Dedicó muchos años de su vida al estudio de la filosofía política y la gobernanza de la educación, y ejerció la docencia con enorme vocación. Ahora, como ministro, aspira a dar un giro que permita un mayor debate democrático sobre el rumbo de la educación en el país. En entrevista con La Mañana, Pablo Da Silveira explicó los planes y objetivos para el quinquenio, no eludió las polémicas y evocó al escritor José Enrique Rodó en su 150 aniversario.
Recientemente se presentó el Plan de Política Educativa 2025, cumpliendo una exigencia que estableció la LUC. ¿Qué significa esa innovación y el control parlamentario?
Ese Plan es la respuesta a un diagnóstico que tenemos de cierto déficit de discusión democrática en torno a lo educativo. Los temas educativos, por varias razones que incluyen un diseño institucional muy particular que tenemos en el país, han quedado encapsulados dentro de ese mundo y están mucho menos presentes en el debate ciudadano y parlamentario de lo que está en otras sociedades democráticas. Eso no es bueno ni para la república ni para la educación.
Ahora la idea es que al principio de cada gobierno se presenten las líneas fundamentales de lo que va a ser la política educativa en el quinquenio. Si uno mira por ejemplo cuando se eligen los integrantes del Codicen, que representan al conjunto de los ciudadanos y por eso requieren venia del Senado, la pregunta es quiénes son, pero no tanto qué van a hacer. Por eso éste es un instrumento para mejorar en ese punto.
¿Qué características tiene el documento que presentaron?
Lo hemos llamado un documento ciudadano, razonablemente corto, escrito sin jerga, en un lenguaje que cualquiera pueda entender y tratando de ser muy claros en la identificación de las grandes líneas de acción. Además, quisimos que fuera un documento integrado, con cinco grandes líneas que son comunes a todas las instituciones y la idea es que cada una, respetando su especificidad y el régimen de autonomía, sume a esas líneas con sus decisiones especiales.
Y una tercera característica, que es una gran novedad, es que el documento incluye indicadores de logros. Estábamos acostumbrados a estos indicadores en lo económico, por ejemplo, con la inflación, pero no lo estábamos en materia educativa y es muy importante porque es una manera de que la ciudadanía te evalúe, ponerse en la actitud de rendir cuentas. Tal vez no podamos lograrlos todos, esperamos que sí, pero ya es un logro en sí mismo que haya indicadores.
Entre los objetivos aparece que el 90% de los jóvenes entre 18 y 20 años hayan cumplido la educación media básica al final del periodo. ¿Es el desafío más grande o más importante?
Tenemos varios desafíos. Primero en términos de acceso. Y después tenemos desafíos como ese, que son en términos de culminación. Nosotros tenemos tasas de egreso muy bajas tanto en la educación media básica como sobre todo en la educación media superior. Y está bueno ponernos objetivos. Marcamos lo que es deseable para la sociedad y el norte al que nos queremos dirigir.
Otros objetivos tienen que ver con la integración y con el trabajo coordinado de las diferentes instituciones que tienen que ver con lo educativo y ahí tenemos objetivos ambiciosos y por suerte estamos logrando muchos avances, por ejemplo, en términos de integración entre el Plan Ceibal y ANEP. Un apunte que me parece sorprendente es que el Plan Ceibal existe hace 13 años y por primera vez ahora está cruzando bases de datos con ANEP, nunca lo hicieron antes. Dos instituciones que se supone que estaban para lo mismo, pero funcionaban sin cooperar entre ellas. Nosotros queremos que el Centro Ceibal no sea simplemente una agencia que reparte máquinas, queremos que sea la agencia de innovación del sistema educativo uruguayo.
¿En el aspecto de la formación docente cuáles son los énfasis?
