En el país existe una asociación que nuclea a los kioscos y salones, posee unos 700 integrantes, aunque llegaron a ser más de 2.000. El secretario de la directiva, Jorge Núñez, quien posee un salón en la capital, detalló a La Mañana la realidad que viven los comerciantes diariamente al tener que competir con precios de contrabando y cargas fiscales “enormes”.
Un comerciante de kiosco o salón en Uruguay, por lo general, tiene abierto su negocio 12 horas diarias, si coincide que está aledaño a algún boliche puede que el horario del fin de semana se extienda ya que el público nocturno puede hacer la diferencia en las ventas semanales. La diferencia del kiosquero con el que tiene un salón es que el primero no tiene baño en el local, no puede vender alcohol ni bebidas grandes y el tamaño de la estructura es reducida.
Sin embargo, hay en un punto que sí coinciden los dos tipos de negocio: el contrabando los afecta de forma directa, y luego de la apertura de fronteras post-pandemia, el problema llegó a niveles preocupantes, con pérdidas tales que muchos kioscos históricos, ubicados en puntos clave de la ciudad, han desaparecido.
Es sabido que este tipo de negocios tiene una gran afluencia de personas que fundamentalmente consumen juegos de azar y cigarrillos, y en los últimos años se sumó la recarga de tarjetas STM y boletera de estudiantes, otros productos clásicos son las golosinas, que van desde caramelos hasta tabletas de chocolate y bombones. Difícilmente haya una parada de ómnibus con mucha circulación de personas que no tenga un kiosco al lado, pero, difícilmente también, no haya un supermercado aledaño que permita pagar con pos.
Cada vez son más numerosos los supermercados en la capital, si bien los que más crecen no son los más tradicionales que están en Uruguay desde hace décadas, si se han expandido las cadenas que se ubican en puntos barriales estratégicos, y aunque no se caracterizan por ofrecer ofertas, son de fácil acceso para sacar a un cliente de un apuro si no tiene efectivo y en los kioscos no aceptan pago con tarjetas.
“En estos momentos los kiosqueros son de los que la están remando más porque la carga fiscal para una micro-pequeña empresa es enorme. Por ejemplo, para sacar un préstamo si no tenés contabilidad suficiente se necesita un certificado por contador y los últimos dos balances, pero muchas son pequeñas y no tienen balances, entonces se necesita una garantía, y al final lo perdés porque es muy engorroso el proceso”, comentó a La Mañana Jorge Núñez, Secretario de directiva de la Asociación de Kioscos, Salones y Subagentes de Quinielas del Uruguay (Akysaqu).
Es que estos comerciantes tratan de incorporar el pago con tarjetas, pero les resulta muy caro si se piensa en el margen de ganancia. Núñez señaló que se debe costear el pos, el rollo de papel, el 1,5% de IVA, por lo que se pierde un 5% de la venta. “Si aumentás el precio del producto dejás de competir. Si hacés una venta un viernes o sábado hasta el lunes de tarde no ingresa el dinero, sin embargo, a la mañana hay que pagarle al corredor. No es viable para nosotros”, explicó.
A estos costos fijos se suma que los kiosqueros deben pagar un mínimo de $1.000 semanales por el servicio de recolección de basura “así sean tres bolsitas”, especificó el entrevistado. Agregó que aún sin contar con pos, los márgenes de ganancia con pequeños, y que muchos han eliminado la recarga de tarjetas STM porque les dejaba $2,35 cada una, independientemente del monto recargado. “Además, las tarjetas de boletos de estudiantes se recargan gratis, y nosotros no recibimos nada por ello”.
Es por esto, entre otras grandes razones, que los comerciantes se ven obligados a acceder a préstamos para mantener el negocio, pero para acceder de forma rápida deben pedir montos pequeños, los que, muchas veces, no son suficientes para hacer cambios en el negocio. “Los préstamos que da el Estado para las pymes lleva un año en aprobarlo, y en ese tiempo ya perdiste el alquiler y el negocio cerró”, detalló el integrante de Akysaqu.
La lucha interminable con el contrabando
El contrabando en este momento es el tema que más preocupa a los kiosqueros, fundamentalmente con los cigarrillos se tiene una competencia “sumamente desleal”, aseguró Núñez. Si bien este problema ya tiene décadas y las soluciones no llegan, la particularidad de estos tiempos es que hay más variedad de precios y cantidad de marcas de cigarros que ingresan legal e ilegalmente y se comercializan a precios imposibles de competir.
Una caja normal de cigarrillos sale $200, un cartón en la feria de 10 cajas sale $550. “El miedo que tenemos es que, en las zonas suburbanas, como no hay control, los kiosqueros empiezan a vender contrabando porque algunos días de la semana hay ferias y los clientes prefiere comprar cartones en un puesto. Para que esa persona vuelva, los comerciantes compran en la feria y ofrecen eso a los clientes”, lamentó.
