El pasado 27 de setiembre el Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales publicó una declaración en la que manifestó que los plazos establecidos por el Ministerio de Ambiente generan que sea imposible discutir “con un mínimo de rigor académico” los impactos ambientales de proyecto Neptuno.
En el documento publicado se expresa que el análisis de calidad del agua de Arazatí que se pretende potabilizar es insuficiente y que se está obstaculizando la participación de la ciudadanía en el proyecto. Se indica que lo plazos establecidos por el Ministerio de Ambiente (MA) “desvirtúan completamente el sentido de la audiencia pública, donde tanto el proponente como el Estado, deben analizar el conjunto de preguntas planteadas por la población en la etapa de manifiesto y realizar las respuestas para cada una de las observaciones y preguntas realizadas”, que son insumos fundamentales para la posterior evaluación del proyecto y su viabilidad.
Sin embargo, señalaron que el MA va en sentido contrario y decidió “obstaculizar el normal desempeño del proceso de participación de la ciudadanía en la evaluación de un proyecto que genera muchas críticas e incertidumbres en torno a su viabilidad. Ya en la década del 1970 para una propuesta similar emplazada en esa zona, los propios técnicos de la OSE se habían manifestado contrarios, en épocas en que incluso el deterioro de la fuente de agua bruta no se había manifestado con tanta intensidad”.
En esa línea, La Mañana consultó a Daniel Panario, investigador del Área Geociencias de Pedeciba, grado 5 de la Facultad de Ciencias de Udelar y exdirector del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales. Panario recordó que el juez que estaba tratando el tema del proyecto dio la orden de no innovar durante la etapa de evaluación de impacto ambiental hasta que se zanjara el tema. Sin embargo, entiende que el gobierno se apresura a hacer la audiencia pública antes de que se resuelva el tema por el cual están interdictos de seguir adelante, “porque no innovar significa eso, no seguir hasta que no se dilucide el tema del impacto ambiental”, agregó el académico.
Panario opinó que la urgencia que parecen tener para aprobar el proyecto puede estar asociada a la posibilidad de que la coalición no gane las próximas elecciones nacionales y asuma la oposición con una idea diferente y frene el proceso. “El ministro llegó a decir: ‘Esto se hace o se hace’, o sea que se haría aunque los técnicos dijeran que no era conveniente llevarlo adelante. Están desesperados y no sé qué hay detrás de eso, pero me lo puedo imaginar”, expresó el entrevistado.
Preguntas sin responder
El especialista indicó que las floraciones en las profundidades del agua son naturales, es decir, que es natural que haya cianobacterias. Estos organismos tienen la posibilidad de elegir dónde estar, cuando llega la tarde van hacia el fondo y suben en la mañana, por lo que en cualquier momento del día se pueden encontrar. Además, si hay olas, se mezclan naturalmente, el agua de arriba para abajo y de abajo hacia la superficie. “En una costa con olas está permanentemente mezclado, por lo que cuando se dice que el agua se tomará de las profundidades, denota un desconocimiento hasta de los procesos de potabilización”, expuso.
El investigados agregó que eso se creía hace como 30 años atrás, por ejemplo, cuando el agua de Paso Severino estaba colmada de cianobacterias –llegó a estar completamente verde– la OSE decía que se bajaba y se tomaba el agua del fondo y entonces las cianobacterias no afectarían, “pero el agua de abajo está tan contaminada como la de arriba y en aquel tiempo la OSE entendía que evitaba la presencia de cianobacterias, y no era así”, recordó.
El investigador informó que cuando se muere una bacteria (y mueren millones por minuto) suelta totalmente la toxina, la cual es soluble, se dispersa como si fuera un colorante y pasa a estar en toda el agua, por lo que no importa la hora del día y que no haya olas, las toxinas están en toda el agua. “Al final, el equipo que lidera el proyecto cuenta con una gran ignorancia en el tema, y son ellos quienes hicieron la evaluación de impacto”, afirmó.
En el informe indicaron que el agua salada de la zona de Arazatí se da unos ocho días al año, sin embargo, los registros de los algoritmos del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales indican que se da unos 80 días al año. “Lo que sucede es que ellos tomaron dos datos y a partir de ellos sacaron conclusiones. Están dispuestos a hacer cualquier cosa, aunque no sirva para nada”, advirtió el entrevistado.
La ciudadanía y muchos miembros de la academia especializados en la temática, con base en sus investigaciones, realizaron cientos de preguntas y observaciones por los canales establecidos. Sin embargo, no se han presentado las respuestas de los proponentes y del MA a cada una de estas preguntas y críticas debidamente fundamentadas. “Es importante informar que, aunque el agua esté dentro de la norma de salinidad y no tenga cianobacterias, tiene bromoformo, que es un trihalometano cancerígeno”, acotó Panario.
“Solo les interesa el proyecto Neptuno”
El entrevistado recordó que, antes de la crisis hídrica, previeron la situación y lo notificaron a autoridades, sin embargo, no fueron escuchados como esperaban. “Llevamos una propuesta hecha por unanimidad de todos los científicos vinculados a temas de gestión del agua –por ejemplo, yo tengo un doctorado en el tema– cuando era director del Instituto coordiné que participaran científicos de la universidad y firmamos 13 especialistas en el asunto, pero a nadie pareció importarle, solo les interesa el proyecto Neptuno”, acotó el investigador.
Entiende que al gobierno actual le queda muy poco tiempo para aprobar el proyecto, y en caso de que la coalición no sea reelecta para la próxima administración, igualmente la oposición no asume en octubre, por lo que se cuestionó: “¿Lo van a aprobar igualmente contra la opinión del gobierno entrante?”.
Apuntó que intentaron poner sobre la mesa el término “prejuicio”, es decir, que los científicos e investigadores que se oponen al proyecto lo están prejuzgando. En esa línea, Panario dijo que la ciencia no prejuzga, sino que presenta resultados. “¿De qué prejuzgamiento hablan? Si se opina científicamente no se está prejuzgando, se está hablando en base a modelos que dicen lo que pasará”, afirmó.
Considera que, en general, “los políticos no creen en la ciencia”. Ejemplificó lo que sucedió durante la pandemia, que se llamó a los científicos porque “si algo salía mal era culpa de ellos, pero si salía bien el mérito era de las autoridades”. Luego, “los sacaron por la puerta de atrás”. Añadió que ahora es un tema de campaña el hecho de hacer represas, desarrollar el riego, plantar más eucaliptus, pero que “todo eso nos dejaría sin agua”.
“La ciencia les dice eso, lo publicamos en revistas internacionales arbitradas del más alto nivel e impacto, e igualmente no lo creen, entonces es un problema de la gente que educamos y luego llega a presidente. Estas cosas se debieran entender saliendo de la escuela y el liceo, para que crean en la ciencia desde niños”, expresó el entrevistado. Entiende que la ciencia no es infalible, pero el tema del proyecto Neptuno se está abordando como si la probabilidad de que funcione sea altísima, “cuando en realidad es irrisoria”.
Indicó que es absolutamente fundamental difundir el tema, ya que se calcula que más de un tercio de la población no ve prensa ni mira medios de comunicación tradicionales, “entonces si no los formamos en la primaria o secundaria sobre temas científicos, ya es tarde”.
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