascendente, la fe de Colman se fusiona con la majestuosidad de la Virgen del Verdún, cuya luz guía a los peregrinos en su búsqueda espiritual. Como dijo Chalar: “Si Dios baja a la Tierra, por el altar de la Sierra, baja en Minas y en abril”. En este santuario, la conexión entre lo celestial y lo terrenal se hace palpable, renovando la esperanza y fortaleciendo la devoción.
Actividades para esta peregrinación
Este año las actividades en el Cerro del Verdún se llevarán a cabo desde mañana jueves 18 de abril hasta el lunes 22. El primer día tendrá lugar una peregrinación vehicular nocturna, de la que participarán las cuatro parroquias de Minas. “Queremos que haya un lugar para que los minuanos celebremos juntos en las vísperas de la fiesta”, explican los organizadores.
El 19 de abril habrá varias celebraciones de Misa: a las 10 y a las 15 horas al pie, y a las 12 horas (al igual que el sábado, domingo y lunes) en la cima. Luego tendrá lugar un festival cultural en el que los artistas cantarán a la Virgen, con participación de coros y espectáculos a cargo de la Intendencia de Lavalleja. Durante todos estos días los sacerdotes estarán disponibles para la confesión y se rezará el Santo Rosario.
Inauguración de cinerario
Una de las novedades de este año es que en esta ocasión de celebración se inaugurará un cinerario. “Es algo que se nos había ido de las manos. Mucha gente esparcía las cenizas de sus seres queridos en este lugar, por lo que tuvimos que darle forma a esta necesidad, según lo que la Iglesia recomienda, que es colocar las cenizas en un lugar destinado a estos efectos”, explicó el párroco Pablo Graña. Los interesados en depositar las cenizas deberán contactar con la Catedral de Minas.
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