Uno de los grandes proyectos que tenemos para este quinquenio es poder cumplir un viejo sueño y reclamo de los sectores docentes que es tener una formación docente de carácter universitario. Es un tema en el que como país venimos desfasados. No se trata solo de darle un papelito a los docentes que diga que tiene valor universitario, sino que se trata de que vivan una experiencia universitaria, que es lo realmente valioso. Estamos trabajando en estrecha colaboración con ANEP para diseñar una nueva generación de programas universitarios de formación docente, impartidos por una diversidad de instituciones, donde el grueso por supuesto corresponde al Consejo de Formación en Educación de ANEP, pero también queremos que se incorporen otras.
Cambiando de tema, usted mencionó recientemente que le parece importante que se lleve adelante la comisión investigadora sobre Fenapes, entendiendo que existe “el derecho de los alumnos a tener clases”. ¿Es éste un derecho que ha quedado relegado?
Los uruguayos estamos muy acostumbrados a hablar de la obligación educativa, de asistir a un centro educativo. A veces perdemos de vista que esa obligación tiene contrapartes y una es el derecho que tienen los alumnos a que las clases efectivamente se den y que haya un docente en el salón. Eso supone a su vez la obligación de los docentes, de las organizaciones docentes y de las autoridades educativas de hacer lo necesario para que efectivamente ese derecho se cumpla.
Cuando yo dije esa frase lo que estaba comentando, y que a mí me importa particularmente, es que en este episodio hay una responsabilidad muy grande del Consejo de Educación Secundaria de la época, que enterado de la situación, cuando tuvo que elegir entre actuar para proteger el derecho de los alumnos a tener clase o proteger la imagen de los sindicatos, decidió barrer para adentro y optar por lo segundo. Creo que eso implica una responsabilidad política extremadamente grave.
La pandemia ha afectado la presencialidad. ¿Qué valoración hace del proceso de vuelta a clases?
Hasta ahora lo que hemos conseguido este año es el retorno de Primaria completa, que felizmente se pudo hacer muy bien, sin haber tenido situaciones preocupantes desde el punto de vista sanitario y con buen funcionamiento general de las escuelas. Y lo que es más lindo de ver con inmensa alegría de los alumnos, de sus familias, y de los docentes, porque este país tiene una enorme cantidad de docentes con mucha vocación y compromiso por lo que hacen.
Después de las vacaciones de invierno iniciamos un desafío del retorno de los demás alumnos, de la educación media y terciaria. Aspiramos a tener un segundo semestre lo más normal que se pueda. Al día de hoy los datos sanitarios son muy alentadores, esperamos que estas tendencias no se alteren. Sabemos que de todas maneras se han acumulado pérdidas, que si las miramos por el lado del vaso lleno son mucho menos graves que en otros países. Pero por el vaso medio vacío es cierto que las pérdidas existieron y que sobre todo afectan a los estudiantes más débiles en términos económicos y socio-culturales. Vamos a tener que trabajar mucho para compensar esas pérdidas. Y tenemos que meternos la idea en la cabeza que el retorno a la presencialidad no significa el fin del problema.
Algunos legisladores han planteado su preocupación por ciertos libros de texto utilizados en la educación pública que estarían violando la laicidad en algunos abordajes. ¿Qué respuesta se puede dar en este asunto?
ANEP está realizando algunas acciones al respecto, pero lo que me importa destacar es que este es uno de los campos donde el sistema educativo uruguayo todavía tiene que madurar. Cuando uno mira los países con sistemas educativos maduros existe toda una institucionalidad y metodologías para la evaluación de textos escolares. De hecho, hay especialistas en la materia, programas de formación universitaria dedicados a esta tarea de auditar los textos, no solo desde el punto de vista de los equilibrios en materia de contenidos sino también de su eficacia pedagógica y de la calidad de su redacción. Esa tarea es un área donde en Uruguay todavía tenemos que fortalecernos.
En un mensaje entregado recientemente al gobierno, las autoridades de Udelar advierten sobre una eventual afectación de 41 carreras y programas en la medida que no se ajuste el presupuesto. ¿Cómo ve este panorama?
