El pasado 3 de octubre tuvo lugar la inauguración oficial del club de niños San Gabriel. Se trata de una iniciativa que surge en la localidad de Rincón, departamento de Treinta y Tres, y es gestionada por la obra social San Martín, el INAU y cuenta con el apoyo del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay (SARU) desde la idea del proyecto hasta la ejecución y desarrollo.
El club atiende a 50 niños entre 5 y 12 años, en una localidad que alberga a unas 1200 personas. Rincón queda a 70 kilómetros de la ciudad de Treinta y Tres por la ruta 18 hacia Brasil, es una pequeña localidad que recién a 10 kilómetros tiene la ciudad más cercana (Vergara). Sin embargo, una característica particular de Rincón es que es el epicentro de la producción de arroz del país, cuenta con la mayor cantidad de arroceras y de allí sale el mayor kilaje de exportación.
Por esta razón, un club de niños es mucho más que un simple espacio de educación no formal y de recreación, representa un lugar seguro. La Mañana dialogó con el padre Luis Arturo Silva, quien es el director de la obra e impulsor del club a la iniciativa de SARU de la mano de su presidenta, Beatriz Methol.
“Beatriz se contactó conmigo en 2019 y tuvimos una reunión en la que planteó la necesidad de tener un club de niños en la localidad. Me pereció muy acertado, la zona es un lugar que, a pesar de su tamaño y poca población, presenta numerosas problemáticas sociales”, dijo el entrevistado.
Lo que sucede es que, al ser un área de cultivo, tiene períodos de zafra en los que llega diversa población de manera temporal, unas semanas o meses y la población aumenta. “En esos momentos suelen darse diversos casos de prostitución, abusos, embarazos no deseados, situaciones dolorosas, no poco conocidas”, explicó Silva. La consecuencia es que durante esos momentos la situación se torna difícil para las personas, especialmente la crianza de los niños, porque muchos padres trabajan en la zafra.
“Las oportunidades tampoco son demasiadas en Rincón, entonces hablando con las personas de SARU, vimos la posibilidad de generar un círculo virtuoso en ese lugar para los niños, que no cuentan con un liceo, solo escuela, para que puedan tener oportunidades de formarse en lo humano y en lo tecnológico, con mayores posibilidades de trabajo”, aseguró el director.
Un club de niños ofrece educación no formal que atiende el periodo de ocio del niño cuando no está en la escuela. Se trata de generar un clima familiar, a través de un equipo interdisciplinario con una coordinadora, una maestra, una psicóloga, una trabajadora social y un equipo de cocinera y auxiliar de servicio que se encargan de acompañar a los niños en el proceso de crecimiento.
Silva indicó que se trabaja mucho en lo lúdico y todo lo que tiene que ver con la dimensión de la alimentación, así como con fortalecer algunas habilidades de la lectoescritura, un tema que presenta dificultades. “El club de niños tiene una dimensión comunitaria, en donde las madres tienen actividades en el centro, desde manualidades hasta talleres de autoestima para que puedan sentirse protagonistas de su vida y su imagen, como de su interioridad”, sostuvo.
Se trata de una institución con perfil cristiano y no solo se busca transmitir valores, sino que los niños tengan un vínculo con la trascendencia, con Dios “y que eso los ayude a tener otra herramienta fundamental para poder encarar un poco la vida”, expuso el entrevistado.
23 años de servicio comunitario
La obra social San Martín que administra al club de niños tiene nueve proyectos que gestiona en convenio con INAU: tres clubes de niños, un centro juvenil, un CAIF, tres equipos en territorio de atención a familias y un convenio con Fundación Telefónica que es de acompañamiento docente para la aplicación de robótica en las escuelas.
En el año 2000 se celebraron los 2000 años del nacimiento de Cristo y la parroquia de San José Obrero de Treinta y Tres, de donde Silva es párroco hace 20 años, tuvo la inspiración de crear un servicio para niños, especialmente en un barrio de Treinta y Tres, fue así que nació la obra social San Martín.
