Baltasar SRL, empresa que nombramos en la columna anterior, es la que arrienda todos los campos que utiliza Conexión Ganadera. Cobra 10 dólares por hectárea al año por administrar todos los campos arrendados. Ni Pablo Carrasco ni Ana Ana Iewdiukow, dueños de esta empresa, trabajaban en los campos. Recibían cerca de 750.000 dólares por año sin trabajar, independientemente de que estos campos fueran rentables o no. Con ese dinero no pagaban salarios ni tenían gastos, era una fuga de más de medio millón de dólares anuales, que si multiplicamos por 25 años es mucho dinero.
“En 1999 Pablo Carrasco, cuando lo conocí, vivía en una casa en la ciudad de Mercedes, de la que debía tres meses de alquiler, tenía una camioneta Toyota 1992 de la que debía la patente de los últimos tres años, los hijos iban a la escuela pública –comenta Alfredo–. En unos cinco o seis años vivían en una casona en Parque Batlle, dos camionetas, los hijos iban a colegio privado (Sagrado Corazón, ex-Seminario) Punta del Este, Europa, Brasil y los grandes lujos”.
La familia Carrasco-Iewdiukow vivía en Mercedes a fines de los 90 porque Ana tenía ahí trabajo fijo. Pablo iba recorriendo estancias ofreciendo su trabajo como asesor agrícola ganadero. En un momento le pide a su padre “la herencia en vida”, un campo en Molles que vendería para pagar cuentas y empezar Conexión Ganadera junto a Gustavo Basso. El padre de Pablo recibía su segundo gran disgusto, ya que antes su hijo se había divorciado de Lucía Piaggio, con quien tenía tres hijos a los que no les pasaba prácticamente dinero.
A principios del 2000 empiezan a llegar las primeras denuncias: ganado que faltaba, pagos a productores que no llegaban y arrendamientos que no se pagaban. En 2007, por ejemplo, en el Juzgado Letrado de Florida de X turno: “xxx c/ Pablo Carrasco, Ana Iewdiukow, Jorge Luis González Gatti y Conexión Ganadera Ltda. Daños y perjuicios”.
El personal empieza a notar que hay un manejo desprolijo del ganado y total ausencia de Carrasco, Basso y Iewdiukow. Para el 2009 la empresa estaba consolidada en la prensa, blindada, y las denuncias se archivaban. Carrasco era una máquina de anunciar buenas noticias, la mayoría de la gente piensa que él se cree sus propios discursos, que están fuera de la realidad. A esa altura las hermanas y sobrinos de Ana Iewdiukow trabajaban en todos los establecimientos, como también profesionales que con el tiempo se fueron yendo. Mariela Carrasco consigue que Juan arriende San Juan, San Francisco, la Erta y María Dolores a Conexión Ganadera. Suman 16.300 hectáreas en Artigas. Antes a Bordenabe y otros más para llegar a lo que se supone son 75.000 hectáreas.
Pablo mandaba audios por WhatsApp, órdenes “delirantes”: mover ganado de un establecimiento a otro. Cuando alguien decía que no, llamaba Ana, que, dueña de un carácter muy especial, terminaba obligando a que los peones y capataces obedecieran sus órdenes. El 25 de enero deciden mover ganado de un establecimiento a otro en Artigas para “tener todo junto”. Antes de eso, un mensaje: “Vendé 624 novillos para pagarle al escribano”. También había que pagarle al contador Ricardo Giovio para devolverle el dinero que tenía invertido y a cambio él se comprometería a hacer la auditoría interna que no pudo arrojar números.
Los camiones que mueven el ganado tienen chapa paraguaya. Basso tenía campo en ese país con un socio local. No es el único de Conexión Ganadera y entorno que tienen propiedades en ese país. Desde noviembre Conexión Ganadera no paga sueldos a los trabajadores de los establecimientos. Le deben tres meses a la veterinaria, tres meses a las estaciones de servicio y a Multicar por las camionetas que usaban, había 12 alquiladas, de las cuales solo se utilizaban seis.
Doña Jusara ya no manda los surtidos para alimentación de los empleados, les deben tres y cuatro meses a las panaderías. Ya no hay camionetas para moverse, combustible ni productos veterinarios.
Ana y José B. mandan órdenes de mover ganado por llamadas de WhatsApp, no usan mensajes ni correo electrónico. Los empleados se empezaron a preocupar, a la angustia de no tener dinero ni comida, se le suma el miedo de estar haciendo algo ilegal. No saben si está bien enviar al escritorio Basso ganado para pagar o llevar ganado a capitalizar a un campo cercano. Asesorados, ahora piden que por favor las órdenes lleguen por escrito. Un inversor a prepo entró a una de las estancias a buscar su ganado, lo ayudaron, pero faltaba más de la mitad. A otro le dieron su contraseña del Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG) y le asignaron el ganado que faltaba. A la hora de entregar el capital era dueño de 350 cabezas, figuraban solo 80. Le asignaron las 270 restantes. Hoy no sabe si tiene realmente 80 cabezas, si están vivas o si tiene 350 cabezas de ganado real o virtual.
El SNIG es un sistema de información que tiene como objetivo principal asegurar la trazabilidad del ganado vacuno desde el establecimiento de origen del animal hasta el frigorífico, tanto individualmente como por grupos de animales, de acuerdo con las disposiciones y reglamentaciones del MGAP. Dicose es el número de registro único en el MGAP, adjudicado a un solicitante (razón social) que es solamente tenedor de ganado, es decir que no explota tierra.
Hoy sabemos que hay más caravanas que vacunos, ¿cómo es posible entonces tener la trazabilidad que garantiza el MGAP? Hay caravanas guardadas en cajas y cajones de escritorios y establecimientos. Al registrarse una persona puede pedir tantas caravanas como animales dice que va a comprar.
La DGI no recibió un balance de Conexión Ganadera desde 2022, el MGAP nunca inspeccionó el Dicose más grande del país y el BCU no controló el origen y movimientos de los fondos de las cuentas de la empresa sus socios y familiares. Mas allá de haber favorecido a la mayor estafa de los últimos cincuenta años, todo esto no solo desnuda un problema de cumplimiento normativo que favorece el lavado de activos, sino también un problema sanitario grave, que Uruguay toma como buque insignia al venderse al exterior.
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