No voy a hablar de esas 41 carreras porque no conozco en detalle, lo que sí digo es que a veces uno se encuentra con una práctica que consiste en que una institución anuncia determinados proyectos sin tener de antemano los recursos para financiarlos. Y después si no les dan esos recursos dicen que están interrumpiéndolas o cerrándolas. Parte del manejo normal de una institución es ir tomando decisiones acerca de lo que se va a desarrollar a partir del manejo de información de recursos con los que efectivamente se cuenta y no mezclar programas en desarrollo reales con proyectos que se anuncian, pero sin tener el sustento necesario para hacerlos.
El sector de la cultura ha sido uno de los más castigados por las restricciones sanitarias. Se han estipulado una serie de apoyos económicos y una reapertura progresiva a través de protocolos y del llamado pase responsable. ¿Qué evaluación hace?
Llevamos un año y medio trabajando duramente para tratar de apoyar al sector de la cultura, en un momento que obviamente es muy difícil porque lo golpea de lleno. En cuestión de días cuando se cerraron las salas el año pasado se abrió el sitio “Cultura en casa” de la Dirección de Cultura del MEC, que fue un instrumento extremadamente importante no solo para mantener contacto con los públicos sino para generar oportunidades para los artistas. También el año pasado creamos muy rápido el fondo solidario Ruben Melogno, provisto por donaciones de organismos públicos y privados, realizando por ejemplo la compra anticipada de entradas para ser usadas en el futuro. Otra manera fue simplemente pagar deudas, porque en marzo del año pasado nos encontramos que el Ministerio tenía una enorme cantidad de deudas con artistas, productores, imprentas, etc. Solo en el año 2020 pagamos deudas por US$ 1 millón.
Ahora estamos tratando de crear las mejores condiciones para una apertura rápida y segura. Es lo que se hizo con la prueba del pase seguro. Abrimos los espectáculos a partir del 5 de julio, tratando de generar los protocolos más amigables que sean compatibles con la seguridad sanitaria y somos optimistas.
De acuerdo a un análisis de Ceres, la industria audiovisual uruguaya tuvo un gran año en 2020, a pesar de la pandemia, y aún tiene un enorme potencial a desarrollar. ¿Cuáles son sus perspectivas?
Efectivamente, ha sido un año fantástico para el desarrollo de producciones audiovisuales en Uruguay, que en su inmensa mayoría son extranjeras. Es el resultado de una política activamente impulsada por el gobierno, en coordinación entre el MEC, el Ministerio de Industria y el de Economía, que incluye un sistema de devolución de impuestos para producciones que vienen a invertir en el país. Es un mecanismo muy saludable y que no solo trae recursos externos al país, sino que favorece a muchísima gente, en primer lugar del ambiente de la cultura, y luego a tantos otros que no están propiamente en ese ambiente como la hotelería, restaurantes, etc. Es un tipo de inversión que derrama mucho y muy rápido.
Tenemos muchas oportunidades en esa materia, porque hubo un cambio grande en la industria. Durante muchas décadas las producciones cinematográficas eran de bandera, estadounidenses, francesas, etc., y había una regla por lo general que se filmaba en el país que ponía la plata. Hoy en día aparecieron trasnacionales como Netflix o Amazon que no funcionan con esa lógica, entonces se abrió un mundo de oportunidades para países para ofrecer locaciones de filmación. Uruguay tiene ventajas en esa materia.
Este año el Día del Patrimonio está dedicado a José Enrique Rodó y la consigna elegida es “las ideas cambian el mundo”. ¿Cuál es la huella que dejó Rodó en este plano?
Los uruguayos no nos damos cuenta, pero Rodó es probablemente el uruguayo de mayor impacto a nivel internacional en el terreno de las letras y las ideas. Un hombre que en vida tuvo una inmensa influencia sobre la vida intelectual de América Latina entera y también de España. Es tal vez el autor más estudiado de la literatura uruguaya fuera del mundo, sobre el que se siguen escribiendo tesis doctorales y libros. En cambio, acá hemos perdido un poco de vista todo eso.
