El rubro de los supermercadistas presenta grandes desafíos, algunos de estos son iguales a los que enfrentan los comercios independientes como almacenes, estaciones de servicios y minimercados: el contrabando y la internacionalización de los productos que generan una falta de competencia en la oferta de productos.
La Asociación de Supermercadistas del Uruguay (ASU), como gremial, no tiene logros para medir, sino que abordan cada asunto que surja día a día. “No logramos lo que no salimos a buscar porque no estamos proponiendo ni solicitando, solamente, como asociación gremial cuando algo nos preocupa lo tratamos de plantear”, expuso a La Mañana el gerente general de ASU, Daniel Menéndez.
Actualmente el rubro presenta diversos desafíos y uno de los más marcados refiere a que luego de la pandemia la venta en supermercados no se recuperó a los niveles prepandemia, sino que están casi iguales o un tanto más por debajo, sin despegar. A esto se suma la lucha diaria frente al contrabando y la informalidad, dos hechos que generan una competencia totalmente desigual.
“No lo miramos por el lado de las personas que cruzan a comprar a Argentina, porque las familias tienen el derecho de comprar en donde encuentren las cosas más baratas. Lo que sí tratamos de plantear es que hay otro tipo de ingreso de mercadería de contrabando, en donde no pagan impuestos”, planteó el entrevistado. En esa línea definió a la situación como una especie de “Mercosur de libre comercio” porque ingresan productos sin aranceles, sin control y los venden en comercios informales. “Incluso, en el interior, nos han dicho que se venden en algunos formales que no tienen más remedio que colocar mercadería de este tipo para poder competir”, señaló.
Aseguró que el contrabando es de los temas que más perjudica a la industria, al comercio local, y a todas las empresas que sí cumplen con los requisitos y las obligaciones. Según Menéndez, los supermercadistas están muy regulados con controles bromatológicos, carnet de manipulación de alimentos, entre otras cosas. Estos costos se suman a los pagos a funcionarios, que en algunos casos llegan a 6.000, con los que se contemplan beneficios, pagos al BPS, y demás. “De esta forma debemos competir contra gente que no paga impuestos por los productos que comercializa”, lamentó.
Los inspectores a la calle
Menéndez enfatizó en que “no se le puede decir que no lo hagan” a quienes cruzan por el puente porque es más barato comprar del otro lado. “Si tienen un producto que de un lado vale $20 y en otro $50, está bien que compre el más económico”, afirmó. Lo que pide la gremial es que se cumplan los controles legales. “Es ilegal que se entregue más mercadería de la que se puede, es ilegal que se ingrese más de ciertos productos”, insistió.
Por otro lado, sostuvo que el problema se vincula directamente con la brecha cambiaria, sobre todo con Argentina, y que en ese sentido “poco y nada se puede hacer” porque es producto del desorden que tienen ellos con su tipo de cambio y que no se sabe en cuánto terminará, “pero mientras exista, que se controle lo más posible la informalidad”, remarcó.
Como parte de una solución, planteó que si –además del gobierno central– las intendencias controlan con su cuerpo de inspectores los comercios legalmente establecidos y no establecidos que venden productos de contrabando, el que ingresa la mercadería no tendría cómo comercializarla, “y que cuando encuentren productos sin reglamentar, se les quite y se la den al Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo”.
El gerente general de ASU dijo que no se debe pensar que todo el contrabando ingresa por aduana, sino que llega por otros lugares también y que por eso se deben controlar las rutas, los ríos, las ferias y cada lugar donde haya gente vendiendo mercadería que se desconoce el origen. “Que se solicite la factura de compra y con eso alcanza para saber el origen”, apuntó.
Una realidad “que rompe los ojos”
El entrevistado señaló que el problema lo tienen todos los comerciantes –sin importa el tamaño– que cumplen con los requisitos que exige el gobierno y las intendencias. En el caso del negocio de los supermercados de grandes superficies, tienen el 33% del mercado del despacho de alimentos y bebidas, es decir que el resto de los supermercados independientes, almacenes, estaciones de servicio, cuentan con el restante 67% y también sufren los efectos del contrabando.
