“Con la pandemia controlada Uruguay avanza en la apertura de fronteras, pero ese paso implica un gran desafío para los comercios de cercanía, en especial en los departamentos de frontera, aunque el contrabando también llega y se ve en Montevideo”, dijo expresidente y actual asesor de Cambadu.
Daniel Fernández, expresidente del Centro de Almaceneros Minoristas, Baristas, Autoservicistas y Afines del Uruguay (Cambadu) y asesor del Directorio de esa institución se refirió al estado actual y los desafíos de los pequeños y medianos comercios de la zona de frontera y todo el país, además del efecto del contrabando.
Entrevistado en el programa La voz de La Mañana (radio Oriental) Fernández dijo que Cambadu representa dos grandes sectores, uno es el comercio de cercanía que son los almacenes, fruterías y autoservicios, y el otro es el sector gastronómico. Éste último “ha sido sacudido y semiquebrado” por la pandemia, “muchos de ellos no van a poder continuar, otros están abiertos porque han sido beneficiados por medida fiscales o el seguro de paro rotativo, pero se han ido endeudando y posiblemente tampoco podrán seguir”, estimó.
En cuanto al comercio de cercanía, dijo que “la suerte le sonrió más” y como las personas se quedaron encerradas y salían menos “acabaron comprando en los negocios que tenía cerca, tan es así que las grandes superficies han sufrido estas crisis y los autoservicios barriales se han visto beneficiados. O sea que por ese lado andamos bien y con la esperanza de seguir porque cuando la gente comprueba que el comercio de cercanía le brinda lo mismo que la gran boca, con precios mejores” y otro trato o vínculo comercio – cliente, “termina comprando”.
El fenómeno no es nuevo, “nos pasó en 2001 con aquella crisis terminal en la que se dio el florecimiento de los autoservicios barriales”, entonces “hubo gente que pudo dar un salto”, y hoy nos encontramos en una situación similar, describió.
Apertura y vulnerabilidad de fronteras
Fernández expresó que para el sector es motivo de preocupación la próxima apertura de fronteras. “Nos preocupa” lo que “se nos viene en la frontera con Argentina porque no hay medidas que pueda tomar el Estado cuando hay un producto que allá vale 10 y acá 80. El Estado intenta bajar el aporte patronal” entre otras medidas que “no pasan de un 4% o 5% de las cargas”, pero en el mostrador “el usuario común va a seguir pagando 80”.
Por otra parte “hay un tema muy agudo en el interior del país” y es que “casi el 60% del comercio de alimentación está en la ilegalidad y a ese no le llega el descuento jubilatorio, de ganancias ni nada de lo que haga el Estado. Por lo tanto, es muy difícil luchar contra el contrabando cuando también es un problema social: está el que vive del contrabando y doña María que compra lo que necesita para la semana o para el día”.
“Uruguay siempre ha sido un país muy caro”, y en definitiva lo que en Argentina vale 10 y acá 80 “no se puede bajar por el costo Estado y el costo mercadería”, resumió.
Otro tema es que “el contrabando que pasa las fronteras no queda solamente en la ciudad fronteriza, se va metiendo dentro del país y basta recorrer las ferias de Montevideo para encontrar mucha cosa brasilera”, y aunque “el Ejército está custodiando las fronteras” se ve que por los caminos alternativos “pasa mucha cosa” y todo eso que logra pasar “lo vemos en la ciudad y ocasiona un gran daño a nivel familiar, comercial, impositivo para las intendencias limítrofes que tendrán una caída de la recaudación”.
“Hoy faltan pocos días para que levanten las medidas sanitarias y por tanto se va a poder cruzar a Buenos Aires o Entre Ríos. Hoy nos exigen un PCR pero ¿qué va a pasar en 15 días?”, se preguntó el asesor de Cambadu, y definió las medidas tomadas por el Poder Ejecutivo como “muy tenues”, en especial cuando el comercio “recién está recuperándose e intentando salir de una pandemia”.
El contrabando social
Pero el contrabando no se limita a la compra de productos y el ingreso de éstos al país, “también tenemos el contrabando social que es tremendo para las poblaciones del litoral, y consiste en las familias que van a pasar el día cruzando el puente, que va a la peluquería, al médico, al oculista a hacerse los lentes, ya que están cargan gasolina, lavan el auto, van al mecánico, y esa familia que gastó un dinero importante no es solo una, son miles de autos y mientras del lado de enfrente comen por $ 150 acá lo hacen por $ 700 u $ 800 y no tenemos forma de bajar esos $ 700 no a $ 150, ni siquiera a $ 200”.
Consultado sobre qué forma hay para controlar eficientemente el ingreso al país de mercadería ilegal, Daniel Fernández dijo no conocerla: “Yo no conozco forma porque el contrabando es uno de los dramas del mundo civilizado”.
El contrabando no se da porque se quiera “perjudicar al comerciante, sino que es por su economía”, y se incorpora en la sociedad: “Basta ver el negociado de los cigarrillos” que está “en las esquinas y las plazas, y en la mitad del país el cigarrillo de contrabando se ha mimetizado con otras marcas nacionales” al punto que “la gente los pide y considera que es de origen nacional”, observó. “Yo no digo que se deba hacer una Línea Maginot pero hay que controlar esporádicamente en las rutas”, sugirió.
Por tanto, solucionar el contrabando “es muy difícil” y debemos “olvidar las medidas que intentan hacer ver que perjudicamos a la industria nacional y a los trabajadores porque llegado el momento todos miramos el bolsillo y vamos a comprar donde es más barato”, además de que “la calidad de los productos argentinos es de un nivel superlativo y eso también incide”, subrayó.
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