A unos sesenta kilómetros de la capital del departamento de Durazno se encuentra Villa del Carmen. Allí funciona el Colegio Madre Carmen. En los últimos 51 años el instituto ha acompañado la evolución del pueblo y ha brindado educación a quien lo necesita pese a las dificultades que ha encontrado en el camino.
Hace ya cerca de sesenta años monseñor Humberto Tonna, obispo de la Diócesis de Florida, fue a España con la intención de que alguna congregación de hermanas se instalara en la Diócesis. Una vez allí celebró una misa en la capilla de la madre fundadora de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones y les pidió que vinieran a Uruguay, pero su pedido fue negado. Luego de tres años el obispo volvió a España y logró conciliar una audiencia con la madre general en Madrid. Al escuchar las necesidades que existían en Uruguay, donde faltaban hermanas para catequesis y para dirigir un colegio, la madre aceptó porque su predicación se basaba en evangelizar en lugares donde había más necesidad. De esa manera, el 3 de abril de 1966 llegaron las hermanas al Carmen.
Caminando junto a la gente del Carmen
Teresita Saldivar es la hermana superiora del Colegio Madre Carmen, y una de las tres hermanas que residen en el pueblo. Originalmente proviene de la República Dominicana, pero se formó en España. Allí le propusieron venirse a Uruguay en 2002, momento en el que se vivía una situación social compleja, y ella aceptó “encantada”.
En conversación con La Mañana, Saldívar habló sobre la historia de la congregación Villa del Carmen y la llegada de las hermanas a Uruguay, memoria que recabó de un libro de historia local. “Al principio las recibió el párroco de la localidad. Les contaron cómo era la realidad de la gente del pueblo, y Monseñor les pidió que se instalara un colegio en el pueblo, donde también se dictara formación religiosa. Entonces las hermanas hicieron un censo, visitaron a las personas y comenzaron con la catequesis”.
Poco después lograron convertir la estructura de un antiguo hotel del pueblo en el Colegio Madre Carmen a través de beneficios realizados en el pueblo.
Teresita llegó en el 2002 y en su primer pasaje por el Carmen estuvo siete años. “La primera vez que llegué vi en el pueblo que mucha gente emigraba a España y que había mucha pobreza. Me acuerdo me daba lástima porque en el colegio veía cosas tan simples como un pedacito de hoja que yo solía tirarlo y los chicos lo guardaban para copiar los deberes, y había quienes pasaban hambre. Y el colegio también tenía mucha pobreza”, contó.
“Las cuotas son baratas, inclusive hay becados que no pagan nada, y según la situación varían un poco, pero son precios módicos, entonces nos cuesta y tenemos muchas dificultades. A los maestros llega el mes y tenemos que pagarles, y todos los servicios también, entonces todos los años hago una carta a la congregación para que nos manden dinero para apoyarnos”.
Con el objetivo de continuar con su actividad, las hermanas han recurrido a sumar servicios al colegio y buscar ayuda externa y “con esas entradas subsistimos las hermanas, porque la realidad es que con el colegio vamos a pérdida”. “Actualmente bajó la población escolar y estamos en 121 alumnos en primaria. Nuestra idea es que todo el que quiera estudiar lo haga con nosotros, apostando a la educación para formar a los niños de manera integral, y también inculcando los valores cristianos, para que se aprendan a defender en todos los aspectos de la vida, en lo intelectual y también lo espiritual”.
Algunas organizaciones como SARU (Servicio de Ayuda Rural del Uruguay) apoyan al Colegio Madre Carmen a sostener su actividad. “Ellas nos ayudan con alimentos para los niños del comedor, cuando funcionaba. Ahora como no hay comedor con lo que nos donan les damos canastas a las familias más necesitadas”, comentó.
La virtualidad y la espiritualidad en pandemia
“Hoy con la pandemia vemos que hay mucha gente sin trabajo o en el paro, y tenemos la necesidad de ayudarlas”. La hermana Teresita, que debió enfrentar los desafíos de dos crisis en momentos diferentes para el colegio, asegura que ve “distintas” ambas situaciones en el pueblo, “porque la gente parece que aprendió a ahorrar un poquito”.
No obstante, las dificultades en la educación se hicieron visibles con la pandemia, aún más en localidades del interior profundo. “Afortunadamente no tuvimos demasiados problemas este año, aunque el 2020 fue complicado porque nos tomó en un momento en que no sabíamos qué hacer. Ahora nos organizamos y los maestros tienen estipulados días para mandar las tareas, y tenemos un control de qué niños tienen acceso a internet y a computadoras o celulares”.
Por las tardes en el Colegio funciona un club de niños de INAU, y aunque trabaja con niños de contextos carenciados, el colegio no cuenta con insumos del Plan Ceibal, razón por la cual ofrece a los maestros la posibilidad de ir al centro educativo a conectarse por internet con los alumnos.
Desde que llegaron las hermanas a Villa del Carmen, la localidad “ha evolucionado bastante”, por ejemplo, con los planes Mevir. Pero a pesar de ello, Saldivar entiende que el problema que persiste “es el desempleo, por lo que todavía muchos apuestan al trabajo en el medio rural”.
Las hermanas brindan catequesis a niños y jóvenes de todo el pueblo, visitan ancianos y apoyan la labor del sacerdote en la parroquia. “Estamos en un momento difícil, ahora programamos a corto plazo porque sabemos lo que tenemos hoy pero el mañana es incierto, entonces evaluamos semanalmente las actividades”.
“Este año hemos visto cómo la gente se ha acercado de otra manera a la Iglesia, se nota que la gente reza más. Y nosotros hemos mantenido la virtualidad con lo religioso también, tanto en la educación como en la eucaristía, y es lo que hay que hacer en este momento, rezar para que se vaya este mal del mundo”, concluyó.
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