Este año se cumplen 150 años de su nacimiento y queremos primero recordar y homenajear a Rodó entero, en sus múltiples facetas. Mucha gente tiene la imagen de Rodó como un intelectual aislado, encerrado en su torre de marfil, y no sabe por ejemplo que fue tres veces diputado por el Partido Colorado, que estuvo muy metido en los debates políticos de su época y en el periodismo durante toda su vida. Y luego aprovechar esa condición de Rodó como un gran productor de ideas que generaron, por una parte, muchos seguidores y por otra parte muchos debates, con la particularidad de que su obra ha admitido lecturas muy variadas. Eso lo hace muy interesante como objeto de debates.
Precisamente desde el Ministerio se están organizando una serie de debates, ¿a qué apuntan concretamente?
Estamos creando un espacio que se llama “Arena de debates” donde tratamos de contribuir a dar respuesta a un problema que nos preocupa mucho que es el empobrecimiento del debate público en el Uruguay. La mayor parte de los debates que uno presencia son muy previsibles, se apoyan en alineamientos automáticos, caen con demasiada frecuencia en los ataques y descalificaciones personales. Hemos perdido un contacto con el arte de debatir, donde hay lugar para lo inesperado y los alineamientos no tienen por qué ser automáticos y donde uno sea capaz de disfrutar de la discrepancia con el otro y de enfrentarse argumentativamente sin descalificar. Es una tradición muy noble, muy rica que tiene por lo menos 2500 años, y en la que los uruguayos supimos destacarnos.
Una de las obras más destacadas de Rodó fue Liberalismo y Jacobinismo. ¿Cuál es la fortaleza de los argumentos allí planteados?
Es una obra muy interesante que muestra el peculiar lugar donde estaba parado Rodó que era un colorado enfrentado a José Batlle y Ordóñez. Y creo que su principal fortaleza consiste en que Rodó era un auténtico liberal, un liberal clásico. Defensor de la tolerancia, del pluralismo, del gobierno que se autoimpone límites para que sea posible la libertad de los ciudadanos.
En esa obra hace una distinción extremadamente importante entre dos cosas que los uruguayos tendemos a mezclar que son el liberalismo y el jacobinismo. Para decirlo gruesamente, revindicar la idea de libertad tal como fue entendida en las revoluciones inglesa o americana, frente a una idea diferente de libertad que fue sostenida por al menos una parte de los defensores de la revolución francesa y que condujo a excesos muy terribles. Rodó aparece en ese sentido con una posición de mucha lucidez interpretativa y también como lo fue siempre, de mucho coraje intelectual.
La filosofía y la neutralidad del Estado
“Tuve la loca idea de joven de decidir que me iba a dedicar a la filosofía y en medio de ello tuve claro que si iba a hacerlo tenía que ir hasta el final en mi formación y llegar a hacer estudios de doctorado. Felizmente lo pude concretar y pasé cinco años fantásticos de mi vida estudiando en Lovaina, donde hice un doctorado sobre el tema de filosofía política y una tesis sobre lo que técnicamente se llama la neutralidad del Estado respecto de las concepciones de vida de los ciudadanos”, relató Da Silveira.
“Si un Estado quiere mantenerse neutro respecto de las ideas divergentes que tienen los ciudadanos acerca de qué es una vida valiosa, una vida digna de ser vivida, cómo entonces tiene que organizar sus instituciones, cómo organizar sus políticas públicas y distribuir los recursos, etc. Ese es un tema que me resulta apasionante. El terreno de aplicación de pasar de un nivel hiper abstracto a uno poco menos abstracto que elegí fue la educación. Desde entonces vengo estudiando y tratando de reflexionar sobre temas educativos”.
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