“Ni hablar los que están en Salto, Paysandú, Río Negro, pero hoy el contrabando llega hasta Montevideo, entonces lo que hacemos –a través de reuniones en la Cámara de Comercio del Uruguay gracias a la apertura del presidente Julio Lestido– es buscar la manera de trabajar todos juntos”, expuso.
Si bien aún no se planteó nada concreto a las autoridades porque se evalúa la situación a nivel grupal por el momento “creo que a esta altura tampoco es importante proponer ni sugerir nada, porque la realidad rompe los ojos”, dijo Menéndez. “Si el gobierno o las intendencias se dan cuenta lo que se cobraba de impuestos, tributos y tasas bromatológicas en época de pandemia con las fronteras cerradas y lo compara con lo que ingresa ahora, se va a dar cuenta que algo está fallando en el medio y el problema está en lo que entra ilegalmente”, sentenció.
Internacionalización obligada
Recientemente, en una entrevista radial en Azul FM, el gerente general de ASU comentó que el 70% de los códigos de barra de productos de supermercados son importados. En relación a esa información, dijo que es un proceso que se ha dado a lo largo de la historia, ya que antes estaban todas las empresas instaladas en el país, fabricaban y producían, y con el tiempo y la globalización, una fábrica puesta en Argentina o Brasil puede producir para todo Uruguay en una hora.
“Las empresas se fueron a otros países en los que producen para un mercado de 150 millones, como Brasil, frente a Uruguay que es un barrio de San Pablo y con quedarse media hora más trabajando ya cubren la producción de nosotros”, explicó.
Señaló que nuestro país no tiene masa crítica para tener una fábrica montada y que los costos sirvan, porque todos los costos fijos que tenemos para tres millones en Brasil se reparten para 150 millones. “Las empresas fueron cerrando sus filiales y quedaron importadoras. Se trae mercadería de los países vecinos, por eso se da lo del 70%, fundamentalmente en alimentos elaborados, no materia prima”.
En ese sentido, Menéndez entiende necesario generar más competencia que ayude a regular los precios. “Desde el lado del comercio minorista hay competencia y está muy bien establecida: un tercio nosotros, un tercio almacenes y estaciones de servicio, un tercio los supermercados independientes, no hay un poder dominante de nadie. Donde hace falta es en la oferta de productos”, analizó.
Un reconocimiento frente a la pandemia
En los últimos años, los supermercadistas de grandes superficies vienen con una mínima baja en las ventas, con crecimiento casi nulo, y hace más de dos décadas que mantienen un tercio de participación de mercado, sin crecer y sin caer. En este período, según Menéndez, el momento más crítico fue la pandemia, no por un tema de ventas, sino por el estrés de trabajar en esa coyuntura.
“Mientras miles de personas se iban para su casa a hacer teletrabajo o se adelantaban licencias, o no había mucho transporte público, cuando no había movimiento prácticamente, el trabajador de nuestro sector tenía que recibir 300.000 personas por día para no cortar la cadena de abastecimiento”, expuso el entrevistado.
Indicó que hubo que cuidar a los trabajadores, protegerlos, por lo que debían tener materiales sanitarios a disposición. “Además, teníamos que tomar acciones anticomercio, como no dejar entrar gente si no era aglomeración, dejar ingresar a solo una persona de dos que iban a comprar. Ese momento fue muy estresante y, lamentablemente, hubo trabajadores fallecidos, fue terrible”, recordó.
En aquel momento, los empleados y funcionarios de la salud se llevaban la medalla de oro por todo lo que pasaron y la simbología fue mostrar cómo trabajaban frente al virus, “quitando esto, los trabajadores de comercios venían atrás atendiendo a miles de personas al día y no podían parar. Nuestros trabajadores fueron éticos también”, reconoció Menéndez.
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