Actualmente llegan desde Argentina cartones de Marlboro Lucky que vienen con sabores a $360 el cartón, contra un cartón legal que se debe vender a $1.700. Otro tema son los chocolates, en las ferias la tableta Garoto están dos por $100, y los kiosqueros venden la unidad a $105 porque les cuesta $87. Las prestobarba salen $75, y en la feria no llegan a $35 porque llegan desde el Chuy. Con desodorantes y jabones les pasa lo mismo.
“El cigarrillo de contrabando es un tema que se viene hablando hace años con todos los gobiernos, pero parece que se hicieran oídos sordos. A mí se me controla que nadie fume en mi salón, que no venda cigarrillos a menores, pero en algunos lugares los propios vendedores fuman en su puesto y además venden los cigarrillos sueltos y a cualquier persona”, advirtió Núñez.
Ahora, por la diferencia de cambio con Argentina se incrementó la competencia, antes era solo contra el cigarrillo paraguayo y brasilero, pero hoy incluso hay marcas legales que están siendo falsificadas como Coronado y Nevada a precios mucho más bajos. “El fumador se da cuenta que no es el cigarrillo de siempre, pero primero debe comprarlo y consumirlo”, indicó el entrevistado.
Respuestas con sabor a poco
Akysaqu tiene más de 700 socios, pero llegaron a ser más de 2.000, mayormente de Montevideo, la Costa de Oro, Pando y Las Piedras. Los problemas del contrabando ya fueron presentados frente a Aduana, diversos ministros, DGI y otras autoridades, los kiosqueros han salido a hablar en medios, pero no ven que algo mejore.
Las respuestas que reciben es que la Dirección Nacional de Aduanas carece de inspectores y no tiene autos para recorridas, “las autoridades dicen que saben del problema, pero quieren agarrar a los grandes, y nunca los agarran. Para mí se debe empezar por cualquiera, por ir a las ferias e ir levantando esos puestos hasta que el vendedor entienda que ese producto ya no puede venderlo”, propuso. “Sé que es difícil, pero se hace con voluntad”.
“Está bien que una persona que trabajó pueda cruzar a Argentina y comprar más barato, pero no me sirve, como comerciante, que vaya tres veces por semana, porque posiblemente compre para revender. Las autoridades pueden identificar chapas y ver cuántas veces pasan por la aduana”, agregó.
Núñez señaló que los propios clientes le comentan la diferencia de precios con el vecino país. por ejemplo, aquí un desodorante cuesta $240 al consumidor ($188 al comerciante), pero en Argentina el mismo producto está $42 al público.
“El otro tema son las ferias, sé que es complicado porque a veces se piensa de qué vivirá quien ya no puede vender contrabando, pero hay montón de cosas de las que se puede vivir. Buscan lo fácil, productos que se pueden vender sin bolsa, no se necesita mucho espacio físico ni un flete para trasladarlo. Así como me controlan a mí deberían controlarlos a ellos”, dijo.
“Ricos por el fin de semana”
Núñez comentó que recientemente pasó por la feria dominical de la calle Larravide, en donde contó cinco puestos de venta de cigarrillos de contrabando. “A esto se suma que si entrás al marketplace de Facebook tenés vendedores de los cartones que dejan su nombre, apellido y contacto. ¿Realmente es tan difícil llegar a ellos y quitarles esa mercadería ilegal?”, se preguntó.
Aseguró que el contrabando siempre existió, pero que ahora que ya no hay más pandemia se generan “avalanchas de contrabando” y llega “contrabando legal” por el tema de la diferencia de cambio. “Al principio eran personas de élite quienes cruzaban y traía surtidos, ahora son de clase media para abajo que se vuelven ricos por el fin de semana”, analizó.
Un problema regional
El entrevistado comentó que el problema del contrabando para los kiosqueros se da en casi toda América Latina, para unificar a los comerciantes es que existe laConfederación Latinoamericana de Asociaciones de Almaceneros, Kioscos, Tiendas y Bodegas (AKTBLatam). “El presidente de nuestra asociación, Claudio Orrego, ha viajado y tuvo muchos encuentros con otras autoridades de la región, hay unos organismos internacionales que ya dijeron que en Sudamérica existe record de contrabando, y los gobiernos lo saben”, relató.
Comentó que los comerciantes se unen ya que en ciertos países tienen un 60% de contrabando y no pueden solos. “Nosotros estamos en un 35%, según cifras anteriores a la pandemia, pero me animo a decir que ahora estamos rozando el 45%, y más tomando en cuenta que bajó la recaudación a la DGI en estos meses”, analizó Núñez.
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