Jardín Primitivo es un emprendimiento que comenzó en Punta del Diablo y se dedica a compostar restos de pescados para la producción de fertilizantes que se utilizan tanto para la jardinería doméstica como para la plantación de miles de árboles nativos.
Leticia Di Santi y Claudio Taroco son pioneros en producir fertilizante a base de pescado en Uruguay. Comenzaron este emprendimiento en 2018 cuando se mudaron a un terreno en Punta del Diablo y se encontraron con el dilema de que no tenían tierra para plantar (en este balneario el suelo es mayoritariamente arena). Empezaron un compostaje doméstico en su casa, pero no les alcanzaba.
Un día de enero bajaron a la playa del Rivero y vieron que había muchísima cantidad de pescados. Ese día había como 5 mil kilos de tripa esparcidos por la orilla y estaba lleno de gente, sentada en sillitas alrededor de las cabezas y colas de peces muertos. En ese momento se les ocurrió hacer compost con todo ese desperdicio.
Se pusieron a investigar y hablaron con los pescadores para juntar los restos de pescado. Consiguieron mil kilos de tripa y se propusieron compostarlos. Para ello, primero, fueron a buscar una fuente de carbono y aprovecharon que en Punta del Diablo hay dos aserraderos muy grandes que generan abundante aserrín por día, ya de paso haciéndose cargo de estos residuos también, que contaminan.
El compost de pescado es distinto al doméstico, no se puede hacer con lombrices porque no resisten la temperatura a la que asciende la mezcla en descomposición (de 65 a 70 grados). Para su prueba, Claudio y Leticia usaron hongos y bacterias del monte nativo. En el monte las hojas caen, se pudren y se transforman en alimento que nutre las raíces del árbol que les dio vida. Para que esto sea posible existen hongos y bacterias que descomponen esas hojas. Ellos aprendieron a replicar esa bacteria, que acelera el proceso de descomposición de la materia orgánica, tras hacer un curso de microbiología con Nacho Simón, un ingeniero agrónomo mexicano que se dedica a la asesoría del uso y elaboración de abonos orgánicos y otros productos empleados en la agricultura ecológica, como los hongos entomopatógenos y las bacterias benéficas. Ya con todo: fuente de carbono (aserrín), fuente de nitrógeno (pescado) y las bacterias y hongos del monte nativo para acelerar el proceso, hicieron la primera prueba en su casa.
A los tres meses el compost de la prueba estaba pronto y lo sometieron a un análisis de laboratorio. Su valor nutricional fue excepcional. Desde ese entonces Leticia y Claudio venden compost clase A: (no tiene salinidad, cuenta con un PH neutro de 6,6; y no tiene restricción de uso). Es el mejor que hay en el mercado y es fértil y apto para todo cultivo: desde orquídeas, viñedos, olivos y rosales, hasta para lechuga y tomate. Tienen un múltiple mercado porque el fertilizante lo usa desde la señora en su apartamento de Montevideo hasta Laura Rosano para plantar 6 mil árboles nativos.
Las sobras de pescado son un problema nacional sobre el que no se hace nada en ningún lado, ni siquiera en Colonia o Montevideo. Pero este no es un problema exclusivo de Uruguay. Claudio está enseñando a producir compost de pescado vía zoom a gente de países de la región como Perú y Colombia, porque no saben qué hacer con el desperdicio que genera la pesca. Por lo pronto, en nuestro país no hay más emprendimientos de este tipo, salvo en La Paloma, donde se hace algo parecido, pero con otro proceso y obteniendo un producto diferente. Sobre si es viable reproducir esta iniciativa en otros lugares de la costa, Taroco dijo: “Sí, ¡totalmente! En Punta del Este, Piriápolis, San Luis, Montevideo, Colonia, etc…”. A ellos les gustaría replicar su iniciativa.
Crecer en Uruguay
¿Se puede hacer un negocio rentable a partir de la producción de compost? Claudio comentó, en diálogo con La Mañana, que les da para vivir, pero quieren crecer. La pareja se enfrenta con desafíos: no son una gran empresa ni tienen capital para invertir. Son Leticia y Claudio de Punta del Diablo, que se les ocurrió una idea que anda. Hacen todo el trabajo con una pala, una camioneta y dos pares de pulmones. Lo que sucede es que tienen un buen producto, “pero la competencia con los fertilizantes extranjeros es brava”.
El fertilizante químico estaba muy barato hasta ahora, cuando subió dramáticamente por la guerra en Ucrania. Claudio dice que a raíz de esta coyuntura internacional quedaron un poco más competitivos y les están pidiendo más producto. Reconoce que recién ahora pueden llegar a cubrir predios grandes y que contrataron a una ingeniera agrónoma para que los ayude en esta nueva etapa en la que se encuentran trabajando, para generar más volumen y cubrir mayores superficies. Ya tienen casi prontas 30 toneladas de compost. Con eso se puede fertilizar al menos 100 hectáreas.
