Carlos Páez, el hijo del reconocido pintor y escultor uruguayo, contó a La Mañana la historia del proyecto de la vida de su padre, concebido como una escultura habitable que se convirtió en un emblema de la costa esteña, y se refirió también a la polémica de los últimos días por los dichos de la directora de cultura de la Intendencia de Montevideo.
La historia de Casapueblo se remonta al año 1959, cuando Paéz Vilaró compró junto a algunos amigos argentinos y uruguayos los terrenos de Punta Ballena que en ese momento se encontraban deshabitados. “Mi padre se había reservado 16 mil metros cuadrados en la Punta de la Ballena que eran de la familia Lussich y él los había comprado. Entonces hizo una casa en el último terreno, que es donde está ahora Casapueblo, siempre pensando en hacer un pueblito de casas blancas en la punta. Se hizo una casa que se llamaba La Pionera, porque era la primera de todas, una casa sencilla que la construyó en el año 1960, que fue donde pasamos nosotros los veranos al principio”, comenzó relatando Carlos “Carlitos” Páez Rodríguez.
“Papá siempre fue un tipo que no le interesó la plata, razón por la cual no tenía la manera de financiar la construcción de ese pueblito. Entonces en la época de los militares le expropiaron parte del terreno para hacer la ruta panorámica, que pasa por el medio de donde estaba. Y papá se quedó con esa casita que había hecho en el final del lote privado del Club de la Ballena S.A. En el año 1969 recuerdo el primer martillazo que se dio para comenzar Casapueblo, que papá siempre tuvo la idea de hacerla como una escultura para vivir, nunca le interesó la parte arquitectónica sino la parte estética, por eso el empezó a hacerla sin un proyecto sino como una búsqueda de la estética”, relató.
La odisea de los planos
Así se fue desarrollando Casapueblo, hasta que en el año 1979 Carlos, ya con 27 años, decidió instalar allí un restaurante. Se encontró que para realizar ese proyecto debía “normalizar los planos”. “Entonces le pedí a unos chicos de arquitectura que fueran a Casapueblo a hacer los planos de una cosa que era casi imposible”, contó. “Tuvimos que sacar una foto y le pedimos ayuda a la Prefectura para hacerlo desde un helicóptero bien desde arriba, porque era muy difícil hacer los planos de la construcción que había sido moldeada a mano por papá”.
Al momento de la confección de los planos arquitectónicos, Casapueblo contaba con 1186 metros cuadrados edificados, aunque su peculiar construcción hacía parecer que eran mucho más. Luego, cuando se hizo el hotel, se agregaron más metros resultando la impresionante obra que representa hoy Casapueblo. “A mí me tocó personalmente relevar Casapueblo y ponerle planos. Y no te creas que a papá le hizo mucha gracia, porque era una obra de él, y él lo veía como una escultura para vivir”, relató Paez.
“Hubo un arquitecto, Pacheco, que firmó los planos de Casapueblo, se presentaron, y hubo algunas observaciones propias de haber sido construido por mi padre, que puso todo el énfasis en la parte estética de su obra. Él siempre decía que miraba desde el mar el lugar donde tenían que ir las ventanas para ver la parte estética. Finalmente se regularizaron los planos. Yo hice el restaurante que se llamaba Medio Oriente, y después vino el arreglo con el hotel, que hoy tiene apartamentos y habitaciones; y fue una obra que dirigió mi padre junto a un arquitecto argentino, porque él quería que fuera una continuación del paisaje existente”, recordó.
Hoy, si bien Casapueblo no ha sido declarado Patrimonio Histórico Nacional, no caben dudas de su calidad de monumento y gran atractivo turístico. “Fuera de la pandemia, pasan cerca de 200.000 turistas que visitan la casa por año. Hay gente que viene a ver Casapueblo y no a Punta del Este, y el nombre es tan grande que hay gente que la visita sin saber quién la hizo. Sin dudas es uno de los emblemas del Uruguay, un punto de atracción turística muy importante, tanto que yo a veces ni voy por las filas de autos y ómnibus para ingresar”, aseguró Carlos.
En Casapueblo funciona hoy el museo donde Páez Vilaró expuso muchos de sus cuadros, que es propio de la familia, y hay una sección privada donde vive parte de la familia del artista. Además, funciona el hotel que pertenece a una sociedad argentina.
Respecto de la polémica de los últimos días por los dichos de la directora de cultura de la Intendencia de Montevideo, Carlos Páez aseguró: “Yo no me meto para nada en cuestiones políticas y no es para nada algo contra la señora Obaldía, pero no me gusta que se hable de una persona que no puede defenderse, y además me choca porque me comprende a mí, fui yo el que lo mandé regularizar. Si no hubiera sido yo capaz que ni contesto, pero me gusta dejar las cosas en su lugar”.
Una búsqueda constante de la estética
“Curiosamente al principio hubo arquitectos que no estaban de acuerdo con la construcción, pero hoy por hoy muchos profesionales y estudiantes pasan por Casapueblo. Quedó como un hito histórico en el Uruguay, hecho por alguien que no era arquitecto”, resaltó el hijo del artista destacando la obra de su padre, que pese a no tener formación arquitectónica plasmó su visión de la estética en su casa. “Sería insensato pensar que hoy pudiera no estar al día, en un lugar que en su mayor parte funciona un hotel, eso está totalmente al día”, afirmó.
Padre e hijo son hoy embajadores uruguayos en el mundo, conocidos por sus historias personales y su obra. Consultado al respecto, el sobreviviente de la tragedia de los Andes aseguró: “La historia mía fue un hecho de la casualidad de la vida, que te cambia de un momento al otro, la historia de los Andes es sin dudas importante, pero la de papá es una historia del esfuerzo, de un tipo que contra viento y marea luchó por hacer las cosas desde su punto de vista. Para él primaba la estética antes que la comodidad. A veces me llamaba por teléfono y me decía ‘que frío tengo’ y yo le preguntaba por qué no ponía calefacción, pero para él el obstáculo era su mayor estímulo. Fue un luchador en su vida, dejó su oficio de publicista que le iba muy bien para vivir de la pintura y del arte, un gran laburador”.
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