Se inició el proyecto con la finalidad de acompañar a los niños de una manera más sistemática y continua frente a algunas dificultades que se habían planteado en cuanto al tema familiar. En ese momento muchas familias contaban con madres jefas de hogar y los niños tenían problemas de aprendizaje, por ejemplo.
“En ese entonces estuvimos en contacto con el INAU y nos plantearon la posibilidad de crear un club de niños que hasta ahora existe. Luego la obra social San Martín pasó a ser una organización no gubernamental en 2015. Fuimos incursionando en otros proyectos, como un centro juvenil y un CAIF, con la perspectiva de acompañamiento a las niñas, niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad social”, comentó.
En 2019 se hizo una primera reunión con las fuerzas vivas de la zona de Rincón, productores, policías, alcaldes, entre otros, y la obra participó del proceso de selección de INAU para conformar un club. “Primero se presenta un proyecto escrito, el instituto lo califica y selecciona. En noviembre de 2020 nos eligieron y en 2021 comenzamos con el proceso, firmamos el convenio y al año siguiente se hizo la apertura. En mayo de 2023 comenzamos con los niños y un equipo nuevo y el 3 de octubre realizamos la inauguración”, repasó el director.
La alegría de estar presentes
En Rincón viven unos 90 niños, una cifra importante si se toma en cuenta la reducida población. Del total de esos infantes, el 80% está bajo la línea de pobreza y el club es un pilar importante que brinda un servicio de alimentación. Desde las escuelas y la capilla se tuvo una captación inmediata de niños que se insertaron en la iniciativa.
“Al abrirse el club, los padres enviaron a sus hijos y realizaron la inscripción formal que requiere un proceso de selección adecuado, que busca un perfil que se comparte con el INAU, se registran los datos del inscripto en el Sistema de Información para la Infancia (SIPI), y solo tienen acceso quienes trabajamos con ellos, porque nos ayuda a vislumbrar la situación de cada uno de los niños”, detalló Silva.
Comentó que el INAU apoya a las asociaciones civiles de este tipo con un pago mensual por niños con lo que se abona el salario del personal y se mantiene al centro en todas sus dimensiones.
“El 3 de octubre fue un día de fiesta, presentamos una reforma muy grande en la que SARU colaboró con la mano de obra. Fue un momento muy lindo porque participaron los clubes de la zona y el centro juvenil. Hubo música, baile, nos acompañaron autoridades de la Intendencia de Treinta y Tres, el vicepresidente del INAU, Aldo Velázquez, la directora departamental del INAU, Rosario Barreto y su equipo, también participó el Mides. Nos quedamos muy entusiasmados con este comienzo”, celebró el director.
La mirada personal
El director del club de niños San Gabriel expresó que este tipo de experiencias no están exentas de dificultades porque implican población infantil con situaciones humanas muy complejas. “Nosotros contamos con niños con problemas de TEA, con hiperactividad, y también con chicos al borde de la psicosis, es decir, población infantil compleja con la que hay que trabajar mucho la dimensión de cercanía”, relató.
Dijo que se debe acompañarlos no solo en las áreas de desarrollo humano que tienen que ver con lo escolar y la autoafirmación, sino con el área espiritual, “que sepan que pueden recurrir a otras dimensiones de su ser y tratamos de que esa realidad esté presente. Creemos en que cualquier persona puede salir adelante, no tenemos una visión fatalista”, aseguró.
Su rol como sacerdote y director de la obra lo llevan a tener exceso de trabajo en los nueve proyectos, “todos tienen su complejidad, pero una de las cosas que sucede es que se ve a la gente trabajar con ganas y esfuerzo, frustraciones por momentos, pero con reflexión, capacidad de mirar el futuro de mejor manera y eso da alegría. Trato de acompañar y orientar a los equipos, y trato de hacerlo con la mayor dedicación”, sostuvo Silva.
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