Aunque crece la dependencia que tenemos de los celulares e internet, éstos no son buenos ni malos en sí mismo, el resultado depende del uso que le damos siendo importante poner determinados límites para sacar lo mejor de ellos.
Con la llegada de los celulares “pasamos a tener el teléfono como una tecnología de comunicación al cerebro en nuestro bolsillo”. La afirmación fue hecha por el psicólogo, investigador y consultor Roberto Balaguer al ser entrevistado por el programa La voz de La Mañana (radio Oriental).
“Cada vez más nuestra memoria está alojada en el teléfono. ¿Cuánto de ustedes recuerdan más de diez números de teléfonos?, seguramente la mayoría no lo haga”. Además, cuando nos desplazamos de un lugar a otro usamos aplicaciones como Waze o Google Maps, “en alguna media esas aplicaciones nos están ayudando y en otra estamos delegando en el celular actividades que tienen que ver con el cerebro, la espacialidad, y no nos hacemos cargo” de eso.
En relación a los jóvenes, dijo que “el celular es como un gran gestor de identidades y para las generaciones más jóvenes es una puerta de contacto permanente con sus pares que en las etapas juveniles es un elemento clave”.
Y así podemos seguir “indefinidamente”, mencionando cosas que está estudiado que tienen “efecto en la memoria ya que no hacemos el esfuerzo cognitivo porque ese esfuerzo lo hace el celular por nosotros. Claramente el vínculo que tenemos con el celular es de cada vez más dependencia generalizada como lo tenemos con internet o la electricidad, son vínculos de dependencia con tecnologías que son formateadoras de la realidad actual”.
Balaguer señaló que los celulares “acercan a los lejanos y alejan a los cercanos, porque cuando uno está con el celular la mirada y el interés está puesta en otros que están fuera del entorno inmediato, y de ahí la necesidad de preservar los espacios de comunicación” entre las personas.
Esa es “una tarea que los padres de hoy tenemos como gran desafío de generar elementos de conexión” para que “la familia quede blindada respecto a los de afuera, no porque los celulares o las redes sean malos intrínsecamente sino porque es bueno que las familias tengan esos espacios de conexión”, subrayó, porque así se construye “un antídoto contra muchos males del desarrollo, contra muchas adicciones, muchas patologías del desarrollo y la salud mental” y esto vale desde niños pequeños hasta adolescentes o jóvenes.
Hay momentos en que “dejar afuera los celulares y la conexión por más interesante o agradable que sea es una medida de protección”.
La tecnología no tiene por qué interponerse en el vínculo de padres e hijos
Por otra parte el psicólogo dijo que “el niño pequeño necesita explorar y estar en contacto con los otros, aprende de eso y eso genera buenos desarrollos integrales, pero las pantallas no son malas por sí sino que muchas veces están en el camino de esa interacción” y son usadas no con fines didácticos o educativos, “sino que tienen que ver con razones mucho más mundanas como que el niño se quede quieto” mientras el adulto hace otras tareas, “y en pandemia incluso puede trabajar mientras el niño está con la pantalla”.
Sin embargo nada es lineal y a la hora del desarrollo saludable o no de ese niño, “tienen mucho más fuerza” asuntos que “no tienen que ver con las pantallas: Entre tener padres con buenas capacidades receptoras, capacidad de comunicación, que son sostenedoras pero consumen un poco más de horas (de internet), y entre tener padres que no se ocupan, que tienen pocas habilidades comunicativas ni escuchan las necesidades de sus hijos, y a su vez dedican pocas horas de pantalla, esta segunda categoría tiene mucho más fuerza negativa” que la primera.
“Tenemos que ocuparnos del desarrollo integral de los niños”, enfatizó el especialista, y para eso uno de los modelos es el que usa la Academia de Pediatría de Canadá que “hace más énfasis en las horas de sueño, de descanso, de ejercicio, de interrelación, las horas de descarga, y por último el más chiquitito el tiempo de estar frente a las pantallas”, y otra vez insistió: “No porque sean malas, sino porque lo otro es imprescindible”.
En la formación de los niños uno de “los factores más importantes es tener padres con disponibilidad emocional, porque seguramente se van a generar buenos diálogos, ganas de los chiquilines de contar cosas, ganas de los padres de que les cuenten cosas y generar interacción”. Si en ese contexto “tenés un dispositivo en el medio eso no se interpone” entre hijos y padres, “sino que se pone en juego para que los dos se puedan comunicar, divertirse y crecer. Padres e hijos pueden compartir un video de YouTube y eso no va a generar nada malo, por el contrario, puede generar diálogo, interacciones, conocimiento”.
La web muestra lo mejor y lo peor de nosotros.
Consultado sobre los juegos que pueden verse en internet y que tienen una carga violenta como el de la ballena azul que en los casos más extremos inducen al suicidio, o el ingreso en la deep web o internet profunda, Balaguer dijo que en el caso de la ballena azul “no era un juego sino un desafío en el cual los jóvenes más vulnerables por su propia edad, con baja capacidad de regulación, baja autoestima, tienen que tomar determinados riesgos para figurar y aparecer en determinados lugares”.
“Está lleno de esas situaciones que a veces toman estado público, hay sitios web que incitan al trastorno alimentario, a fabricar armas, pero también está lleno de web que incitan a ser solidarios, a armar grupos de apoyo. La web visible como la invisible muestran lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, de nuestra sociedad”, razonó.
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