Luego de la trágica muerte de su hijo, víctima de una rapiña, Graciela Barrera se transformó en una luchadora social a favor de los derechos de las víctimas de la delincuencia. Fue así como fundó la Asociación de Familiares Víctimas de la Delincuencia (Asfavide). Electa diputada por el Frente Amplio para el actual período, aboga por la justicia restaurativa y el perdón como herramientas para la rehabilitación en el sistema carcelario. En entrevista con La Mañana, la legisladora criticó duramente las condiciones de hacinamiento y el trato indigno en las cárceles, y destacó la importancia de contar con medidas alternativas.
En un reciente artículo que difundió a través de X, denominado “Cárceles uruguayas: una puerta que no para de girar”, usted mencionó que la reconciliación y el perdón son factores muy importantes para la sanación tanto de víctimas como de victimarios. Dada su experiencia y su conocimiento sobre el tema carcelario, ¿cree viable que este tipo de elementos se puedan incorporar en el sistema penitenciario actual?
Para que eso pueda llevarse a cabo, tenemos que solucionar las condiciones actuales. Yo creo en el perdón. Integro un grupo que se llama Víctimas por la Paz, donde aplicamos la justicia restaurativa. El perdón a mí me sirvió para salir adelante; si uno vive con odio y con rencor, nunca va a poder salir adelante. Así empecé yo en las cárceles, hablando con las personas privadas de libertad sin importarme qué delito habían cometido, lo que me importaba era que se dieran cuenta de que hay otra familia que sufre por lo que han causado. Charlando mucho tiempo con ellos me he podido dar cuenta de que muchas veces son víctimas de todo lo que ha pasado en sus vidas porque el Estado no ha llegado a tiempo, por eso estoy trabajando. Y muchas veces las personas que cometen delitos salen y viven en la calle, y nosotros les damos vuelta la cara y miramos para otro lado, y ahí también estamos dejando de lado a ese ser humano. Cuando yo empecé a ir a las cárceles, primero fui a la cárcel de Canelones y lo que vi parecía una película de terror, eso me llevó a trabajar en todo esto. Yo creo que las personas pueden salir adelante, pero nosotros como Estado y como sociedad entera tenemos que apoyarlas y no darles vuelta la cara.
Habla del hacinamiento como un obstáculo para la rehabilitación efectiva. ¿Cómo se soluciona?
No es solamente el hacinamiento, es la forma indigna, los derechos no son derechos para ellos. Las cárceles son un lugar donde nosotros tiramos a las personas que no queremos ver en nuestra sociedad. Hay que trabajar muchísimo y poner mucha cabeza, y no va a ser en un período corto que vamos a poder cambiar las cosas, vamos a precisar mucho tiempo, pero tenemos que trabajar con las familias, con aquellas personas que tienen problemas de adicciones, problemas de salud mental, todo eso es fundamental. No puede ser que una persona privada de libertad que tenga cierta dolencia no tenga un médico. Nosotros queremos que las personas se rehabiliten, salgan adelante, pero estamos haciendo todo para que cada vez estén peor. Yo sé que hay otras víctimas que no lo sienten así, pero no por eso podés dejar de ayudar y de pensar que, si salen adelante, no van a dañar a otras personas.
¿Qué soluciones propone ante el problema creciente del hacinamiento?
La solución no es seguir construyendo cárceles, hay que utilizar bien las medidas alternativas, hay que trabajar en eso para que ellos puedan salir. No podemos poner a una persona que comete un delito que es mínimo con un narcotraficante o con una persona que ha cometido varios homicidios, a esa persona que recién comete un delito le tenemos que hacer ver que hizo algo que estaba mal y enseñarle a hacer cosas buenas, si lo ponemos en ese antro de perdición que es la cárcel, lo vamos a sacar mucho peor, por eso confío en las medidas alternativas. Yo no soy técnica, simplemente soy alguien que sufrió en carne propia la delincuencia y que quiere que otras familias no la sufran, porque la sufrimos mucho. A partir de eso, lo único que hago es tratar de que la gente entienda que si no nos damos una mano los unos a los otros no vamos a poder salir adelante.
En su artículo también se refiere a las condiciones laborales complejas que atraviesan los operadores penitenciarios y los policías. En ese sentido, ¿en qué medida afecta esto al desempeño de sus tareas?
Tanto los operadores penitenciarios como los policías que trabajan dentro de las cárceles conviven con las personas privadas de libertad y muchas veces, o casi siempre, están conviviendo de la misma forma, simplemente no están dentro de una celda, pero las cosas que pasan, pasan para todos. Muchas veces son del interior y se quedan muchos días dentro de las cárceles. Y, por supuesto, son muy pocos, la responsabilidad es mucha. ¿Cuántos casos hay de problemas psicológicos de las personas que están trabajando en las cárceles? ¿Cuántas veces hay problemas de suicidio? Entonces, también son víctimas de este sistema carcelario que tenemos, al igual que las familias, que para llegar a ver a la persona privada de libertad tienen que pasar por muchas cosas, tienen que hacer horas de cola con niños, con los bolsos, después de venir de trayectos largos con sol, con lluvia. De repente no permiten que pasen las cosas que llevan y a veces no les llegan a ellos cuando las mandan por encomienda. Y eso es todo dinero de personas que trabajan, porque la mayor parte de las familias de los 16.000 privados de libertad son gente trabajadora. Después, para poder entrar, los escáneres están rotos o hay cárceles que no tienen escáneres y tienen que pasar por cosas espantosas, no son médicos los que te están revisando, y sin embargo te tenés que desnudar. Y esas cosas van calando mal en la sociedad, van haciendo que empiece a haber un resquebrajamiento entre todos. Muchas veces los familiares te dicen que entran a la cárcel y se sienten ellos presos, porque los tratan como si fueran presos. Entonces, es muy difícil. No nos imaginamos todo lo que se está viviendo ahí adentro porque no estamos, porque nos falta empatía, eso es lo que deberíamos tener en este pueblo, más empatía.
¿Qué papel debería tener la sociedad en la construcción de un sistema penitenciario más justo y humano? ¿Es algo lejano o es posible?
Va a depender de nosotros mismos. Somos nosotros los que tenemos que darnos cuenta y abrir la cabeza y decir: “¿Queremos cambiar esto? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar?”. La sociedad civil no puede ser ajena a todo lo que está pasando. La sociedad civil actuó cuando fuimos por todos lados hablando por las víctimas, desde un grupo de familias que nos movimos y fuimos al Palacio Legislativo a decir: “Somos las víctimas, a mi hijo lo mataron”. O sea, cada uno decía lo que le había pasado. Y todo eso hizo que la víctima pasara a ser un sujeto de derecho, pequeño, porque es muy pequeño el lugar que ocupa la víctima en todo, pero pasó a ser un sujeto, se dieron cuenta y hubo empatía. Y acá es lo mismo, porque somos todos parte de una misma sociedad, porque somos todos parte de este mundo.
¿Cómo se imagina el futuro del sistema carcelario? ¿Con este cambio de gobierno puede haber medidas eficaces?
Sí, no se va a cambiar de un día para otro, como quisiéramos nosotros, pero va a haber cambios sustantivos de manera progresiva. Desde mi sector, el MPP, estamos todos compenetrados con este asunto del sistema carcelario. Ya sabemos que esto va a durar años. También sabemos que precisamos encontrar un buen diálogo porque esto es algo que se hace entre todos.