Por otra parte, pensando en políticas públicas que favorezcan esta producción, que a la vez soluciona un problema ambiental, Claudio recordó que Adrián Peña dijo al asumir su mandato como ministro de Ambiente, que Uruguay es un excelente país para exportar compost. “Una política pública real en este sentido, sería promover el uso de este tipo de compost como fertilizante. Nosotros podemos exportar el compost, pero mejor aún sería usarlo en nuestra tierra”, reflexionó. “Queremos que se prefiera la industria nacional antes que los químicos importados, que por alguna razón inspiran más confianza”.
Hazlo tú mismo
Según Claudio Taroco, hacer compost es como “hacer una torta”. “No es muy difícil”, asegura, “pero tenés que tener bien las proporciones. Necesitás materia seca y materia húmeda. Podés compostar lo que sea”. Una de las cosas que recomienda Claudio para hacer compost doméstico es usar microorganismos eficientes para ayudar en la degradación. Contó que hay gente que lo hace en Montevideo, se llaman “Entrebichitos” y son una cooperativa de una escuela de Casavalle que hace biopreparados e insumos orgánicos para fertilizar plantas, limpiar cañerías y graseras; incluso están limpiando el Pantanoso con este preparado de microorganismos. También tienen productos para mascotas, todo ecológico.
Fiorella Polcaro vive en Minas y hace años tiene una compostera doméstica. Estudió biotecnología y el cuidado del medioambiente siempre fue una de sus inquietudes. Explicó a este medio que para hacerlo en casa, no se usan restos de comida procesada, simplemente cáscaras y pedacitos de frutas y verduras, café, yerba y té, luego de usar. Para hacer compost hay varias formas y categorías. “Para mí la mejor forma de arrancar es pedir o comprar compost que ya esté empezado, porque ya viene la máquina funcionando”. Otro punto a tener en cuenta son las lombrices. Se puede hacer con o sin, pero las lombrices ayudan porque aceleran el proceso al airear la tierra.
Para hacer compost en la ciudad, Claudio Taroco recomienda ponerse en contacto con “Compost Ciudadano”. Ellos están juntando cascaras de fruta y verdura de todo Montevideo y luego devuelven el compost ya preparado a quien lo desee, lo que puede servir para iniciar uno propio. Contó que están haciendo un compost muy bueno y “marcando una diferencia increíble”.
Una vez que se generan los residuos orgánicos se van poniendo de a capas y arriba se ponen hojas o pasto a modo de tapa. “Hay que hacerlo simple para que sea algo que se pueda mantener en el tiempo y se debe cuidar de que no atraiga bichos y roedores”, explicó Fiorella. “Es una máquina biológica, tenés que ir de a poco regulando la cantidad de residuos que ponés. Primero es una vez por semana, luego cuando ya está en funcionamiento el compost, se tiran los residuos todos los días al final del día, cortados en pedazos chiquitos para que sea más rápido. Vas mirando y controlando si los residuos se van degradando. Es de sentido común, cualquier persona lo puede hacer”.
En cuanto al mantenimiento, una forma de controlar que va todo bien es ver si hay lombrices chiquitas. Esto significa que se están reproduciendo y que por lo tanto ese compost está funcionando. “Si no sentís olor feo, si no hay moscas ni bichos (no más de lo normal), va todo bien”. Fiorella recomienda tener constancia y paciencia, ya que es un proceso que lleva tres meses aproximadamente. Después de que no se distinguen residuos visibles, se separa y es lo que se puede usar para las plantas o huertas.
Sobre el resultado, Fiorella explica que depende mucho del consumo de cada persona, y comenta que hacer esto la llevó a comer más saludable. “Está todo encadenado. Si comés más fruta y verdura vas a tener más residuos que puedas volverlos al ciclo. La gran diferencia que noté haciendo compost es que tiraba la basura una vez por semana. No haciendo compost lo hacía una vez por día”.
“Este proceso lo tenemos en nuestro ADN, como parte de la naturaleza que somos. Como nosotros tenemos nuestro ciclo, también lo tiene todo. Lo razonable es copiar lo máximo posible a la naturaleza en reinventarse y en tomar solo lo que se necesita. La naturaleza no tiene residuos, todo lo aprovecha… ¡es tan eficiente y maravillosa como funciona!”, reflexionó Fiorella. Apunta a que, aunque es muy difícil no generar residuos, es bueno tratar de moverse lo más posible en ese sentido. Según CEMPRE (Compromiso Empresarial Para el Reciclaje), una persona en Uruguay produce 1 kg por día de residuos (lo que equivale a 1 millón de toneladas de basura al año por todos los uruguayos).
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